De temeridades e irresponsabilidad | La Lupa

Real Zaragoza 0 – 1 Dep. Coruña

Cuando en Derecho y en materia de seguridad vial se habla de imprudencia, la mayoría de las veces la cosa tiene que ver con conductas no excesivamente graves; a cualquiera puede pasarle sufrir algún ligero despiste al volante o que en un momento dado pise el acelerador un poco más de lo permitido; pero si el término empleado es el de temeridad, no cabe duda de que estamos hablando de palabras mayores. Quien se ha puesto a 150 km por hora en plena ciudad y en zona de colegios, entra conscientemente en dirección contraria o participa en carreras ilegales en plena carretera está conduciendo temerariamente y esto implica sanciones bastante más graves, y no sólo por la magnitud de los daños personales y materiales que puede causar, sino porque se trata de una conducta notoriamente reprochable y que cuando uno la realiza se puede presumir cierta conciencia de lo que se hace y de sus posibles consecuencias nefastas.

Y es éste un término que me viene de inmediato a la cabeza cuando pienso en la gestión deportiva del Real Zaragoza desde que hace ya diez meses se consumó el descenso a la Liga Adelante. Los males del equipo de nuestros amores se remontan mucho más atrás y no se limitan al aspecto deportivo de la gestión de la sociedad; sin ninguna duda la llegada al accionariado de Agapito Iglesias coincide en el tiempo con el inicio de las desgracias que han convertido al club en un erial, en un muerto viviente. Sin embargo, esta temporada las decisiones tomadas en el ámbito deportivo han sido tan desastrosas que ya no nos podemos limitar a la reiterada queja de habernos convertido en rival del Celta, el Rayo o el Almería –con el máximo respeto a estos clubs que ahora envidio- sino en aspirantes a la permanencia en Segunda junto a Ponferradina, Mirandés y Girona. Y, por mucho que se pretenda recurrir a mala suerte, arbitrajes o tensiones interiores, la situación clasificatoria a día de hoy –a dos puntos de un nuevo descenso- era previsible cuando comenzó el curso futbolístico y la misma tiene responsables directos y flagrantes.

Desde que se comenzó a planificar el regreso a la máxima categoría no se ha dado una a derechas; se han traído jugadores con 35 años –Barkero y Cortés-, se renovó a Luis García, un hombre que lleva largo tiempo en plan “vieja gloria”, para el centro del campo ficharon a dos argentinos irrelevantes, uno lento y torpón y otro con “vicios ocultos” y para la delantera se consiguió la cesión de dos supuestas promesas, es decir, se jugó a la lotería por si tocaba. Da la impresión, y no creo pecar de suspicaz, de que lo que menos interesaba era el éxito deportivo y que los rectores del Zaragoza se limitaron a jugar al cálculo económico y a los brindis al sol. Es inexplicable que con una primera vuelta llena de sombras, en el mercado de invierno solamente llegara un central, a la vez que se daba la patada a tres jugadores, dos de ellos sin tener alternativas para sus puestos. Se ha mantenido a Paco Herrera contra viento y marea cuando muy pronto dio señales de inconsistencia, inseguridad y falta de criterio, por no hablar de la penosa forma en que se está destrozando la carrera de un centrocampista de futuro, prefiriendo ahorrarse unos cuartos a que aquél aporte su granito de arena a la zona más débil del equipo.

El Zaragoza 2013-2014 es un conjunto irreconocible, deslavazado, descompensado y blando; y que nadie dude que de esto hay responsables y no son los jugadores los principales. Admitamos que hay fichajes que pueden salir mal, pero no traer centrales, confiar en que los goles del equipo van a venir de los pies de dos ex jugadores y dos novatos, pasar olímpicamente de buscar centrocampistas en el mercado de invierno, tener a los canteranos de aquí para allá para contar con ellos tan sólo en los minutos finales, fichar en la última hora del último día un jugador que llevaba meses inactivo… son una manifestación de temeridad: se ha jugado con la propia subsistencia del club y este delito tiene autores, cómplices y encubridores.

Se que no he hablado del partido del domingo; ya ha habido una crónica excelente, pero sirva mi reflexión para considerar que la derrota ante el Depor no es más que un accidente: el equipo mejoró –poco, eso sí- la imagen, tuvo hasta sus ocasiones y recibió un gol desgraciado. En condiciones normales sería un tropezón susceptible de arreglo en siete días; por desgracia llueve sobre mojado, y tras tomar decisiones deportivas sin sensatez y dejar pasar el tiempo dejando que la situación se pudriera, corremos un serio peligro de accidente fatal, casi andamos en plan ruleta rusa.

Por Falçao

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