La zorra y las uvas | La Lupa

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Mallorca 3 – 2 Real Zaragoza

Una vez más toca decir esa frase: “sabes, las cosas han cambiado…”. Hace un mes el Real Zaragoza era un máquina de hacer victorias, con una defensa sólida y con el viento a favor. Hoy, después de dos puntos obtenidos de doce contra rivales de la zona media o baja, somos un equipo deshecho, un barco al albur de los elementos, que ha perdido el rumbo al que quería llegar. Así es el fútbol, amigos.

No deja de sorprender lo complicado que resulta encontrar el equilibrio, establecer un régimen permanente de funcionamiento exitoso, y lo fácil que resulta perderlo. Tras ese aparente buen momento de hace un mes, empezaron los problemas. Primero pequeños, luego más grandes. Unos llevaron a otros, y unas veces por falta de actitud, otras por desconcierto o impotencia, el Zaragoza ha sido incapaz de encontrar la victoria en los últimos encuentros. La plaga de percances en el tema enfermería es para pensar. Nunca están todos los jugadores en plenas condiciones. Tenemos todo el rosario: bajas de larga duración, lesiones crónicas que no impiden jugar pero añaden un componente de riesgo de rotura en medio de un partido, lesiones musculares, etc… Si a eso se suma al hecho de tener una plantilla corta por imposición legal, el resultado es que el Real Zaragoza no puede ni seguramente podrá, demostrar lo máximo que puede dar, porque nunca está el equipo completo. Y es una pena porque las pocas veces que les ha salido bien, se ha disfrutado.

Cada partido tiene su intrahistoria. No hay dos iguales, y el fútbol nunca te deja de sorprender. En Mallorca no fue ni el sopor de Sabadell ni la humillación de Vitoria. Tampoco se pareció al de Llagostera. Fue raro, como raro es que te metan dos goles en cinco minutos. Es algo inadmisible. El arbitraje fue también extraño, sucedieron varias cosas objeto de controversia, casi todas de difícil decisión, y todas, salvo el gol anulado, cayeron del otro lado. No expulsó al defensa que hizo el penalti cuando Borja se iba en jugada manifiesta de gol, pero sí expulsó a Pedro a continuación. Y para rematar la mano fantasma de Mario, mucha menos mano que otras manos que otros nos hicieron y nunca pitaron. No será un arbitraje sibilino, pero maño que mala suerte!
Tras un inicio extravagante, el partido quedó marcado por esa expulsión. Jugar con un hombre menos durante ochenta minutos es un lastre muy complicado de sobrellevar, y aún así el Zaragoza se apelmazó más, jugaron con cabeza y sin riesgos innecesarios, pero mantener esa compostura durante tanto tiempo, y ante un rival desbocado que atacaba en tromba, ya se veía que iba a ser utópico. Al final el partido que empezó loco, terminó de forma normal, ganando el que tenía la superioridad numérica.

No hay que llorar más de lo necesario. Lo justo y punto. Hay que levantarse y analizar. El mayor problema de este equipo está en los goles encajados, o sea en la estructura defensiva (no solo en la defensa). Ya con Victor Muñoz se percibía que el centro del campo no sostenía los partidos. La presencia de un Basha en buena forma física solventaba ese problema, pero ahora no está. Nacho Insa también ayuda. Por ahí hay que insistir. Pero todos los jugadores en general tienen que hacer sus propios análisis de autocrítica. Se aleja el puerto al que se pretendía llegar. Hablar ahora de ascenso directo resulta utópico. En vez de dejar atrás a los perseguidores, les has abierto el apetito a todos en manada. Pues habrá que luchar. En la fábula “La zorra y las uvas”, atribuida a Esopo, la zorra intentaba llegar a unas uvas que estaban muy altas para ella. Al final, tras intentarlo en vano, las termina despreciando “Bah, no están maduras”. Al Real Zaragoza le pillan ya lejos las uvas maduras, pero también nos pueden servir las uvas verdes. Y mientras haya uvas, habrá esperanza.

Por Ron Peter

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