Ética, estética y estadística | La Lupa

Atlético Madrid 1 – 0 Real Zaragoza

Calificar el fútbol de expresión artística puede ser pretencioso o poco ajustado a la realidad, pero es innegable que el balompié tiene un componente estético importante y evidente.

Hoy en día, a menudo se suele imponer el segundo componente fundamental, el de la fuerza física, pero a medio o largo plazo, la calidad técnica también resulta esencial. Se puede ganar un partido por reaños, dejándose la piel, se puede apelar a la épica heroica un par de veces, quizá tres, pero no se puede basar una competición de la regularidad únicamente en el esfuerzo o la lucha.

El Real Zaragoza es una gran mentira. Se nos vendió la moto de que, puesto que era obvio que no se había conjuntado una plantilla de gran calidad, la preparación física y el esfuerzo nos convertirían en un equipo correoso y difícil de golear. El Málaga se encargó de dinamitar esa premisa.

Se pidió tranquilidad. El esfuerzo supliría la calidad. Segunda calumnia. El Real Zaragoza jugó un penoso partido en Santander dónde a la consabida falta de calidad se sumó una indignante falta de actitud.

Se nos dijo que a pesar de que no estábamos metiendo goles, era cuestión de tiempo que acabaran entrando, porque se creaban oportunidades. Y en el partido del Calderón, otrora escenario de grandes y añoradas gestas, esa tercera falsedad nos escupió a la cara. El Real Zaragoza no creó prácticamente ninguna oportunidad digna de ser calificada como tal. Todas las oportunidades del Real Zaragoza fueron tiros más que lejanos e imposibles fruto de la impotencia más que de la picardía o la intención.

Esa incapacidad queda de manifiesto en la oportunidad que nos encontramos (y decimos bien, no la buscamos, se nos apareció) alrededor del minuto 60 de partido, cuándo Sinama Pongolle es incapaz, en dos intentos, de mandar el balón entre los tres palos desde dentro del área rojiblanca. Es el mejor retrato de la debilidad y las enormes carencias de una plantilla mala hasta la náusea.

El Real Zaragoza es un desastre. Sin plantilla, sin dirección técnica, sin recursos económicos y con una asfixiante deuda que condiciona su futuro (o mejor dicho la ausencia de él) a medio o largo plazo.

Echarán a Gay, si es que encuentran algún idiota que acepte tragar con esta basura sin chistar. Ese ha sido el gran mérito de José Aurelio. Comulgar con las ruedas de molino de Agapito sin decir esta boca es mía.

Intentarán fichar en diciembre, pero soy hombre de muy poca fe. Los milagros no existen y para éste en concreto no nos hace falta la virgen, sino ella, toda su familia cercana y una corte de santos celestiales de bíblicas proporciones. Esto pinta mal, de hecho es un jaque mate en la jornada 5.

La estadística es contumaz e irrefutable. Hemos marcado 3 goles en 5 partidos y encajado 8. De los 5 partidos en 4 no hemos sido capaces de meter gol y los 3 que constan en nuestro casillero se marcaron ante un rival absolutamente relajado que llevaba un 0-5 de ventaja en el marcador. 2 puntos de 15 posibles, colistas y lo que es peor sin visos de mejoría. En esta mierda ya sólo creen los imbéciles o los que ocultan aviesa intención.

El propio Gay lo dijo. Nos falta calidad y eso, amigo mío, no tiene vuelta de hoja y muy poco remedio.

La vergonzante falta de ética de Agapito y sus secuaces jaleada por una mínima minoría de cortos mentales ha demostrado lo que la mayoría sabía hace mucho tiempo. Los libros de autoayuda mienten y el lema de “querer es poder” es simple y llanamente una gilipollez de talla XXXL. No basta con querer, sino que hay que saber.

Y la plantilla del Real Zaragoza no sabe, el entrenador no sabe y la directiva es una caterva de miserables mercaderes que rascan el forro de un club arruinado hasta conseguir acumular las 30 miserables monedas por las que han vendido nuestro futuro y la ilusión de miles de zaragocistas.

Por Gualterio Malatesta

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