De Quijotes y Sanchos | La Lupa

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Albacete 2 – 2 Real Zaragoza

“El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, novela considerada como cumbre de la literatura universal, fue escrita por el español Miguel de Cervantes y Saavedra, y publicada su primera parte a comienzos de 1605. Pocas obras han sido tan analizadas por los estudiosos y a la vez agasajadas por el beneplácito popular. Se dice que su grandeza radica en mostrar la condición humana desde un punto de vista bifronte: el del idealismo caballeresco al que aspira su extraviado protagonista, y el del realismo terrenal de su compañero de andanzas, su vecino Sancho Panza.

Alonso Quijano, pues tal llamábase el hidalgo en cuestión, decide un buen día lanzarse a la aventura. Como tantos otros hombres antes y después que él, busca ver qué hay más allá de sus cuatro paredes, anhela sazonar su destino. Bien es cierto que la llama de la locura habita en su mente, prendida entre lecturas de novelas de caballerías, y se alimentará con las sucesivas singladuras que le acontezcan en sus paseos por La Mancha. Con todo, ahí estará su escudero, como improvisada ancla de castiza sensatez, para frenarle, rebatirle y tratar de llevarle a la medida de lo cierto.

Pero no son de verdad un caballero y su escudero. Son personas de verdad, de carne y hueso en un mundo duro y pedregoso. Si alguna vez vivieron glorias, estas ya pasaron. Y quizás podamos comprenderlos si pensamos en quienes hoy en día luchan en mundos de barro, en terrenos de segunda, con el ideal de crecer, de recomponerse desde lo vulgar y crear algo que merezca la pena recordar. Cualquiera que luche por un ideal merece un respeto. Si además de luchar por un ideal, sabe apoyarse en la razón y afrontar el resultado con honra, pues más de admirar.

El Real Zaragoza se lanzó por La Mancha, como Quijote enhiesto, con la ambición de la victoria, y con la convicción de su entrenador de que allí a donde no llegasen los recursos de la realidad, llegaría el delirio de su imaginación. Y así, con una alineación inopinada, azuzó su caballo contra los gigantes que tenía enfrente, lanza en ristre, y a punto estuvo de llevarse el premio, con ese gol de Eldin que abriese el marcador y atizase la ilusión. Mas, ay de los soñadores cuando sueñan en serio, pues cuando el pie extienden para firme pisar, hete aquí que no está el suelo donde sueñan, sino donde al final se estozolan, Y así fue como el equipo, que empezó brioso, se fue achicando, y acabó con sus huesos volteados por las aspas del molino albaceteño. Mal pintaba el asunto.

Pero no hubiera sido de justicia ni de buen terminar que, con el valor de lanzarse sin las viandas y bagajes necesarios en la mochila para superar el trance, aún encima las piedras en el camino hubieran propiciado la derrota. Supo Jaime aprovechar un despiste rival para hacer el preciso hincapié, y dejar el negocio en tablas.

¿Punto ganado?¿Puntos perdidos? De todo podría decirse, pues aquello que empezó con la bravura de los idealistas, de los que no tienen mucho que perder, pudo haber resultado en la conquista incondicional del Reino de Al-Bassit, y también, visto el giro a la derrota que se inició en el transcurso, bueno fue el remate final, y como diría Sancho:”confórmese mi Señor, con este pollino como montura, que ya vió antes como del rocín, le apeaban los gigantes”.

Por Ron Peter

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