El árbol sin ramas | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 0 Hércules

Los modernos divos culinarios, que abastecen con su presencia las páginas más absurdas de los semanarios de moda, inventaron el término deconstrucción para definir su novedosa forma de elaborar platos. Como intentando imitarlos, el equipo-A (A de Agapito) se aplicaron este verano a la faena de deconstruir el equipo, vendiendo y comprando, alquilando y cediendo, basándose en criterios no siempre deportivos, difíciles de entender e impregnados de un tufillo sospechoso, que nos deja entrever un mundo de intercambio de favores y alforjas, del “cómete a éste y a cambio te cederé a este otro, y así…”. Quizás sea una forma usual de proceder en el mundo de los negocios, pero al aficionado le asombra ver como entre tanto mercadeo, se olvida algo tan fundamental como es que para ganar, tanto en lo económico como en lo deportivo, tienes que construir un equipo ganador.

Y para ganar, hay que marcar goles. Por mucho que quieras practicar la autoresignación, por mucho que quieras pensar que sobrevivirás formando un equipo apañado en defensa, con un sistema de contención compacto y bien trabajado físicamente; si no tienes gente arriba que marque goles, los resultados llegarán con dificultad, o no llegarán. Este miércoles tuvimos delante de nuestras narices el más claro ejemplo de ello, con un equipo incapaz de pasar del empate a cero. Pero nadie se puede llevar a engaño, es lo que hay. Cuando plantas un buen árbol, pero le talas las ramas, difícilmente dará fruto.

Con todo, el partido fue entretenido. El Real Zaragoza salió al césped a desprenderse de esa pátina de oprobio con la que acabó revestido el día del Málaga, en el ominoso día que pasará a la Historia negra de nuestro club. Los jugadores mostráronse pugnaces, haciendo circular el balón con algunas aproximaciones peligrosas al área, que fueron respondidas también por el Hércules. Enseguida el rival dejó el control del partido en manos del Zaragoza, para acurrucarse atrás y esperar a verlas venir. Afortunadamente no vino ninguna, y el posible peligro fue sofocado por Leo Franco, quien gracias a sus paradas, lavó en parte su maltrecha imagen.

Es curioso, pero la impresión general es de mejoría respecto a otros partidos: se mostró una buena actitud, no hubo errores de concentración y no se le perdió nunca la cara al partido, pero eso no es suficiente. Arriba la carencia es manifiesta. Lafita está lejos de su mejor momento. Nunca se fue de su par y no pudo articular con satisfacción las funciones de un extremo. Bertolo mostró algo más de peligro, pero se fue apagando con el transcurrir de los minutos. Sinama estuvo estático y nunca pudo tampoco con los centrales. Marco tuvo en sus botas, una vez más, la gran posibilidad, pero no estuvo certero. Hay que seguir confiando en él. Es esporádico, se diría que no está, pero parece que la pelota le quiere, le tienta, y le ofrece esas ocasiones que son la llave de los triunfos. Ahora falta que el mozo las atine. Otra nota positiva fue el partido de Kevin Lacruz. Sin arrugarse en ningún momento, cuajó un buen partido.

Las notas positivas que se pueden extraer de la escasez son lo único que nos separa de la decepción profunda. No estamos ante un equipo acabado que inicia su decadencia. Estamos ante un equipo sin gol, incógnito y tierno que aún no ha visto su mejor momento. Lo malo es que esta situación no puede sostenerse durante mucho tiempo más. Ya se sabe como son las dinámicas negativas en fútbol, se entra fácil y se sale con mucho esfuerzo. La mala suerte llama al desánimo, y viceversa. Hay que cortar esto cuanto antes. El daño ya nos lo hicieron los del equipo-A desde arriba, deconstruyendo la plantilla, despreciando el escudo del león y transformando la casa en un templo de mercaderes. Lo más increíble es como están logrando hacer olvidar los buenos y viejos tiempos. Vaya año que nos espera.

Por Ron Peter

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