El Real Zaragoza tendrá el próximo domingo a partir de las 7 de la tarde –hora peninsular- la ocasión de cerrar de manera gloriosa e inesperada una temporada con más sombras que luces, una Liga que llevaba camino de concluir sin brillos ni alharacas. Pero cuanta razón tenía Vujadin Boskov cuando afirmaba su verdad de Perogrullo: “fútbol es fútbol”. Y precisamente por esto los zaragocistas hemos asistido, cuando menos lo esperábamos, cuando cada cual navegaba como podía entre la resignación y el cabreo, a una jornada que poco tiene que envidiar a las vividas hace ya tantos años, con campo lleno, himno “a capela”, jugadores metafóricamente abrazados a su público y marcador, si cabe, aún mayor que el deseado.
Los cuatro días transcurridos entre la debacle en casa con el Girona y la heroica remontada en “Montilivi” bastantes aficionados dedicamos nuestro tiempo reservado al Zaragoza a ejercitar esa actividad planificadora que entre deseos y visceralidades reactivamos cada mes de junio al elucubrar sobre quienes se deberían ir y quienes podrían llegar. Pero llegó la hazaña inesperada y sin anestesia alguna hemos aparcado los nombres de posibles fichajes y hemos asistido obnubilados a una semana que nos ha hecho revivir ilusiones, gozos y pasiones que hasta ahora dormían en el desván de los sueños frustrados.
Hasta las puertas del cielo hemos llegado con lo que ya teníamos, con el mismo mister que parecía tomar casi siempre la decisión equivocada, la misma defensa que nos obsequiaba domingo tras domingo con fallos de cadete, la misma estructura de equipo que se rompía por el medio y los mismos jugadores ofensivos que conforme avanzaba la liga parecían haber apuntado bastante más de lo ofrecido a la hora de la verdad. Por esto es posible que pudiéramos llegar a dos conclusiones complementarias: por un lado habría que plantearse si Ranko Pópovic, Rico, Dorca, William José y alguno más no eran tan torpes y limitados como nos parecían y, por otro, que tiene su mérito haber sido capaz de superar los propios errores y limitaciones para, sacando fuerzas de flaqueza, pasar en una semana de ser Cenicienta de los play-offs a favorito indiscutible para el ascenso.
La jornada del miércoles, pase lo que pase en las islas afortunadas, fue histórica. Resulta especialmente reconfortante pensar en cualquier niño zaragocista de menos de 14 años que hasta ahora solamente ha vivido miserias y frustraciones y pudo por fin disfrutar de ese algo tan específico e inimitable como es el ambiente zaragocista en estado puro: ¡ya tienen cosas que contar a los que vienen detrás de ellos!. El problema es que mientras en el aspecto de la autoestima se ha logrado todo, en el de la meta final aún no tenemos nada, y creo que la mayoría somos conscientes de que el domingo vamos a sufrir como nunca. Eso sí, en el estadio del rival estoy seguro de que el Real Zaragoza no va a deambular como alma en pena, tal como lo hizo hace unos meses, cuando cosechó ese 5-3 que nos dejó aplanados … aunque, paradójicamente, un resultado así nos devolvería el domingo a primera.
Por Falçao
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