Que acabe esto cuanto antes | La Lupa

Real Zaragoza 2 – 2 Sabadell

Hace tiempo que en La Romareda no se veían tantas caras de alegría en un descanso. La gente estaba complacida, gustaba lo que se había visto en el terreno de juego. Un Zaragoza sin complejos ni ataduras había salido a comerse el partido. Aceptando el clásico rol de equipo local, por fin jugaban para ganar. Pero no era el día del Real Zaragoza. Ni el día, ni el año, ni la década. No hay manera. Sinceramente, no sé qué cosas positivas se podrá recordar de estos años.

A mitad de la primera parte, el equipo ganaba ya por dos goles a cero, habiendo llegado a puerta con frescura y ambición en al menos otras dos ocasiones. Con los jubilados fuera del once inicial, Víctor Rodríguez, Montañés y Roger imprimían velocidad y a base de toques y pases cortos, se descosía la defensa del Sabadell. La entrada de Tierno fue también una llave para la esperanza. Por fin un centrocampista en el centro del campo.

En otras épocas, libres del siniestro designio que flota sobre nuestros tiempos, el asunto podría haber terminado con un rosario de goles para el rival. El horno estaba para bollos, pero salió un pastel amargo y quemado. Anclados en esa falsa seguridad de una victoria desacostumbrada, los jugadores olvidaron el buen hacer, se dejaron mandar por el Sabadell, y trataron de jugar a la contra. No salió bien. Al final llegaron los dos goles, uno detrás del otro, que reducían la ganancia y la cancelaban.

El equipo jugó bien medio partido. Fue una pena porque se podía haber prolongado un poco más ese intento por maquillar la temporada. Hasta ayer las matemáticas te seguían brindando ese capote, inmerecido pero factible, de engancharse a una posibilidad de ascenso. Por Dios, o por cualquier Entidad Suprema Equivalente en la que podamos creer, que acabe esto cuanto antes.

No hay nada que rascar. A estas alturas ya se ha dicho todo lo que se tenía que decir. No hay remedios milagrosos ni esperanzas que mantengan aún credibilidad. La plantilla está descompensada desde ni nos acordamos cuando, en vez de una estructura directiva tenemos a una banda de marionetas deshilachadas que rompieron el equipo, danzarines de una partitura del revés que llenan de oprobio a nuestra ciudad cada minuto que permanecen aquí. Y el director de la orquesta, el dueño de las acciones, ¿A qué espera para marcharse? ¿Tanta crueldad habita en su corazón? Nada de lo que haga o deje de hacer limpiará estos años de ignominia. Todo es inútil. El zaragocismo nunca te olvidará.

Por Ron Peter

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