La lógica del fútbol | La Lupa

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Betis 4 – 0 Real Zaragoza

Como una pesada losa, la lógica se impone una vez más. Un equipo que en los últimos meses conseguía victorias contra equipos que están abajo, como el Recreativo, Barcelona B, Osasuna o Santander, y se obtenían apenas empates en casa contra Llagostera, Lugo o Alcorcón, que están en mitad de la tabla, era bastante probable que no saliese bien parado de la visita al campo del líder.

En esta ocasión, se disponía de todos los jugadores ya, salvo Eldin, libres de lesiones o sanciones, y además existía cierto ánimo competitivo de dar una buena imagen en el Benito Villamarín, clásico campo donde los haya. El equipo salió con buena disposición, y la primera parte hasta el primer gol, fue entretenida y no se puede decir que existiese inferioridad ni falta de actitud. El centro del campo era el más sólido que podemos construir en estos momentos. El entrenador sacrificó las posibles fuentes de ataque a cambio de una mayor contención, más no fue suficiente.

El arbitraje, como sucedió en Mallorca, repartió errores, aunque la balanza se acabó inclinando hacia donde siempre, es decir, en nuestra contra. El Real Zaragoza no mereció acabar el partido con el casillero a cero. Aunque eso, como se suele decir, no fue excusa para lo que sucedió después. Como si se hubieran depositado demasiadas esperanzas en este partido, el equipo bajó los brazos tras el segundo gol, y se vió incapaz de sobreponerse a la adversidad. Es una sensación humana y comprensible, no muy alejada de la que siente el espectador que, enfadado y desanimado, se levanta del sofá y abandona la emisión, incapaz de soportar por más tiempo el seguimiento del partido.

Pero no hay que olvidar que el fútbol, a pesar de aplastamiento de su lógica, siempre ofrece una ventana a lo inesperado, a la sorpresa. Faltando treinta minutos no puedes abandonarte pensando que con dos a cero ya no hay nada qué hacer. Hay que seguir luchando, mostrando orgullo, y si te han de ganar, que les cueste hacerlo. Que no te ganen de manera humillante. Los dos últimos goles son para juntarlos en la colección de situaciones ridículas que ya empieza a ser sustanciosa. El último gol inspira incluso lástima. Y no hablarte más de ello, porque duele.

El Betis es lo más parecido a un equipo de primera división con lo que nos podemos enfrentar ahora, y dio una demostración de cómo sufrirían nuestros jugadores si estuvieran en primera. Pero no es solo culpa de ellos. Desgraciadamente para todos, Popovic el simpático, que empezó siendo una venda para una herida inexistente, ha terminado por cavar su propia incisión. No se le ven ideas, el equipo no sabe a lo que juega, y se echan a faltar automatismos entrenados. Falta precisión en los centros, (cuando los hay), falta fluidez en los pases, y en defensa se vió cierta descoordinación en las marcas a los rivales. Para colmo de males, Borja no encuentra su alimento, Jaime no se termina de imponer, y William sigue esperando envejecer con la etiqueta de “talento desaprovechado”. Una pena.

La permanencia en el sexto puesto ya no es un clavo al que agarrarse como magro justificante. Ahora, cuando ya la temporada está en su ocaso, y tan solo quedan las luces grises de las últimas jornadas, somos uno más en la tierra media, a la caza y captura de ese sexto puesto que no se supo mantener cuando más fácil resultaba.

Por Ron Peter

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