This is Anduva | La Lupa

Mirandés 0 – 1 Real Zaragoza

Cuando se desciende a Segunda División, además de las habituales y pesadas referencias al Infierno se suele hacer hincapié en las visitas que van a tocar a campos como Ipurúa, El Toralín o el mismo Anduva. Se suele emplear esta referencia de manera negativa, como medida de la caída en el prestigio que supone el descenso de categoría.

Sin embargo, y tras visitar Anduva, la sensación que queda es justo la contraria. En estos campos uno se reencuentra con el fútbol puro, sin las capas de marketing, ornamentos y vanidades propias del actual futbol negocio. Entrar en Anduva supone un viaje a sensaciones que se han perdido ya hace tiempo en el fútbol de primer nivel.

Anduva es olor a hierba, regada por la fina lluvia en ocasiones como la de este sábado. Anduva es una grada general de pie, llena a rebosar, con muchos niños, fuente de ánimo constante a su equipo, con para-avalanchas, donde se puede ver el fútbol como más se vive. Anduva permite estar casi encima de la jugada, facilitando una inmersión en el partido absoluta.

En este ambiente de fútbol auténtico, el Real Zaragoza supo conseguir la victoria, prolongando el estado de alegría que trajeron consigo los Reyes Magos. En un partido duro, de los que ya se perdieron varios este año, el equipo blanquillo supo aprovechar sus bazas y obtener los tres puntos, de una importancia mayúscula para seguir creciendo.

La semana pasada concluimos que Anduva sería la prueba de fuego para la recuperación mostrada en las últimas semanas. Sin embargo, tras la finalización del partido es difícil llegar a una conclusión clara. Por un lado, el equipo no estuvo bien y no continuó la senda de buen juego de los dos últimos partidos. En la primera parte, el encuentro se jugó como quería el Mirandés. El equipo burgalés generó peligro por las bandas y dispuso de ocasiones. El centro del campo blanquillo nunca controló el juego ni supo darle el ritmo adecuado. El partido se ganó por el efecto revulsivo que supuso la entrada de Víctor, y por aprovechar la ocasión más clara que se tuvo, mediante el cabezazo de un Roger que está de dulce.

Por otro lado, la lectura positiva incide en que se supo mantener el tipo y sacar el partido adelante un día en el que se estuvo espeso. Sobre todo tras la expulsión de Abraham, no se perdieron los nervios y se estuvo firme en los balones colgados del Mirandés, con buena respuesta en el juego aéreo de la defensa zaragocista. Semanas atrás, cualquiera de estos centros hubiera acabado en gol. Se supo sufrir y conservar la ventaja. En esta ocasión, además, los cambios surtieron efecto positivo en el desarrollo del juego.

La victoria endulzó aún más una jornada de por sí muy agradable. Los numerosos aficionados desplazados disfrutamos de un partido en un entorno de los que quedan pocos. El trato entre ambas aficiones fue siempre exquisito, y hubo intercambio de ánimos y aplausos al final, lo que siempre resulta agradable y edificante.

Así que dejamos Anduva con una sonrisa, con un enorme respeto y con una dosis de nostalgia. Respeto por un equipo y afición ejemplares, por los que es difícil no sentir simpatía. Nostalgia por un futbol que parece pasado, por una manera de vivirlo que nos quieren arrebatar.

En lugar de comentarios de menosprecio cuando se desciende, lo que debería hacer este fútbol español en decadencia es volver la vista a Anduva y tratar de volver a los valores que de este estadio emanan. Un fútbol para aficionados, un fútbol de gradas generales de pie, un fútbol donde prime el césped y no las teles o las marcas. En definitiva, un fútbol que sea más deporte y menos negocio.

Por Kicooper

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