¡A la lucha! | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 2 Sporting

En la historia podemos encontrar muchos ejemplos de individuos que, abandonados a su suerte y sabiéndose derrotados, luchan hasta el final tirando de casta y orgullo, con el corazón latiendo a mil, porque no les queda otra opción. Las lejanas batallas de Sagunto, Numancia, o Zaragoza fueron muestras de la infinita capacidad de sufrimiento del pueblo español antes los ataques del invasor. Se sacan fuerzas de dónde no las hay, la mente y el corazón convergen con el objetivo de luchar sin desmayo hasta el final. La reacción zaragocista contra el Sporting tuvo que ver con la heroica y menos con el fútbol, porque hace bastante tiempo que no tenemos noticias en La Romareda de él. Ya sólo quedan los redaños.

El descosido Real Zaragoza como todos sabemos está bajo mínimos futbolísticos, pero además no le acompaña la diosa fortuna. La primera parte del partido contra el Sporting fue un tostón absoluto, con dos equipos de la zona baja de la clasificación, que aportan lucha y garra, pero el conjunto vacío en cuanto a calidad. Pero en esta competición de maltrato de balón salieron ganadores los gijoneses, gracias a un autogol de Obradovic, que desvió hacía nuestra portería un centro de Lora: mínimo esfuerzo, máximo premio.

La continuación comenzó todavía peor para el Real Zaragoza, porque Jarosik, tanque checo de cintura apretada, falló en un control fácil y en su intento de deshacer entuerto, acabó cometiendo un penalti y siendo justamente expulsado. Con 0-2 y la grada asaz de aguantar tanto desmán agapitista, se produjo el milagro: la moral desnutrida de los chicos de Gay se mutó en orgullo y ambición, y fueron a por el partido con gallardía y valor. Dos magníficos goles del maleducado Sinama Pongolle pusieron las tablas en el marcador y se abrió el partido. A partir de entonces se demostró que los zaragocistas saben sufrir cuando vienen mal dadas y se aguantó el dominio gijonés, aunque fueron decisivas las intervenciones del, por fin titular, Toni Doblas. El resultado final fue justo, porque premió la lucha del Real Zaragoza y castigó la modorra gijonesa.

Se podría tomar la resurrección en el segundo tiempo del equipo como un síntoma positivo, cierto. Ahora sabemos que los jugadores zaragocistas tienen bien puestos sus testículos. Pero cuando se acaba esa cualidad del aparato genital, no queda nada a lo que asirse, porque la plantilla no tiene el nivel futbolístico mínimo exigible para moverse con cierta dignidad por la primera división, y esta opinión con los lógicos matices de la diplomacia la comparte el propio José Aurelio Gay. Y más preocupante es que a pesar del enorme esfuerzo del equipo para sacar adelante los partidos contra equipos de su Liga, Hércules y Sporting, ha sido incapaz de conseguir la victoria. Ese síntoma sí que es negativo, porque ofrece una versión real de la situación actual del Real Zaragoza: últimos, con tres puntos de dieciocho posibles, y no hay que darle más vueltas, ni excusas ni paños calientes, algo en lo que nos hemos especializado en el zaragocismo, estamos en la ruina deportiva, con un futuro en forma de calendario inclemente que da mínima opción al optimismo. Gay tendrá que rebanarse los sesos, no para ser parte del suicidio colectivo que propone el fantástico imitador de Ortiz Remacha en “Crackovia”, sino para sacar un rendimiento superior a la mediocre plantilla que le han puesto a su disposición (y que él ha aceptado sin rechistar) los “liantes”, Agapito, Prieto y Herrera.

Por Jeremy North

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