Los aplausos no se regalan | La Lupa

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Real Zaragoza 2 – 2 Betis

Se enfrentaban dos viejos equipos, dos clásicos de la Primera división, y en domingo por la tarde además, como en los viejos tiempos. Real Zaragoza y Real Betis, dos nombres conocidos por todo el mundo del fútbol español, cocinando en los preámbulos un encuentro con sabor a glorias pasadas, con un pasado oscurecido por figuras presidencialistas siniestras, y que intentan ambos, desde la categoría de plata, levantarse y aspirar a tiempos mejores. No decepcionaron. El partido fue emocionante, con alternancias en el dominio, y con jugadas curiosas y decisivas. Además, el arbitraje no influyó, cosa que a estas alturas, casi es de agradecer.

El control inicial correspondió al equipo visitante, que supo también (como tantos otros rivales), ganar el centro del campo. Es una carencia ya asumida en el planteamiento de Victor, que prefiere jugar con un William José más adelantado para apoyar a Borja Bastón y a los atacantes de la banda. Hasta el momento ha resultado efectivo con equipos no demasiado bien colocados en la tabla, pero que puede rechinar contra equipos más poderosos. En todo caso, es una opción.

Los goles del Betis no vinieron como consecuencia de un dominio persistente. De hecho el primero nace de un fallo defensivo y del portero (también con cierta desgracia en un rechace), y el segundo es un golazo en propia meta, algo completamente fuera de contexto y que no debió suceder. Fue un ingrediente más en la locura con la que se desenvolvía el juego, en el que además de los dos goles del Zaragoza, uno de penalti, y otro en una preciosa jugada de Pedro Sánchez, hubo también ocasiones muy claras para ambos equipos, que no se materializaron en el marcador. A recordar dos paradones de Adán, en especial uno a boca de jarro de un trallazo de Borja, que hubiera supuesto el hundimiento del estadio en vítores y fanfarrias.

Fue un día de nombres propios. A la fuerza ahorcan, y el entrenador tiene que dar cancha a jugadores no habituales, con la esperanza de que se vayan convirtiendo en piezas valiosas para el conjunto. Diogo titular, fue una de las sensaciones. Aún mantiene el hombre cierto carisma entre la afición, y se nota en la grada. Sus conatos de ataque, y su “seriedad” en el trato al rival, provocaban reacciones en el personal. Al final, como los toreros controvertidos, pitos y palmas para repartir como se quiera. Pedro, otro hombre del día, nos reconforta con su presencia y con su efectividad, además de las variantes que abre en el juego desde el centro hacia delante.

También volvía Mario, después de ser erigido como “adalid por ausencia”, en estos partidos en los que no ha estado y que han concluido con derrotas. Otro que emergió de la oscuridad fue Lolo, de quien bien poco se esperaba y que sin embargo, adoptó desde el momento en que salió, un rol interventor muy marcado. Dio fuerza al centro del campo y desconcertó el sistema del Betis, que desde ese momento y gracias también a un cierto bajón físico, dejó más espacios, e invitó al Zaragoza a ir a por el partido con todas las cartas abiertas. Y así hubiera sido de no ser por Adán.

Al final pudo haber pasado cualquier cosa, las costuras se desgajaron por muchas partes y nadie se rendía del todo. Si hay algo de agradecer en estos jugadores nuestros, es la garra, el tesón, y el luchar por cada balón mientras haya fuerzas para ello. Luego estarán las carencias técnicas, tácticas, el árbitro o el sursum corda, pero luchar, hay que hacerlo. Ayer, en segunda división y tras un empate en casa, La Romareda aplaudió al final. Y fue de justicia.

Por Ron Peter

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