Vamos a morir todos | La Lupa

FC Barcelona 6 – 1 Real Zaragoza

Hace unos años, el humorista Santiago Urrialde, en una de sus imitaciones más populares y celebradas, la de Silvester Stallone haciendo de Rambo, ponía en boca del personaje frases que han pasado a la pequeña historia de la hilaridad televisiva. Frases como “No siento las piernas”, “Vienen los Charlis” o, la que nos ocupa: “Vamos a morir todos”. Sin embargo, no es en la película “Rambo” donde esa frase se pronuncia, sino en “Depredador”, donde un grupo de aguerridos mercenarios es progresivamente masacrado por una entidad extraterrestre de fiereza descomunal, que muestra en sus actos sangrientos una dantesca impiedad. Los humanos, que al principio se nos muestran como un equipo eficaz, bien armado y con una gran confianza en sí mismos, van poco a poco retrocediendo, viendo como caen uno a uno sus miembros. El pelotón, al que se le suponía el mejor nivel de combate al que puede llegar un ser humano, se convierte así en un grupo que huye por su propia supervivencia. De repente, uno de ellos, Billy, de origen indio y con un más desarrollado instinto natural, se despoja de su armamento, se detiene en medio de un claro en la selva y les dice a sus compañeros: “Ahí fuera hay algo que nos está esperando. Vamos a morir todos”. Ese mismo soldado, en algún momento del partido contra el Barcelona, se les apareció el domingo a los jugadores del Zaragoza, y fue así como se desvaneció toda esperanza.

El Real Zaragoza ha jugado muchas veces en Barcelona, tantas como veces lleva en Primera División, y casi siempre han caído derrotados. Es, si nos apoyamos en la estadística, lo normal. Pero hay formas y formas de perder. A estas alturas se ha escrito y leído mucho sobre el “set” encajado, y ya no tiene ningún remedio. El equipo salió a verlas venir, intentando mantener la compostura durante el máximo tiempo posible. Y se llegó hasta donde se pudo con la portería inmaculada. Porque ese parecía el objetivo: mantener la portería a cero, y luego a ver si sale alguna patata hacia arriba, a ver si por algún retruécano del azar, Arizmendi tenía el día, y los defensas catalanes se cortocircuitaban. Pero…¿Ande vamos así hombre de dios, ande? Pues a escaparrar, que es adonde nos mandaron.

Pero lo peor no fue el planteamiento timorato inicial, sino el descaste progresivo, la licuefacción de un equipo al que se le suponía, como a los soldados en la mili, el valor. Cierto es que delante está el mejor equipo del mundo, con un motor de creación de juego excelente, con una rapidez endiablada, con un dominio del balón exquisito y con una gran capacidad de acierto de cara a puerta, pero eso mismo es lo que te debe servir, si estás frente a ellos, como acicate, como espoleta motivadora. Al fin y al cabo son once hombres contra los que hay que luchar. Y todos los equipos de Primera División van a acabar luchando contra ellos, tarde o temprano. No hemos venido del infierno para rendirnos, para asumir lo evidente sin lucha. Cuando el marcador ya iba tres o cuatro a cero, cuando se ve llegar el catastrófico final, tienes que luchar, correr, hacer faltas, presionar, aunque sepas que es inútil para conseguir puntos, porque no es lo mismo recibir tres que seis. Una cosa es perder la esperanza, porque los acontecimientos te abruman, y otra muy distinta perder la dignidad.

Podemos volver a refugiarnos en el manido tópico de que esta no es nuestra liga, de que esto era de esperar, etc…, etc…, pero lo cierto es que no todos los equipos de esa nuestra liga recibirán seis tabas en el Campo nuevo, y ahí tenemos ya, si nos ponemos pragmáticos, una desventaja aunque sea en el golaveraje. Además, queda para siempre la mancha de una goleada como hacía muchos años que no se padecía. Ahora queda restañar heridas, y sobre todo analizar errores. Hay mucho que corregir y que mejorar, a todos los niveles. No puede ser que el equipo juegue peor ahora con todos los efectivos que antes cuando íbamos justos de personal. Ewerthon y Pennant deben despertar, y la defensa y el portero tienen también que analizarse bastante. A ver qué pasa en ese primer partido de Copa del Rey al que los abonados estaremos invitados, en un gesto repleto de magnanimidad por parte de la directiva. Invitados a pagarnos la entrada, claro. ¿Cabía esperar otra cosa de estos tipos?

Por Ron Peter

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