GAY OVER | La Lupa
Real Zaragoza 1 – 2 Sevilla
En 1.968 el maestro George A. Romero estrenó la noche de los muertos vivientes, una estremecedora película en la que los zombies, por aquel entonces, voraces pero lentos y torpes, campaban a sus anchas por el mundo de los vivos.
Se han estrenado después decenas de películas de la misma temática, pero, de un día para otro, como en un apocalispsis cualquiera, aquellos seres putrefactos, cachazudos y zaborreros pasaron a ser rápidos y ágiles e igualmente ansiosos de una sanguinolenta dieta de carne humana.
El Real Zaragoza que jugó el domingo ante el Sevilla es la imagen perfecta de una de esas crueles hordas de erráticos y salvajes protoencefálicos. Corren como pollo sin cabeza, se esfuerzan, se vacían sobre el césped, pero no dan más de sí. Son simple y llanamente malos, con unas deficiencias técnicas escandalosas y una falta de calidad tan obvia e insalvable que no hay rival pequeño o enemigo a nuestro alcance.
Su entrega no es reprochable y apelando al esfuerzo y la entrega pueden salvarse algunos envites concretos, pueden hacerse heroicidades específicas que nos induzcan a pensar que el virus necrótico que les infecta es reversible. Pero no es así. Se acabaron las medias tintas y las mentiras camufladas de media verdad. Esta plantilla es la peor plantilla que un servidor ha tenido la desgracia de ver en su dilatada carrera como socio del Real Zaragoza.
“NoMarco” Pérez no es jugador de fútbol, BR9, el jugador anteriormente conocido como Braulio, no le mete gol ni a la Puerta del Carmen, Edmilson quizá fue útil, pero hoy es una triste sombra incapacitada para dar la talla sobre el césped, Diogo es una bomba de testosterona con una capacidad técnica y de concentración bajo mínimos… y podríamos seguir ad náuseam porque probablemente nadie es salvable en este desastroso cúmulo de mediocridad que nos representa.
El partido ante los del Pizjuán fue un triste reflejo de nuestra usual impotencia. Reforzamos la estrategia defensiva hasta límites surrealistas, con 5 zagueros y 3 pivotes defensivos en el medio, que ríase usted del “tribote”. Y a pesar de eso nos meten gol. Siempre nos meten gol, un partido tras otro. Y si ya era difícil ganar, debido a nuestra más que evidente impericia e ineficacia ofensiva, remontar los partidos se convierte en una misión tan imposible y reiterativa como la de aquel mítico Sísifo.
Montar el cadalso culpabilizador es inevitable y elegir a la víctima, sencillo. Gay será cesado, quizá no hoy, pero sin demora. No sé si eso será solución, porque creo que cualquier entrenador del mundo fracasaría con esta plantilla tan horrorosa, pero me temo que es inevitable y hasta lógico, porque la situación es insostenible.
Sin embargo, el hecho de que Gay cometa torpezas propias de su inexperiencia, su falta de carácter y poca cintura y la reiteración de errores en la confección del 11 inicial y de los cambios durante el partido, lo convierten en un entrenador obtuso e ineficaz, pero no en culpable.
La certeza de que ha decidido callar y tragar con los turbios manejos de una Presidencia y una Secretaría Técnica que ha confeccionado la plantilla más esperpéntica y con la peor ralea cualitativa de la historia del zaragocismo lo convierten en medroso cómplice, pero no en culpable.
Los culpables son legión, muchos, con una sola voz. Los responsables son Agapito y su caterva de inoperantes extraordinariamente renumerados directa o indirectamente por el inescrutable mundo de las compensaciones y comisiones pero, por desgracia, para ellos no hay patíbulo, a pesar de que su delito es de lesa majestad y concluirá con la destrucción del propio Club.
Ojala el sacrificio de Gay sirva para algo. Ojala ese golpe de mano, ese giro de timón pudiera enmendar el descenso a los infiernos, pero lo dudo. El daño está hecho y es irreversible. Tenemos el peor equipo de primera división y eso es prácticamente imposible de reparar y tiene consecuencias. Me temo que con Gay o sin él, el juego ha terminado y el “Gay over” del título dará paso al game over definitivo de esta temporada y quizá de la Institución. Si hubiera dios, yo iría comenzando a rezar…
Por Gualterio Malatesta
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