Misión cumplida … ¿Misión imposible? | La Lupa

Misión cumplida … ¿Misión imposible? | La Lupa

Leganés 2 – 2 Real Zaragoza

El Real Zaragoza ha terminado la liga regular en la división de plata con idénticas sensaciones a las producidas a lo largo de la mayor parte de la misma. La valoración del partido en Butarque no puede ser buena: falló la defensa, no hubo transición de un área a otra y no se consiguió una victoria que estuvo a punto de haber sido necesaria. Al final se alcanzó el objetivo, aunque buena parte del mérito hay que concedérselo a la profesionalidad de los futbolistas del Alcorcón, o hablando en sentido más negativo, a los desaciertos de la Ponferradina, que no han hecho sino reiterar las continuas pifias en las que a lo largo de la recta final del campeonato han reincidido los más directos rivales de nuestro equipo.

El encuentro frente al Leganés, en el que el Zaragoza ha sido acompañado por más de un millar de fieles y abnegados seguidores, traía a la memoria otra caravana que con el mismo destino partió de Zaragoza hace 12 años, cuando a las órdenes de Paco Flores el equipo se jugaba el ascenso a 1ª y un tal Calandria, que me parece no volvió a hacer nada relevante en su carrera, nos dejó –provisionalmente- con la miel en los labios y convirtió el regreso de los zaragocistas en una tortura. Esta vez la vuelta a casa ha sido más reconfortante, aunque el equipo tampoco ha estado a la altura deseada. No obstante, es una excelente noticia poder seguir haciendo guiños a la esperanza una vez concluidos los larguísimos, y tantas veces desesperantes, 42 partidos de la Liga Adelante.

La fortuna ha sonreído ampliamente a los de Pópovic: se ha conseguido el objetivo a pesar de los fallos defensivos, de las ausencias importantes, de la alarmante forma física de la plantilla y de lo cerca que han estado de dejar todo en agua de borrajas los inquilinos del “Toralín”. Y por si fuera poco, el rival que nos toca en suerte no es un intratable Sporting –solamente ha perdido dos partidos- sino un Girona, que habiendo exhibido enormes virtudes a lo largo del año, puede tener ahora a sus jugadores con la moral en cuarentena tras perder en el último aliento un ascenso directo que parecía en el bolsillo, y con el que por cierto ya tenemos experiencia en superarlo.

El logro del ascenso se presenta ahora como una tarea heroica, casi inalcanzable. No podemos olvidar que el Real Zaragoza figura en la clasificación final a 21 puntos de su rival en la eliminatoria que comienza el próximo jueves, que ha estado toda la liga a una notable distancia de los cinco equipos que le preceden y que se le puede considerar, simplemente, como el vencedor de la Liga de los “segundones”, afirmación que hago con la satisfacción de un zaragocista que es feliz cuando su equipo logra un objetivo, aunque casi pueda decirse que ha sido por medio de una patada que nos ha dado el destino en el trasero.

Pero ahora no es tiempo de señalar los indudables defectos y limitaciones de una plantilla que, eso sí, ha aguantado el chaparrón hasta el final y se ha sobrepuesto a una plaga de lesiones que no se recuerda ni por estos pagos ni por los más lejanos. El Real Zaragoza no se puede conformar con haber cumplido la misión de alcanzar la fase decisiva de los “play-offs”: sus seguidores no le perdonaremos ni el miedo, ni la falta de tensión ni el conformismo. Técnico y jugadores tienen cuatro días para concienciarse de lo que se juegan, recapacitar sobre aquellos errores cometidos y que se puedan rectificar, tratar de plantear ante el Girona el partido adecuado, algo que uno tiene la impresión no se ha conseguido hacer en los últimos meses y devolver con compromiso, profesionalidad y acierto tanta paciencia, sobresalto y agonía que hemos venido padeciendo casi sin respiro.

El ascenso parece ahora una misión imposible, pero hazañas más grandes se han logrado, también por estos andurriales. No me gustan en exceso los usos de cierta prensa madrileña de apelar al espíritu de viejos “peloteros” y antiguas hazañas, pero no puedo evitar traer a la memoria las dos últimas finales de Copa ganadas por nuestro club: la de La Cartuja, cuando un equipo con futbolistas tan discutidos como Gurenko, Rebosio, Vellisca, o Pablo Díaz se impuso a un Celta europeo comandado por un imperial Mostovoi o la memorable victoria del 17 de marzo de 2004 con la que bajamos los humos, puede que definitivamente, al Madrid de los galácticos.

Ahora parece una quimera, pero poco cuesta soñar que Pedro recupere el tono que perdió mediada la 2ª vuelta, que Mario vuelva a ser el líder firme y autoritario de la defensa, que quienes juegan en medio campo sean más pacientes y templados, que Borja y Jaime se recuperen a tiempo y que William José no se limite a cuatro destellos de genio. A lo mejor es pedir demasiado, pero vale la pena gritar eso de “sí se puede”.

Por Falçao

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