La mirada del león | La Lupa

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CA Osasuna 1 – 0 Real Zaragoza

No era un partido fácil. Realmente ninguno lo es, pero enfrentarse en Pamplona a un Osasuna inmerso en la lucha por el ascenso directo, no parecía la ocasión más cómoda para obtener un beneficio en forma de puntos. En cualquier caso, era un partido que había que jugar, y el Real Zaragoza actual de Víctor es capaz de competir con cualquiera. Lejos ha quedado ese equipo timorato y amedrentable que salía al verde a verlas venir y que, ante la primera dificultad, se desmadejaba como un triste polichinela abandonado.

A día de hoy tenemos un equipo competitivo, que se ha fortalecido en defensa y que ha mejorado en control y circulación de balón y en estrategias de ataque. Si hoy empezase la liga, el equipo lucharía sin duda por cotas más altas que las actuales, aunque no le daría para lo máximo, porque sigue habiendo carencias. La principal es la falta de acierto en el último metro, la impericia sistemática en la estocada ante el marco contrario. Se ha visto en los últimos partidos, que aún así se sacaron adelante. Contra los navarros, esta falta de acierto resultó fatal.

Parece veleidoso decirlo ahora, pero en efecto el Real Zaragoza pudo ganar en El Sadar. Afrontó el choque sin complejos, y no se dejó en ningún momento abrumar por el rival, alternándose ambos el dominio del juego y repartiéndose las ocasiones. Podría haber sido un partido de gran nivel, pero en un momento dado el árbitro decidió que Eguarás era merecedor de una segunda tarjeta amarilla. Fin de la historia a falta de más de media hora. Esta película de los dobles raseros la hemos visto ya muchas veces. Para ti nada y para mí, con perdón, la cagada. Y digo yo…¿Por qué no mandan a Pamplona a los mismos árbitros valientes que vienen a La Romareda a hacer méritos? Sin comentarios. A partir de ese momento lógicamente la cosa cambió y Osasuna redobló su dominio e insistencia en el asedio. Era cuestión de tiempo y en un lance desafortunado de Dorado, llegó el gol.

Osasuna necesitó para vencernos todos sus recursos, una ayuda arbitral, tres fallos de Álvaro de cara a puerta, dos de ellos clamorosos, y un fallo defensivo. ¿Cómo no vamos a pensar que se podría haber ganado en Pamplona? Todavía, en los últimos quince minutos, con Pombo en el campo, el equipo tuvo arrestos para asediar el área navarra y acogotar a este “líder” que, al igual que el Deportivo, no extraña que esté arriba si les ayudan así los arbitrajes.

Este resultado imprime una frenada a la marcha ascendente que los zaragocistas habían iniciado hace mes y medio y que ha servido al menos para poner cierta distancia de la zona de peligro. Supone también un toque de realidad que atempera a los más animosos y paraliza los desafueros mentales de los más optimistas. Es lo que hay. Se perdió mucho en el camino. Sin embargo, no debemos incurrir en el desánimo. Hay que luchar por estar al menos, más cerca del play-off que del descenso, y luego día a día, salir a competir, a dominar, a vencer y a hacer sentirse a la afición orgullosa.

Casi vencido ya el segundo tercio de la temporada y existe la sensación de que no hemos arrancado, de que el Real Zaragoza aún no ha demostrado de lo que es capaz. El tiempo perdido con entrenadores inadecuados, y la retahíla de lesiones -aún no hemos podido ver casi a Papu o Guti, por ejemplo- han cercenado las posibilidades de éxito. Tanto los aficionados como los jugadores queremos ver más. Tenemos hambre de fútbol, buen juego y triunfos, aunque sean efímeros. No queremos caer en la languidez.  El león zaragocista no consiguió hoy cazar a la gacela. Pero su mirada no es triste. Es rabiosa, calculadora, y transmite a quien lo observa su deseo inefable de que empiece cuanto antes el próximo combate.

Por Ron Peter.

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