2-2-2-4-5-5-4-4-4-3 | La Lupa

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Girona 0 – 0 Real Zaragoza

Hay gente que encuentra odiosas las matemáticas, pues olvidan la belleza en ellas escondida, y que se corresponde con la armonía de las cosas. Las matemáticas nos sirven para expresar la evolución cuantitativa de los procesos que ocurren a nuestro alrededor. Los datos que nos interesan pueden manifestarse a veces en extraños códigos o secuencias caóticas, mas solo en apariencia pues en realidad nos están informando de lo cerca que estamos de lo que queremos lograr.

El objetivo no es otro que el ascenso directo, marcado por el segundo puesto de la clasificación. La diferencia de puntos entre ese segundo puesto y los que tiene el Real Zaragoza es un indicador que no hay que perder de vista. Hasta la jornada sexta, en un titubeante inicio, el premio se iba alejando poco a poco, 2-2-2-4-5-5, dos puntos-cuatro puntos-cinco puntos, marcando una tendencia que no auguraba una extrapolación optimista. Pero en los últimos partidos, el equipo ha sabido replicar el empuje de los dos equipos de arriba, manteniendo y recortando ligeramente esa ventaja.

En efecto, en líneas generales, se ha experimentado una mejoría. El equipo se ha asentado y parece haber encontrado un esquema que de momento funciona. Ahora mismo ha ganado en seguridad defensiva, hasta el insólito extremo de ser (toca frotarse los ojos) el equipo menos goleado. Por delante de los centrales, una pieza que históricamente siempre fue muy apreciada a estas orillas del Ebro: el mediocentro creador, el tipo con criterio que sabe a quién pasársela. Eric Moran ofrece ahí buenas prestaciones. Por delante, una línea de presión que entorpece a los rivales, y que alimenta como puede a la referencia ofensiva, un Ortuño luchador y a veces, demasiado solo. Bien, hasta ahora esto ha servido para ganar solidez, pero todavía resulta insuficiente para desarrollar una solvencia de cara al marco contrario. Falta gol.

En Gerona vimos uno de los partidos más atascados y espesos que se recuerdan. Parece increíble decir esto con lo que llevamos comiéndonos estos años, pero que pasen noventa minutos sin tiros a puerta es algo que desalienta al espectador de ánimo más ofrecido. Fue un empate a nada. Algo que puede dejar satisfecho al prudente, pero que no alivia el ansia del ambicioso.

En segunda división todos los equipos son muy similares. No hay estrellas que marquen diferencias, y cuenta mucho la estrategia y la táctica, labores que ha de trabajar el entrenador. Se hará necesario disponer de sistemas alternativos, saber jugar cuando Moran esté encimado por los rivales, saber reaccionar ofreciendo otras opciones. En este sentido, se postula Sergio Gil como un poderoso activo. Este chico tiene que jugar. Se ha ganado a la gente sin tan siquiera haber completado un partido entero. Tiene hechuras de jugador importante.

La desgracia, en forma de lesión grave, ha vuelto a golpear a un jugador blanquillo. Esto implica mayores exigencias tanto al resto de jugadores y entrenador, como a los gestores que han de buscar los refuerzos deportivos que necesita el equipo para presentar batalla durante toda la larga temporada que resta. El objetivo está ahí. De momento a tres puntos. Hay que llegar hasta ello, y asentarse. Y que sean los demás los que se planteen como alcanzarnos.

Otros en cambio, las consideramos como un poderoso indicador de Vaya por delante que una victoria siempre es una victoria. No, no se trata de una sentencia de nuestro presidente Rajoy, sino de la constatación de que los mismos puntos valen tanto una victoria apabullante como una agónica. La de este domingo fue una victoria sufrida, pero merecida. Una victoria de segunda…división.

Las campanas de patíbulo suenan con vigor en la ciudad desde hace dos semanas. En la soledad de sus aposentos, el entrenador se pregunta cómo ha llegado a encontrarse en semejante fregado. Vino hace un año a España, a un equipo histórico venido a menos, que no atravesaba un buen momento, desplazando a un técnico enfrentado a los dirigentes. No empezó mal y su figura se acrecentó con el final de la liga pasada. Sin embargo, las estadísticas en frío le señalan, y el filo de un hacha nerviosa, empujada por una afición harta de esperar y con necesidades históricas, oscila sobre su cuello con diletante vaivén.

Cada partido es como el amanecer que sigue a la larga noche del condenado. Un amanecer para ver si ese es el día del destino, o no lo es. Una tercera derrota seguida en casa hubiera sido insostenible. No fue así. El Real Zaragoza obtuvo la victoria y Ranko Popovic continúa en el banquillo. Cunde sin embargo, la sensación de que no es más que un respiro, una bocanada de oxígeno mínima, lo justo para seguir vivo. La impresión que cada vez se impone más es la de que Ranko no es el hombre capacitado para llevar al equipo a la primera división, y las dudas sobre sus conocimientos técnicos y tácticos se acrecientan en cada partido.

Contra el Alavés, sin embargo, las cosas salieron adelante. Renunciando a algunas de sus ideas iniciales en la temporada y rectificando algunos puestos de la alineación, el equipo ha ganado en prestaciones. Eric Morán dio buena impresión. Hace tiempo que no veíamos un mediocentro delante de los centrales, levantando la vista y haciendo pases largos. También Diamanka se postuló como una opción seria en el centro y en el enganche, además de un derroche físico y una entrega envidiable. Esto puede funcionar, al menos durante un tiempo, ya que en segunda división, los entrenadores estudian mucho la estructura táctica de los rivales, y no sería de extrañar que a partir de ahora, Morán se encuentre con un perro de presa encima en todos los partidos.

Tras una primera parte aceptable, en la que los blanquillos llevaron el control del partido, llegó el gol de Ortuño. En la segunda parte, el equipo dio un paso atrás, aunque sin perder del todo el control. El gran problema que va a tener este equipo, más allá del entrenador, es la ausencia de delanteros de cierta presencia. Una cuestión que se agravará más si se confirma la gravedad de la lesión de Jaime.

Se consiguió acabar a cero la portería propia y hay que considerarlo en su justa medida. Me temo que a este tipo de planteamientos habrá que irse acostumbrando. Es difícil meter goles, hay que intentarlo sin perder al mismo tiempo la compostura táctica. Hay que marcar aunque sea uno, y que no te marquen ninguno. Resulta chocante afirmarlo, pero según los cánones de la segunda división, el partido contra el Alavés fue un partido perfecto.

por Ron Peter

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