La mar de la tranquilidad | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 0 Real Sociedad

La luna, esa luz blanca y brillante que vemos por la noche en nuestros cielos, ha suscitado siempre la curiosidad del hombre. Ya en el siglo XVII, Galileo Galilei distinguió en sus visiones por telescopio como la luna presentaba unas regiones superficiales más oscuras que otras, a las que llamó “mares” por su aspecto plano y sin cráteres. Uno de ellos, el denominado “mar de la tranquilidad”, fue elegido siglos más tarde para ser el punto donde por primera vez el ser humano pisó nuestro satélite. O al menos eso dicen. Todo el mundo, en un momento dado de su existencia necesita su propio mar de la tranquilidad, un lugar donde llegar, donde aparcar los sobresaltos y tensiones, dotando de un envoltorio de serenidad al estado de la situación.

Aún con la presunción de quien anda más esperanzado que convencido, podemos afirmar que el Real Zaragoza se encuentra, aunque sea por un instante tan fugaz como las estrellas de las noches de agosto, en el momento más tranquilo, deportivamente hablando, de los últimos tiempos. Se acaba de conseguir la segunda victoria del curso, que da nueve puntos en siete partidos, y que muestra claramente que la evolución del equipo es buena, que hay una progresión y que se va por el buen camino. Es una noticia excelente.

Si echamos la vista atrás y recordamos los partido contra Real Madrid y Rayo, resulta evidente lo lejos que estábamos entonces de ser un equipo de verdad. Es pasmoso ver como día a día, poco a poco, con trabajo y paciencia, se van engranando las piezas y los jugadores se van conociendo y van creciendo. Durante algunas fases del partido contra la Real Sociedad, el control del Real Zaragoza se plasmaba en series de pases más largas de lo habitual, señal que revela la confianza y seguridad que este equipo va adquiriendo. Y aunque en alguna ocasión se perdiera ese control, el rival nunca creó verdadero peligro.

Además, La Romareda, que ya tenía un héroe en Roberto, le abre los brazos a Helder Postiga, protagonista sin duda de la jornada. Su gol de chilena, que ya está dando la vuelta al mundo, nos retrotrae a un tiempo en el que de vez en cuando, en el campo, veíamos estas cosas. Hace tanto que hasta se ha olvidado la entrañable costumbre de sacar los pañuelos blancos ante una jugada o gol excepcionales, aunque alguno se vió. Junto a Postiga, es grato observar como avanzan los Meira, Luis García o Juarez. Por poner un “pero”, quizás la plantilla resulte algo corta ante una eventual plaga de lesiones.

Por otra parte, y cambiando de tercio, el fárrago extradeportivo continúa. Agapito, Prieto y “los otros” parecen especializarse en el terreno de los fichajes paranormales. Contratos que se convierten en materia oscura, pactos que según a quien se pregunte existen y no existen a la vez (como en la mecánica cuántica), documentación que se envía y nunca llega (¿saltos al hiperespacio?), jugadores que parecen provenir de un sitio y vienen de otro en el que nunca estuvieron (mundos paralelos o antimateria?), o fichajes realizados por fondos de inversión que se anticipan a sus propios propietarios, lo cual sugiere que o bien Agapito va más rápido que sí mismo (¿quizás va montado en un neutrino?) o bien, el propio fondo adquiere vida propia. (un simple poltergeist). Pero no se acaban ahí los líos de la SAD, recordemos además la amenaza fantasma del caso Matuzalem, el desbarajuste sociocultural de Esnaider en el filial o la increíble historia de un hombre llamado Braulio. En fin, para mear y no echar gota.

Con todo, y esto ha sido siempre así, mientras la pelotita entre, todo irá bien, y de eso se trata. Una vez más tocan alabanzas para Aguirre, por conseguir aislar a sus jugadores de todo este ruido ambiental, y por ir componiendo un conjunto solvente a partir de hombres que, o bien eran desconocidos, o bien habían quedado descolocados en sus clubs de origen. Ahora llegan partidos difíciles, más piedras de toque para este grupo que empezó de cero, que llegó a un club tocado por las batallas y que ahora, al igual que la luna en su noche eterna, nos invita a pensar en que las pesadillas del pasado se pudieran convertir en sueños allí, en el mar de la tranquilidad.

Por Ron Peter

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