Dulce pájaro de juventud | La Lupa

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Real Zaragoza 3 – 1 Albacete

Mientras subía al autobús que les iba a llevar a París, el joven Julián no podía apenas contener su emoción. Iba a vivir toda una experiencia. Su equipo, el Real Zaragoza había conseguido llegar a la final de la Recopa de Europa. Sus amigos y él habían emprendido la aventura de acompañar al equipo una vez más. Era un viaje largo, y pasada la jarana inicial, Julián empezó a quedarse dormido…

Cuando despertó, el autobús estaba vacío. Azorado, buscó la puerta y salió a la calle. Miraba a un lado y a otro, pero no distinguía a sus amigos. El desconcierto era mayúsculo, pues no sabía dónde estaba. Por las calles se veía a los zaragocistas caminando con sus bufandas y camisetas, más todo parecía extraño, no había cánticos, ni euforia. Empezó a seguir a los aficionados cuando de repente se dio cuenta de que no estaba en París. Estaba en Zaragoza y se encaminaba, junto a la multitud, hacia el estadio de La Romareda. ¿Qué ha pasado? ¿Cuándo vamos a París? –les preguntaba a los desconocidos. Estos le sonreían y le decían… ¡Ayyy, París!!! ¡20 años ya!!! Sin entender nada, Julián se vió entrando en su estadio de siempre, y de forma casi automática, tal era su aturdimiento, se encaminó hacia su propia localidad.

En ella había una persona sentada, un hombre de mediana edad, serio, con un aire familiar. Por un momento se estremeció y sin atreverse a decirle nada, se sentó en otro asiento cercano que estaba libre. El estadio, que le parecía más viejo, estaba casi lleno de público, y de repente, saltaron al terreno de juego los futbolistas del Real Zaragoza, y de otro equipo, el Albacete, según ponía en los marcadores. Julián se dejó llevar y presenció un partido curioso, con un gol que llegó enseguida gracias a un habilidoso delantero de nombre Borja. Enseguida llegó otro gol, de otro delantero rápido y certero, un tal Jaime. El joven Julián disfrutaba esos primeros minutos, más enseguida empezó a aburrirse. Lejos del fútbol de dominio y fulgurante al que estaba acostumbrado, con Santiago Aragón dueño del balón, su equipo de siempre se echaba hacia atrás, cediendo el balón a un inofensivo rival.

La segunda parte no daba mucho más de sí, hasta que otro penalti, esta vez en contra, alteró el marcador. Sin embargo, y sin dar tiempo a nada, el Zaragoza marcó por tercera vez y sentenciaba el partido. El joven Julián observó entonces una Romareda que se desperezaba, que empezaba tímidamente a rugir, a desenroscarse lentamente de un marasmo que él no terminaba de entender. Sintió de nuevo a la gente sentir a su equipo. Cuando oyó cantar aquello de “Volveremos a Primera. Volveremos otra vez…”, empezó a marearse. Aquello no podía ser. No podía estar pasando. Miró hacia su propia localidad. Aquel hombre que la ocupaba se estaba girando hacia él, lentamente parecía querer mirarle. El joven Julián se desmayó.

¡Todo había sido un pesado sueño! Se despertó de nuevo en el autobús junto a sus amigos, alegría, el himno, cervezas por doquier!! ¡Aquello era la ostia! Poco después llegaban a París, donde iban a pasar un día que jamás olvidarían. Verían un partido épico, con aquellos héroes dándolo todo y con ese colofón que supuso el gol de Nayim. El resto, ya es Historia.

……

Veinte años después, un cansado Julián asistía de forma resignada a un partido más del Real Zaragoza, en una segunda división de la que existía un pequeño resquicio para salir, y para lo cual era imprescindible ganar ese día. Al final del partido, contento por la victoria y emocionado además por los recuerdos de París, no pudo evitar un estremecimiento. Recordó la emoción de aquel viaje, y todo lo que vivió junto a sus amigos. Sintió como si viajase en el tiempo, como si de nuevo fuese otra vez el joven Julián de 1995. Lentamente, y como atendiendo a un instinto inexplicable, se volvió y se quedó mirando a un asiento vacío mientras una fugaz lágrima de juventud aparecía en su mejilla.

Por Ron Peter

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