Ordalía | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 4 FC Barcelona

A lo largo de la edad media, en toda Europa se realizó una práctica jurídica conocida como ordalía o juicio de dios. El proceso servía para determinar la inocencia o culpabilidad de un acusado mediante la presunta intervención divina, con la realización de pruebas de extrema brutalidad y crueldad que, en el caso de ser inocente, el procesado podía solventar sin problemas gracias a la ayuda de dios. Las más típicas eran futesas como sostener en las manos hierros candentes, caminar sobre brasas, ser hundido en el agua durante varios minutos o meter las manos en una hoguera, en resumen, sencillos trámites que con una buena ayuda del cielo cualquier persona puede hacer.

El caso es que el Real Zaragoza tuvo el domingo su particular ordalía, pero la prueba fue demasiado para nosotros. Que el Barcelona es uno de los mejores equipos del mundo, a nadie se le escapa, que hoy por hoy, el Real Zaragoza no tiene plantilla ni juego para plantarle cara con opciones reales de ganar, es más que evidente. Pero si a esa superioridad se une la presencia de un jugador que es simple y llanamente imparable y que está en estado de gracia, la prueba es totalmente insuperable.

Todo empezó mal, una vez más por nuestros propios errores. Diogo se equivocó y no despejó un balón aparentemente fácil, entregándoselo al rival para que, desde la izquierda, Pedro pusiera el balón en la cabeza de Messi que inició sin demasiadas dificultades una más de sus noches triunfales, aunque por desgracia, esta vez era en la Romareda.

Minuto 4 y el Barcelona se ponía por delante. Si el partido ya era difícil de por sí, regalar un gol nada más empezar no parece la mejor manera posible de comenzar, porque abría las puertas al juego dominador y desesperante de un Barcelona que ya sólo tenía que limitarse, como acostumbra, a sobar la pelota y poner a prueba la paciencia del rival a la espera de un hueco, un fallo de marcaje o un mínimo desfallecimiento para asestar un nuevo zarpazo.

Y los minutos iban pasando y el Real Zaragoza compitiendo dignamente supo plantarle cara al rival y no darle demasiadas opciones, si bien, desgraciadamente, dio la sensación de estar “defendiendo” el 0-1, puesto que todo el sacrificio del equipo se encaminaba a intentar evitar que el Barcelona jugara, creando muy, muy poco peligro, por no decir ninguno.

Y en el descanso se produjo una doble jugada estratégica en ambos banquillos. Los catalanes, redibujaron el esquema poniendo a Messi por detrás de Ibrahimovic, con más posibilidades de incorporarse desde atrás. No era una sorpresa ni una novedad, Guardiola utiliza con frecuencia esa alternativa, cuando los partidos se “atascan.”

Los blanquillos retrasaron a Ander Herrera, cambiando a Edmilson que está físicamente muy justito por Lafita, que físicamente debe estar menos justo pero tácticamente se dedica a hacer la guerra por su cuenta, y consiguieron con esa magistral virguería, limitar a Herrera, que había jugado una buena primera parte y que Lafita, en su línea de hace semanas no aportara absolutamente nada al conjunto.

En resumidas cuentas la jugada le salio bien a Guardiola y mal (que raro) a Gay. A partir de ahí, el atasco del primer tiempo se rompió. El segundo gol de Messi fue simple y llanamente la prueba de que estamos hablando de un jugador que está muy por encima de la media: robó la pelota, la condujo, regateó a cuantos le salían al paso y marcó. Se dice fácil, pero hay que hacerlo. Poco o nada se puede hacer cuándo tienes que bregar contra un arma tan letal como esa.

Y luego llegó el tercero y de nuevo el mismo, de nuevo una insultante sencillez para hacer fácil lo difícil y de nuevo esa sensación de impotencia, de no poder pararle.

Fueron los cambios estratégicos de Guardiola los que iban definiendo el devenir del encuentro. Gay, parecía ir a remolque de los cambios del catalán. y así sucedió cuándo aquel cambió a la añorada defensa que una vez fuera la nuestra, sacando del campo a Milito y Piqué y el partido entró en una especie de toma y daca en el que Colunga acertó 2 veces e Ibrahimovic falló todo lo que se puede fallar y más, granjeándose la burla de los seguidores zaragocistas.

Pero, por si alguien se había hecho alguna ilusión o aún no lo teníamos claro, al brillar el 2 -3 en el marcador, de nuevo apareció Messi. Volvió a regatear a propios y extraños, volvió a meterse hasta la cocina y forzó el claro penalti que puso el 2 – 4 final.

En resumen: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Ahora nos queda seguir, con la cabeza alta, paladear el sabor agridulce que deja la derrota a manos de uno de los mejores equipos del mundo y de, probablemente, uno de los jugadores con más talento que hayamos visto jamás, asumir que, desgraciadamente, esta no es nuestra guerra, apretar los dientes y salir a luchar en Almería para mantener la paupérrima ventaja que nos separa del descenso. No será fácil, pero es lo que hay. Llegarán mejores tiempos, ojalá, pero hoy por hoy, este Zaragoza no puede soñar con otra cosa que no sea mantenerse en primera y no queda sino luchar con denuedo, hasta el final.

Por Gualterio Malatesta

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