Eram quod es, eris quod sum | La Lupa

Celta Vigo 2 – 1 Real Zaragoza

No. No es una belicosa arenga ni una sesuda reflexión filosófica. Es la concisa, triste y realista constatación de un hecho. Es un epitafio que traducido al román paladino dice “era lo que eres, serás como soy”

Las cosas son como son y más allá de las previsiones, los deseos y las teorías hay algo inmutable que es la cruda y tozuda realidad. Y esa realidad deja al Real Zaragoza desnudo ante sus continuas miserias.

Somos un simple eslabón de la hedionda podedumbre que domina desde hace años al fútbol español. Un supuesto deporte que nuestros fraudulentos políticos repartieron en jugosas porciones a los miserables especuladores que mantenían su bien organizada trama de dinero negro, con oscuros beneficios para los organizadores y funestas consecuencias para los que lo vivían con pasión.

Los mercachifles más variopintos se hicieron con las riendas de los equipos pero no por el bien del balompié, sino de cuasidelictivos intereses pecuniarios, en un teatrillo camuflado en aparente competición equilibrada hecha a mayor gloria de merengues y culés que se convirtieron en los reyes de ese maremagno de impunidad y en la que los adláteres servimos de relleno, de condimento a una competición cuya única meta es que los 2 grandes lleguen un año tras otro a la fase final de las competiciones europeas.

Y nos tocó en suerte un miserable especulador que ante el estallido de la burbuja inmobiliaria vio en la intermediación futbolística el lodazal adecuado para sus trapicheos que rayan la ilegalidad. Y ese veneno es, a la larga, mortal de necesidad. Semejante cúmulo de miserias tenía que tener consecuencias, no para el actor principal, claro, pues para eso están las leyes que suelen todo arreglar, sino para los desinformados y confiados seguidores que una vez se creyeron parte importante de esta triste manipulación.

Se veía venir y no hacía falta ser ni muy listo, ni demasiado pesimista, bastaba con no negarse a ver la realidad. El sí se puede, el remar todos unidos y sobre todo el orgullo de un bonito pasado de dignidad nos ha mantenido a duras penas vivos hasta esta temporada, entre añoranza y esperanza de un retorno, pero todo tiene un final y el nuestro se anuncia muy triste. A base de cabezazos contra el muro del escogido autoengaño hemos resistido y hemos creído, pero ya no quedan ni clavos ardiendo a los que agarrarse.

El Real Zaragoza es el cadáver que anuncia que fue y nos advierte de lo que seremos.

El partido del lunes en Balaidos fue indignante, lamentable e insoportable. No jugamos a nada, somos un juguete roto en manos de cualquier rival por modesto y torpe que sea, al que le bastará con bombear unos cuantos balones al área blanquilla para marcarnos gol ante la peor defensa de Europa y un portero que no sale a coger un balón aéreo ni aunque le obliguen. Un portero al que quizá convendría explicarle que parar el balón dentro de la portería no vale y que puede tocar el balón con la mano dentro de su área.

Un equipo sin alma, roto y apático que fue arrasado por la voluntad del hasta ese momento colista, una voluntad carente de técnica, pero digna, de esa dignidad que hace que sigas de pie cuándo en el vacio interior solo el orgullo te hace seguir de pie y de la que el Real Zaragoza adolece. No parece que Jiménez pueda aportar ya nada distinto, no parece haber un cambio de sistema adecuado cuándo los mimbres son tan lamentablemente malos y escasos, no parece en definitiva que este año haya lugar al milagro.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que cuándo faltan los medios queda la garra, queda el corazón. Nuestro equipo carece de medios, de garra y de corazón. Nuestro quipo es solo una errática sombra de lo que debería ser un equipo que pretende competir con seriedad. Y el limitado discurso del míster sobre testosteronas y decimonónicas hombrías rojigualdas poco efecto tiene ante una cuadrilla de mercenarios a los que igual les da el color de la camiseta de turno.

Y ya no creo en las arengas y la aleatoria búsqueda de culpables. Esto es el resultado de hacer las cosas muy mal y muchos años. No nos rendimos, nos obligan a abandonar. No nos vamos, nos echan. Ya no quiero seguir participando en esta deleznable feria de engaños, manipulaciones y mentiras consentidas. Las cosas son como son y no queda otra que asumirlo.

Por Gualterio Malatesta

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