No es cuestión de testosterona | La Lupa

Real Zaragoza 1 – 0 Girona

Desde el desanimante empate de última hora en Riazor el Zaragoza no había hecho más que provocar disgustos a los aficionados; cada fin de semana la humillación ha venido siendo mayor y en el corto espacio de un mes hemos visto como nos remontaba dos goles un equipo que ahora ocupa plaza de descenso, éramos aplastados en Ipurúa, ridiculizados por el Numancia y bailados por unos jugadores que hace pocos meses peleaban en 2ª B y frente a los nuestros parecían el Barça. Ante el Girona el equipo se superó en el desastre futbolístico y solamente un rival de nivel subterráneo y cierta dosis de fortuna lograron el milagro de que los blanquillos desempolvaran la costumbre de sumar tres puntos. Como el ambiente andaba tenso, el bueno de Paco Herrera tiró de desahogos y emulando a su antecesor en el banquillo maño le dio por presumir de atributos… algo que no sirve para devolver ilusiones a nadie, pues la afición zaragocista quiere otra cosa: no necesita de exhibiciones ni osadías, sino que aspira a que su equipo, del que ya es consciente que de calidad no anda precisamente sobrado, se muestre en el campo como un grupo ordenado, constante, conjuntado y que sabe lo que quiere, una utopía en el Zaragoza actual y que no se consigue con testículos sino con trabajo.

He escuchado a alguno de esos comentaristas ocasionales reprochar a la afición zaragocista el que la fría tarde del domingo pasado se tomara a chirigota a su equipo; efectivamente no deja de ser triste contemplar el deprimente espectáculo visto sobre el césped, que solamente dio lugar a paradójicas peticiones de selección, gritos de olé cargados de ironía y hasta una ola con más amargura que otra cosa. Pero ya nada se le puede exigir a unos aficionados que estuvieron dispuestos a enfrentarse a temperaturas glaciales para contemplar como su equipo sigue anclado en la infamia deportiva; incluso cabe pensar que el feroz cierzo que sopló estos días en la capital aragonesa no es más que el sonido del dolor inaguantable de uno de nuestros “hechos diferenciales” ante la situación del equipo de fútbol que la representa. Es la afición blanquilla la que puede presumir de testículos, pues hay que tenerlos “bien puestos” para seguir aguantando semana tras semana un drama que se va prolongando desde 2007.

Tras el gol de Alvaro González, no exento de suerte, polémica y hasta cierto suspense, varios colegas de sufrimientos zaragocistas me comentaron que casi ni se habían alegrado… yo les dije que mis sentimientos andaban paralelos a los suyos, pero he de admitir que en realidad me estaba autoengañando –y puede que en el fondo ellos también-, porque, como bien decía el protagonista de “El secreto de sus ojos”, “uno no puede cambiar de pasión” y un gol del Zaragoza me alegra aunque sea el del honor. Pero semejantes manifestaciones no son sino un signo más de la profunda depresión colectiva que sufrimos los zaragocistas, a quienes solamente nos faltaba que se nos quiera consolar con referencias al “androceo”.

El encuentro de ayer tuvo su parte positiva, y es que hacía mucho tiempo que no observábamos un fin de partido con cuatro canteranos sobre el césped; no se trata de ser ventajista, ni de engrandecer exageradamente las virtudes de estos chicos, pero no deja de dar cierta pena que se hayan tardado quince jornadas en descubrir la progresión de Rico, el saber hacer y estar -¡la madurez!- de Tarsi, el plus evidente de compromiso, y acierto de Laguardia respecto a Paredes y la chispa y audacia, no exenta de clase, de Diego Suárez. Este es el camino, y estos mozos tienen además la ventaja de ser de aquí, de sentir los colores… y a estas cualidades sí que se pueden añadir la dosis de la que hablaba el mister en rueda de prensa.

Daba gusto ver la ilusión y la emoción de nuestros “cachorros” particulares tras el gol de Alvaro y cuando tras el pitido del árbitro se consumó la pírrica victoria: muchos años de fútbol te enseñan a distinguir el compromiso de la rutina, el sentimiento de la pose. Haría falta que sus compañeros más veteranos siguieran el ejemplo, que Barkero peleara los noventa minutos, que Abraham dejara de pensar en buscar otro equipo, que Alvaro aterrizara de una vez, que Víctor fuera constante, que Cidoncha, Roger, Fernández… se dejaran de teorías y no tuvieran miedo a asumir responsabilidades. Porque eso de poner “un par” no deja de ser un recurso puntual, el exabrupto de un momento emotivo, simple palabrería… el Zaragoza necesita trabajo, seriedad, rendimiento constante, honestidad, transparencia… justo de lo que ha carecido desde que cambió de propietario. Porque ante la crisis institucional, social y deportiva de mi equipo, si se saca a colación la testosterona , lo único que se me ocurre es eso de “¡manda huevos!”.

Por Falçao

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