Que parezca un accidente | La Lupa

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Real Zaragoza 0 – 2 Málaga CF

En el cine y en la literatura, una de las argucias para mantener atrapado al lector o espectador consiste en dejar que en la trama haya elementos sueltos, incógnitas por resolver o engaños sin desvelar. Si además desde fuera sabemos algo que alguno de los protagonistas ignora aún atrapa más, porque nos hace partícipes de la historia. Casi cómplices. Según la temática podemos encontrarnos con delitos disfrazados de casualidad, pergeñados por mentes que quieren que el crimen “parezca un accidente”, para así desviar la atención de los investigadores hacia otros vericuetos. Por supuesto que los accidentes existen. Unas veces son como excepciones, como un mal día en un examen que llevamos bien estudiado, como un tropezón en un camino; y otras son como gotas que colman el vaso, efectos lógicos de algo que se estaba gestando, lo típico que hace que los sabidillos exclamen “se veía venir”, una vez que ya ha venido, claro.

Hace tan solo tres jornadas que Víctor Fernández, historia viva de nuestro club, volvió a casa. El primer impacto fue muy positivo, tanto en juego como en resultados. De una caterva de futbolistas desorientados en un equipo triste y con miedo, se pasó de la noche a la mañana a un grupo de hombres que no se rendía, con confianza en ellos mismos y sobre todo, con una gran ambición, con ganas de ganar, sabiendo que el juego rápido de ataque proporciona más posibilidades de victoria y además, te diviertes más jugando.

Contra el Málaga el equipo salió fiel a esos nuevos principios, y el partido tuvo un único dominador de principio a fin. Más de un sesenta por ciento de posesión y un gran número de aproximaciones al área así lo avalan. Gran parte de culpa de esta nueva actitud lo tiene un incremento en la calidad de salida del balón, con dos centrales solventes, laterales adelantados y un Eguarás en crecimiento. Se nota también una mayor velocidad en la circulación de balón con Guti e Igbekeme secundando a un Pombo que es alma y motor de este equipo, y cuya renovación debe producirse cuanto antes. Ya es un buen jugador pero es que además, su carisma crece día a día entre la afición.

Lamentablemente, las lisonjas terminan al llegar al último escalón, allí donde los depredadores deben morder. Es allí donde el equipo pierde eficacia. Se crearon jugadas, algunas de gran factura (hay que ver repetido el tacón de Soro a Gual para ver que está labrado con toda la intención), pero no encontraron fruto. La evidencia nos salpica: nuestros delanteros no tienen gol. El Málaga, por su parte, se encontró con su suerte en una jugada de estrategia y a partir de ahí se limitó a defender la ventaja montando un auténtico autobús e imponiendo una agresividad consentida por el árbitro.

Es triste caer en la cuenta de que cuesta recordar un arbitraje bueno en La Romareda. Lamentablemente, estos sujetos vienen aquí a lucirse y a demostrar que pueden machacarnos con la gallardía de un pavo mojado. Un vez más, el de turno demostró una actitud sibilina, permisiva hacia el juego duro, perdonando tarjetas y penas máximas.

Esta injusta derrota no parece lógica, no parece acorde con la nueva dinámica de este Zaragoza que, sinceramente, puede ganar hoy día a cualquiera. En efecto, puede parecer un accidente. Sin embargo, analizando jugadas puntuales, se llega a la conclusión de que una punta de ataque efectiva hubiese decantado el marcador, y eso ya no es tan casual. Estamos en mercado de invierno, y desde la Dirección, han de demostrar que son capaces de hacer algo más que construir decorados y simulaciones. Ya tuvimos bastante con la deuda del caso Alcaraz, que ha marchado con viento fresco, bajo el silbido de los que miran hacia otro lado, sí, los mismos que en las pelis suelen ser los que dicen: “que parezca un accidente”.

Por Ron Peter.

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