La maldición del gato | La Lupa

Barcelona B 1 – 0 Real Zaragoza

Es ésta mi primera Lupa, y la verdad es que ando tenso y preocupado; una “Lupa” no es una “Crónica”, mis antecesores pusieron el nivel muy alto y para colmo me toca hacerlo en el primer momento crítico de esta larga temporada en el infierno. Y no se por qué extraña causa ha venido a mi cabeza la imagen del pobre gato que algún bromista lanzó el sábado al “Mini-Estadi” cuando el partido ya agonizaba y que posiblemente aportó algo de hilaridad a un momento en el que los zaragocistas andábamos con la moral por los suelos y los ánimos destrozados. El Zaragoza, en pura teoría, debía de pasearse por la Liga Adelante como gato entre ratones, es decir, mostrando superioridad y dando miedo, paseando su poderío por los distintos “estadios de plata” de España con la elegancia y el porte propio de los felinos. Pero al pensar en los gatos también han resurgido, curiosamente, en mi recuerdo los dibujos animados de Hanna & Barbera que veía en mi infancia, en concreto aquéllos en los que un gato con acento andaluz llamado Jinks era llevado literalmente por la calle de la amargura por los ratones Pixie & Dixie, quienes sin el menor complejo se reían continuamente del minino en sus mismos bigotes. La misma productora creó al gato Tom, un felino absolutamente incapaz de salirse nunca con la suya en su constante y frustrada pretensión de cazar al ratón Jerry, mientras que la Warner Bross también nos mostraba al cursi canario Piolín ridiculizando episodio tras episodio a Silvestre, a quien llamaba con cruel infantilismo “dulce gatito”.

Algo parecido vimos el último sábado en el “Mini-Estadi” del Barcelona, donde unos adolescentes imberbes e inexpertos torearon y redujeron a la nada a esa especie de mezcla de viejas glorias y pipiolos en que han convertido a nuestro Real Zaragoza. Paco Herrera, desde que llegó, viene hablando de querer la pelota, jugar al toque y elaborar fútbol, pero en la frustrante noche que puso fin al mes de agosto los únicos que cumplieron la receta del entrenador de los maños fueron los chicos de Eusebio Sacristán. Y mira que nuestros jugadores tuvieron la ocurrencia de salir al campo vestidos de blanco, camuflaje que no sabemos si terminó incentivando a los “cachorros” blaugrana o sencillamente resultó una argucia incapaz de engañarlos en cuanto vieron no eran precisamente Cristiano Ronaldo, Isco y Benzemá los rivales que tenían enfrente.

Yo he de confesar que me ilusioné con la llegada de Paco Herrera; su curriculum incluía el reciente y brillante ascenso del Celta, a la vez que tras tantos años de pelotazos uno es lo suficientemente ingenuo para dejarse engañar con promesas de exquisiteces. De hecho, y puestos a reconocer debilidades, he disfrutado con las últimas ruedas de prensa dadas por el mister blanquillo antes de los partidos: habla mucho de fútbol, parece sincero, personaliza bastante, se le ve buena gente y promete que las cosas van a comenzar a funcionar pronto. Pero, y ya van tres veces, cuando llega la hora de la verdad en el equipo no se ven reflejadas las teorías que nos cuenta Herrera y sobre el césped se ve un equipo sin alma, unos jugadores que parece que no se aclaran, una defensa que reitera los fallos de años anteriores, un mediocampo que no crea y un ataque blandito e inofensivo. Y aunque estemos todavía en los primeros pasos de la temporada, habrá que empezar a pedirle explicaciones a D. Paco Herrera, porque muchos no entendemos ese empeño por hacer experimentos tácticos que no dan resultado, su conformismo a la hora de decir que puede salir adelante con lo que tiene, algo que no se cree ni el niño que sale en brazos a hacerse la foto con su ídolo o la recalcitrante presencia de Luis García en el once titular y su empeño porque renovara cuando lleva años dando tumbos por los campos de fútbol. Porque además, Herrera, tras ponernos los viernes en la boca el caramelo del buen fútbol y el progreso del equipo, los sábados después del chasco aparece con cara de pena y avisos de cambios de sistema … cuestiones que tal vez acrediten sinceridad, pero que a los aficionados nos llenan de desconfianza.

Todavía llevamos tres partidos, y hay equipos de nuestras mismas aspiraciones igual de mal que nosotros, incluso alguno casi en coma, pero ni las sensaciones del equipo son buenas, ni la paciencia de la afición infinita, y desde la última derrota a más de uno nos están temblando las piernas. No me fijé si el gato barcelonés del sábado era negro, aunque espero que lo fuera o no, no intensifique la maldición que desde hace tiempo ha caído sobre nuestro club; en cualquier caso, el gato zaragocista se ha convertido en un minino mimado, fondón, ridículo e inofensivo y o alguien le enseña el papel de tigre doméstico, aunque sea de segunda, o los ratones seguirán partiéndose el espinazo cada vez que salga de paseo.

Por Falçao

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