La importancia de las formas | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 0 Hércules

El fútbol ofrece en ocasiones situaciones muy contradictorias, como se pudo comprobar ayer a la finalización del partido en la Romareda. Un empate sin goles, que frena la escalada del equipo blanquillo, aportó muchas más razones para el optimismo que la racha de tres victorias consecutivas que se encadenó en el otoño pasado. La razón reside en que, como en muchos otros aspectos de la vida, las formas en que se realiza una actividad son en ocasiones tan importantes como lo que se pretende conseguir. Un grupo de trabajo con una idea clara de lo que quiere, comprometido con ella y aplicado en el campo puede tropezar, como es el caso de ayer, pero alcanzará el éxito más veces de las que fracasará. Un grupo desnortado, apático, podrá conseguir éxitos puntuales pero se desmoronará a las primeras de cambio, como un castillo de naipes a la primera brisa.

En una nueva semana de chirigota en oficinas y planta noble, que no conviene dejar de lado ni olvidar, el zaragocismo miró al partido del domingo como esperanza para encontrar algo de luz en el panorama catastrófico que es la realidad diaria del club. Los últimos resultados, y el pequeño cambio atisbado en un grupo que hasta finales de año perpetraba auténticas tropelías futbolísticas en el prado, hacían albergar cierta ilusión al aficionado blanquillo. Quizá no era gran cosa, pero dada la anemia de alegrías deportivas que esta sufrida afición viene padeciendo, esta ligera mejoría fue agua de mayo.

El resultado final no pudo sino dejar regusto amargo entre la afición y la plantilla. Una oportunidad de oro para rozar el ascenso directo e incluso el liderato (lo que habla horrores de este chiste de categoría que es la Segunda División) se había escapado entre los dedos. Pero esta amargura resultó más llevadera al comprobar que el equipo había mantenido ciertas mejoras observadas en los dos partidos precedentes. El Real Zaragoza mereció mucho más el premio de la victoria que, por ejemplo, ante Las Palmas o el Córdoba.

Se observó a un equipo que, a pesar de sus todavía evidentes limitaciones, fue a por el partido, estuvo serio, abrió juego por bandas y quiso dominar el encuentro. No cejó en su idea durante todo el partido, aunque en el tramo final de la segunda parte se apreciara un bajón en el nivel mostrado. Falcón realizó un gran partido y fue el principal artífice del punto logrado por el cuadro alicantino, que se mostró ordenado y concentrado.

En los últimos tres partidos, en especial en los dos celebrados en la Romareda, se ha observado a un equipo más conjuntado, más trabajado y con una idea de lo que quiere. Parece atisbarse una tendencia positiva sobre todo en el juego. Habrá que esperar al partido ante el Mirandés para confirmar estas sensaciones, sobre todo en un partido de los que este año más se han atragantado al equipo zaragozano. Miranda es una prueba de fuego para esta recuperación incipiente. Mantenerse firmes en la idea de juego, y aplicarla de nuevo en el campo con resultado positivo fortalecería mucho al equipo.

Sin embargo, esta renacida y ligera ilusión no debe ocultar que todavía hay que trabajar mucho el equipo para tener verdaderas opciones al ascenso. Hay que mejorar la pegada arriba, bien sea con una improbable incorporación o con una mejora del rendimiento de lo que se tiene. Se debe subir todavía más el listón defensivo (pese a la superioridad de ayer, el Hércules dispuso de un par de ocasiones bien resueltas por Leo Franco). Por último, Herrera debe trabajar más su lectura del partido y los cambios a realizar. Estos cambios no suelen causar efecto destacable en el juego, y en algunos casos resultan incomprensibles (como el cambio de Roger con empate o que Luis García acabara el partido).

En todo caso, parece que en las últimas jornadas se están poniendo los cimientos para un equipo reconocible. Las formas con las que se está tratando de conseguir resultados dan razones para ser moderadamente optimista. Esperemos que el partido en Miranda permita ahondar en dicho optimismo.

Por Kicooper

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