Corría el año 1.879 y María tenía 8 años y medio cuándo acompañaba a su padre en el interior de las cuevas esparcidas por doquier en su Cantabria natal. Su padre, arqueólogo aficionado, buscaba en el suelo de las mismas utensilios de culturas prehistóricas, pero la niña, dejándose llevar por su infantil curiosidad, no pudo evitar levantar el candil que portaba y mirar hacia arriba. Cuentan las crónicas que la muchachita, encantada por lo que veía exclamó: “¡mira, papá, bueyes pintados!”. Acababan de descubrir las pinturas rupestres de la cueva de Altamira, un tesoro arqueológico datado en más de 10.000 años de antigüedad.
El gesto inocente de aquella niña, el simple hecho de levantar la vista del suelo para mirar hacia arriba, es el mismo que, por fin, pudo realizar la mayor parte de la afición zaragocista el sábado en el partido frente al Málaga. A nadie se le escapa que los zaragocistas hemos vivido meses, años incluso, de terrible desazón y angustia, sin atrevernos a levantar la vista del fondo del pozo, sin poder respirar tranquilos ni un minuto, pero el sábado por fin se confirmó que algo está cambiando, que podemos levantar, aunque sea tímidamente, la vista del suelo y dar un contenido suspiro de satisfacción.
Y es que las cosas pueden salir bien o mal, pero rara vez salen tan bien que casi sientes deseos de echarte las manos a la cabeza y soltar un alarido de satisfacción, pero así ha sido la jornada del pasado fin de semana. El Real Zaragoza hizo su parte derrotando a un rival directo en la lucha, pero es que además pasó todo lo que tenía que pasar, todo lo que nos interesaba o convenía. Perdió el Tenerife de forma contundente ante el Sevilla, perdió el Valladolid en su casa de forma lamentable y demostrando que se está descomponiendo a ojos vista, empató el Jerez, que en su tímida recuperación no parece capacitado para vadear realmente la casi insalvable brecha que le separa de la utópica salvación y el Racing, como era previsible, no pudo contrarrestar la antiestética pero demoledora pegada de los merengues.
A día de hoy el Real Zaragoza está a 7 puntos del infierno, quien nos lo hubiera dicho hace tan sólo un par de meses, pero además dando sensaciones muy distintas y mucho más positivas que las de sus perseguidores que parecen no poder o no saber reaccionar.
Uno no es muy dado a creer en resurrecciones, pero, voto a tal que casi podemos hablar de ella. El debate, por supuesto está abierto. Parece evidente que la mayor parte de la mejora se debe a los acertados refuerzos del mercado invernal y no a la labor de un Gay que sigue siendo un entrenador extraño y cuestionado, pero sea como fuere, está claro que todo suma y que la transformación está saliendo bien o al menos va por buen camino.
El partido fue denso y muy trabado, porque 2 no juegan si uno no quiere y desde luego es difícil definir a qué jugaba el Málaga aunque parece claro que al fútbol no, eso seguro. Una línea de 5 atrás y una segunda línea de cuatro delante que renunciaba a cualquier alegría ofensiva y que dejaba bien a las claras que el empate les valía y que sólo pudo ser vulnerada (cómo una semana antes frente al Valencia había hecho Diogo) por un misil tierra aire lanzado por Leo Ponzio, que hacía inútil la acumulación de defensas y las lamentables y tempranas tretas para perder tiempo que estaban llevando a cabo los malacitanos.
Quizá no fue un buen partido, pero cuándo el encuentro deja 2 goles a favor, ninguno en contra y 3 puntos más de ventaja sobre tus 2 inmediatos perseguidores, calificarlo de “malo” es, como poco, una osadía vergonzante.
Excelente trabajo una vez más de nuestros centrales, serios y bien colocados que dan pocas opciones a los delanteros rivales y que, aun si las tienen, suelen encontrarse con un Roberto siempre bien colocado y probablemente tocado con ese necesario puntito de suerte que convirtió el acongojante tiro de Valdo en una jugada aparentemente sencilla de resolver. Excelente trabajo de los dos laterales, el recuperado Diogo y el perfectamente adaptado Ponzio. Buen trabajo una vez más de Ander Herrera que quizá va justito de fuerzas pero tiene talento y cuándo lo saca a pasear hace mucho daño a los rivales. Buena aportación del tercer Central, Edmilson, que aunque sea muy de vez en cuando aporta su clase para oxigenar la circulación del balón. Buen trabajo una vez más de Arizmendi, que con la cruz del “juliosalinismo” encima demuestra cada partido que se deja las gónadas sobre el césped y al que la afición puesta en pie ya reconoce de forma generalizada su esfuerzo denodado cada día. Y arriba, por fin buenas noticias, marcó el chupete, al que se le resistía el municipal.
En resumidas cuentas: bien, muy bien. Buena jornada y paso y medio hacia la salvación. Aún no hemos hecho nada definitivo, es cierto, pero este es el camino, esta es la única forma de sacarlo adelante. La Romareda por fin puede respirar, por fin puede levantar la vista del suelo. No hay munición para más pero si racionalizamos el esfuerzo parece que tenemos recursos para sobrevivir. Y de momento esto es todo lo que nos preocupa. Ya hablaremos de futuro más adelante. Ahora pensemos en el presente que por primera vez en mucho tiempo se ve con moderado optimismo.
Por Gualterio Malatesta
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