Vuelva usted mañana | La Lupa

Real Zaragoza 3 – 2 Mallorca

Reflejando con tino los vicios de la sociedad española de su tiempo, Mariano José de Larra escribía en 1833 un artículo en el que un caballero extranjero pretendía hacer unas gestiones en nuestro país. En vez de rapidez y eficacia, recibía en muchas ocasiones la respuesta “Vuelva Usted mañana”. En la vida cotidiana, esa frase la empleamos para diferir en el tiempo acciones u obligaciones que se nos hacen pesadas. El domingo, en La Romareda, el Real Zaragoza le dijo al diablo “vuelva Usted mañana”, a pesar de que el susodicho ya llamaba a las puertas con avidez, trayendo en sus alforjas cualquier cosa menos regalos.

Desde luego, este año no podemos decir que nos estemos aburriendo en La Romareda. Cualquier cosa puede suceder. El partido que nos tocó vivir en esta jornada, es posible que pase a nuestra pequeña historia, que se adhiera con cierto poso al imaginario colectivo zaragocista. No por ser un triunfo brillante ni absoluto, ni por los goles, ni por el juego. Fue un partido entretenido por la tensión de las circunstancias, sin concesión ninguna al deseo de ver buen fútbol (algo que hoy, lejos de los tiempos de sobranza, resulta casi una pamplina insustancial). Fue un partido con un final explosivo, un final con lágrimas de alegría.

Había que ganar como fuera. No había otra. La situación del equipo, colista tras nueve jornadas, con cuatro empates como único bagaje, no podía sostenerse por más tiempo. Asumidos ya los condicionantes de la mala confección de la plantilla, de los errores arbitrales, de haber tenido que jugar contra Barcelona y Valencia, había que sacar contra el Mallorca, algo positivo. Existía en el ambiente cierto optimismo, tras la adopción del sistema de cinco defensas, y la observación de cierta mejora en la consistencia anímica de los jugadores. Pero había que refrendarlo.

No pudo empezar peor la cosa. Como en el chiste clásico en el que el herido que va en camilla se cae por la torpeza de los enfermeros, lo que nos faltaba es que llegasen, nos metiesen un gol con la mano, y encima lo diesen de legal. Pues pasó. La indignación en la grada estalló. La impotencia teñía de amargura las quejas del respetable, incapaz de resignarse. No estaba jugando mal el Zaragoza, que había salido con actitud y con un par de acercamientos de riesgo. El equipo no se arredró, y siguió en la brecha. El empate llegó tras el descanso, devolviendo la esperanza. Poco duró, pues en un nuevo zarpazo, el Mallorca se volvió a adelantar. Pero no era justo, no. Y al final, en nueve minutos vertiginosos, lo nunca visto, empate y con ya cumplido el tiempo de descuento, la justicia que por fin aparece. Falta máxima, y en el momento de la verdad, el jefe Gabi, asumió y marcó, haciendo que la tensión reventase por el lado que debía, y se extendiese la alegría sobre los desgraciados, como contenido chorro de agua sobre boca de sediento.

“Vuelva Usted mañana”, seguiremos oyendo de los indolentes, de los deudores, de los que tienen cosas ajenas y no nos las quieren devolver. Pero mientras tanto, nosotros, al menos hoy, le decimos a la alegría bienvenida, que ya era hora. Y mañana, mañana será otro día.

Por Ron Peter

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