El poso de la humildad | La Lupa

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Llagostera 0 – 1 Real Zaragoza

El pasado sábado, un excelente amigo, gran aficionado al fútbol y que, precisamente por ser amigo, aprecia al Zaragoza, me mandaba un washapp poco antes de comenzar el partido entre el Zaragoza y el Llagostera que incluía la célebre frase de “¿qué hemos hecho para merecer esto?”. Agradezco profundamente todo el cariño y la comprensión que se escondían tras el comentario, pero me temo que en el caso de nuestro Real Zaragoza la única respuesta honesta es decir que lo que por desgracia se han hecho méritos abundantes durante muchos años. No solamente nos merecemos jugar en Palamós contra el Llagostera, sino que los jugadores del rival nos traten de tú a tú, como uno más.

Quienes peinamos canas ya hemos vivido unas cuantas estancias en 2ª división, pero al menos desde aquel lejano 1972 en el que los blanquillos goleaban a Langreo, Mestalla, Villarreal, Leonesa, … siempre lo hacíamos con el rol de “gallitos”, avalados por nombres tan llamativos como Violeta, Luis Costa, Ocampos, García Castany, “Pichi” Alonso, Arrúa, Aragón, Cani, Galletti, Zapater, Gabi, Ayala, … y teniendo el respeto de jugadores y públicos rivales, por mucho que siempre se sufrió y esa misma condición de favorito perjudicara en ocasiones los intereses deportivos. Pero esta temporada, y en buena parte también la pasada, el Zaragoza camina por la Liga Adelante como uno más, sin etiqueta favorable alguna y a nivel parejo de equipos como Ponferradina, Tenerife o Lugo, cuya aspiración primigenia es disfrutar de una campaña lo más tranquila posible.

La plantilla del Zaragoza está compuesta por algún joven canterano con proyección y un buen puñado de mercenarios, lo que no tiene, eso sí, porqué equivaler a gente sin compromiso ni responsabilidad, a los que cabría excepcionalmente añadir algún que otro cedido con calidad como son los casos de Galarreta y Borja. Con estos mimbres, unos antecedentes institucionales y sociales que ponen los pelos de punta y un futuro que sigue asomando bastante complicado, creo que sería bueno comenzar a valorar en su verdadera dimensión el mérito de la victoria del sábado en Palamós, un triunfo que fue merecido, aunque nunca se viera una superioridad clara ante un rival muy flojo, se iniciara el partido casi a merced del Llagostera y se terminara pidiendo la hora y con el trauma permanente este curso del temor al empate de última hora.

La humildad es una virtud difícil de ejercitar, porque significa asumir las propias limitaciones, admitir que la gloria pasada, aun siguiendo viva, ahora no sirve para nada, que en el panorama de la división intermedia ocupamos el rol de los medianos y que se han convertido en jugadores protagonistas futbolistas que no hace muchos años ni se sentarían en el banquillo.

El pecado opuesto a la humildad es la soberbia, el orgullo, una tara que puede provocar el peligro de que no veamos los aspectos positivos del actual equipo: tenemos un portero y un central que, si sigue habiendo paciencia y audacia, tienen un futuro enorme, el puesto de central, esencial en el esqueleto de un equipo, está mucho mejor y más ampliamente cubierto que el año pasado, se han incorporado unos cuantos jugadores de club –Dorca, Pedro, Cabrera, …- que sin ser unos “lumbreras” garantizan un rendimiento serio y regular, mientras que en la delantera si a la indudable efectividad cara al gol que está mostrando Borja se sumara el progreso que se le ve a gente como Eldin y William José y Víctor deja de jugar al escondite con Diego Suárez, hasta cabe pensar que pronto pueda tener más trabajo el encargado del casillero de los goles de nuestro equipo, por ahora apalancado en la triste rutina de los rácanos tantos solitarios.

Y lo que la humildad nos debería permitir ver es que ahora tenemos más motivos para hablar principalmente de fútbol, algo que tras los años sufridos es como una bendición del cielo, por mucho que, por desgracia, siga habiendo nubarrones muy negros que impiden que la conversación futbolística pase de mayoritaria a exclusiva. Pero si hemos sobrevivido a ocho años de infamia, solamente puede ser porque no nos va a partir un rayo, y esto ya no es falta de humildad, es zaragocismo puro y duro.

Por Falçao

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