Jugando con el jarrón de la Dinastía Ming | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 0 Jaén

Un gol en el último suspiro, aunque sea autogol del defensa rival, es siempre motivo para la euforia temporal. Se dispara la adrenalina y durante unos segundos todo parece perfecto. Sin embargo, resulta como mínimo irresponsable estirar esa euforia más allá de esos breves momentos de lógica explosión de alegría. Conviene no perder perspectiva de todo lo acontecido en los minutos previos, para sacar de ello más rendimiento que los tres puntos obtenidos, importantísimos sin duda para la salvación, que debe ser el único objetivo que se tenga ahora mismo en mente.

Esta temporada, tras una sucesión de despropósitos, ha colocado al Real Zaragoza al borde del precipicio, poniendo en entredicho la propia existencia del club. Como un niño jugando con el jarrón de la Dinastía Ming, la más preciada herencia de la casa. Sus aterrados padres observan como el jarrón se balancea de un lado para otro, con su integridad seriamente comprometida.

El partido de ayer estuvo a muy pocos segundos de acabar en tragedia. Nació mal, con una errónea elección táctica por parte de Víctor Muñoz. Lejos de jugar con dos puntas, como se apuntaba previamente al partido, el entrenador blanquillo mandó a la banda a Henríquez, donde el chileno no aportó gran cosa. Junto con ello, varias modificaciones tácticas también tuvieron un efecto negativo, como retrasar la posición de Luis García (o no retrasarla suficientemente, junto a Barkero, a la zona de banquillo) o no sustituir a Rico, que cada día que pasa baja más su nivel de juego.

La euforia general tras el gol puede que haya llevado a hablar de una aceptable primera parte, o de los lanzamientos al palo e intervenciones del portero jienense. Sin embargo, no se comenta seguidamente que entre todos los balones al poste, solamente el de Montañés fue fruto de un lanzamiento tras jugada trenzada, siendo el resto centros que se envenenaron. Entre las intervenciones de René sólo una tuvo realmente mérito, siendo el resto fruto de buena colocación ante remates muy blandos.

La segunda parte, pese a un mayor orden, tampoco supuso una gran mejoría ni una serie de ocasiones de gol que hicieran pensar en que la victoria fuera inevitable. Sólo la fortuna, y la insistencia de Montañés y Roger (los mejores ayer), permitieron lograr una victoria que, eso sí, vale su peso en oro.

Es de justicia destacar que desde la llegada de Víctor Muñoz, se han enlazado 8 puntos de 15 posibles, acumulando 4 jornadas sin perder. Del mismo modo, se observa cierta mejora en la intensidad de varios jugadores, y algo más de competitividad. Son números y mejoras que han permitido ver el futuro con menos agobio.

Esta mayor calma debería suponer el escenario ideal para aumentar el nivel de autocrítica y trabajar mucho más en la solución de errores. También es fundamental insistir en que el objetivo es la salvación, por lo menos hasta que esta sea matemática. Hablar de playoffs, que vista la calidad y regularidad de la plantilla son una quimera, no hace ningún bien ni a jugadores ni a afición.

El jarrón de la dinastía Ming ha dejado, por el momento, de zozobrar. Es necesario que alguien lo asegure a su peana de inmediato, y a ser posible que el dueño lo venda lo más rápidamente que pueda a alguien que lo cuide como es debido, lo adecente y lo coloque en la urna que le corresponde. Porque si alguna vez cae, la pérdida será irreparable.

Por Kicooper

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