Soy el Señor Lobo… | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 1 Getafe

Tres tipos en un coche. En el asiento de copiloto, Jhon Travolta habla y gesticula con una pistola en la mano, hacia el que está detrás. Y claro, pasa lo que pasa, disparo accidental, sesos esparcidos por toda la tapicería. Todo un problema, un serio problema. Y poco tiempo, muy poco, para resolverlo. Al final, hay que llamar a Harvey Keitel, “Estoy a treinta minutos de allí. Llegaré dentro de diez”, y a los nueve minutos y cincuenta segundos se presenta: “hola. Soy el Señor lobo. Soluciono problemas”. Y no resulta fácil, pero lo consigue. El máximo mandatario del Real Zaragoza, Agapito, hace tiempo que empezó a disparar, metafóricamente hablando, contra la cabeza del pasajero, y también encontró a su señor Lobo, Javier Aguirre, quien sin ponerse nervioso, va luchando como puede por encauzar a este equipo por el camino de la permanencia.

Con la misma calma con que Keitel le pide a Tarantino que le sirvá café, Aguirre mantiene la cordura en un mundo lleno de tensiones, de noticias sobre compras y ventas y de trifulcas entre tahúres de corbata. Asimismo, al igual que hay que ejercer cierta autoridad sobre dos pistoleros para que limpien un coche con cadáver dentro, cubran los asientos con mantas, y se desnuden para ser duchados, también hay que dirigir un vestuario con veinte tipos a quienes hay que convertir en eficaces máquinas de supervivencia. Y poco a poco lo va logrando. El Real Zaragoza se está transformando en su feudo en un equipo sólido y lo que es mejor, fiable; es decir, aquel en quien se puede confiar, en quien se puede creer.

Y es que no basta la calidad, ni la robustez, ni la confianza, para vencer. Hay algo más, o la suma de todo, y que es intangible, que no podemos percibir más que en forma de señales intuitivas. Ese algo que nos decía el lunes que el Getafe iba a perder, porque lleva escrita esa suerte misteriosa de los equipos en declive, y el Zaragoza en cambio iba a llevarse el gato al agua, porque sabe sufrir tras llevar todo el año haciéndolo, y porque ha aprendido que aunque tarde, el esfuerzo se puede ver recompensado.

Es una explicación poco racional, claro está, pero a veces no queda otra, pues durante el encuentro las sensaciones no fueron en absoluto tranquilas. La primera parte fue zaragocista por completo, con un equipo serio, manejador del balón y con acierto de cara a puerta. El rival se deshacía por momentos, y a veces los jugadores se mostraban descolocados o sin saber qué hacer. Pero su gol en el descuento de la primera parte les dio más que vida. Eso, y los errores del arbitraje en una serie de jugadas no fáciles, hizo que el partido se volviese loco, y cualquier cosa podía pasar. Hubo penalties no pitados, juego sucio no sancionado (sufrido por Bertolo) y anécdotas extradeportivas. Por cierto, en otro síntoma del signo de la desgracia, el Getafe se quedó con un hombre menos por lesión tras haber agotado los tres cambios.

Fueron tres puntos vitales, con los que se contaba para la salvación. Un objetivo que se conseguirá si no se cede en el ritmo adquirido. A veces da la impresión de que este equipo podría no haber sufrido tanto en esta liga, que se han cometido muchos errores, y que se van subsanando, muy poco a poco. Es como si estuviéramos comiendo un plato mal precocinado, metiéndolo en el microondas poco a poco para ver qué recuperamos. ¡Quién iba a decir que el fichaje de Da Silva sería una buena idea porque se iba a lesionar un central!¡Quién iba a pensar que Uche sería tan decisivo en el cambio de juego! Al entrenador Aguirre le salen las cosas y cada día se gana un poco más de admiración por nuestra parte. Incluso en el caso de los balones lanzados al campo llevó la iniciativa de la palabra y de la disculpa. Justo como el Señor Lobo les decía a sus acompañantes: “Si por alguna casualidad, durante el trayecto nos para la policía, Vds. no abran la boca y dejen que hable yo”.

Por Ron Peter

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