¡Asesinos!

Esto es lo que, agotado, con la mirada llena de ira y los dientes apretados, le espetó el ciclista Octave Lapize al periodista Victor Breyer un 21 de Julio de 1910 en la cima del Tourmalet.

Acababa de convertirse en el primer hombre que coronaba el coloso pirenaico, una vez que el periodista y fundador del diario Equipe y del Tour de Francia, Henri Desgranges, tomara la temeraria decisión de hacer pasar por primera vez su carrera por los pirineos.

Etapas de más de 300 km, caminos prácticamente sin asfaltar, bicicletas de 20 kilos, sin cambios de marcha…El mismo periodista encargado de inspeccionar previamente la ruta en coche, Alphonse Steinès, tuvo que ser rescatado por los gendarmes fronterizos de la zona, lo que no evitó que declarara a su jefe que el Tourmalet era transitable.

Todo con el único fin de revitalizar un evento deportivo que languidecía e inundaba en pérdidas las cuentas del diario francés.

Supe de esta anécdota en 1994, leyendo el extraordinario libro de Javier García Sánchez “L’Alpe D’Huez” y me impactó profundamente. Me dió mucho que pensar esa dualidad entre, Lapize y la organización, entre el deportista y el hombre de negocios, entre el soñador y el pragmático…entre el que hace y el que se aprovecha de los que hacen.

¿Qué es el deporte?¿Qué es el ciclismo?¿Qué es el fútbol?¿Es un espectáculo?¿Es un negocio?¿Como se le define?

El fútbol soy yo con 9 años, jugando en la terraza de mi casa, intentando dar más de 10 toques a la pelota sin que se me caiga. Son los berrinches cuando fallaba. Y mis gritos de alegría que despertaban a mi padre de la siesta cuando lo lograba.

El fútbol son los partidillos furtivos, saltando las verjas del instituto, en las tardes de Domingo, comentando lo sucedido después, en la fuente de la plaza. Las pelotas de trapo y las madres que abroncaban.

El fútbol es la mirada que me devolvía el espejo cuando me veía con la camiseta de reglamento del equipo puesta. Es la sonrisa incontenible después de marcar mi primer gol a un portero de verdad y con un árbitro que lo daba por bueno. Y con padres que aplaudían. Son los campos de tierra y el olor a cal. Las rodillas raspadas de piernas imberbes. El sonido duro, seco e inconfundible (clac, clac, clac) de las botas cuando pisan las baldosas del vestuario, anunciando la inminencia de lo que va a suceder.

El fútbol es reir por las alegrías y llorar por las decepciones. Son las lágrimas por haber fallado, la vergüenza por no estar a la altura y el orgullo por la victoria. Es la palmada de ánimo del compañero y el grito del entrenador. Es levantarse tras la patada y ayudar a levantar al rival caído.

El fútbol son los resúmenes de “Estudio Estadio” las noches de Domingo, aguardando paciente la hora en que echan el de tu equipo. Son las dignísimas voces de Javier Ares o Juan Manuel Gonzalo narrando lo que pasaba en los campos de toda España, con una decencia y un amor al juego que se perderá con ellos. Es el “Señor saca lápiz y papel” de José Antonio Ciria, que tanta gracia le hacía a mi padre.

El fútbol es entrar por primera vez en La Romareda para ver la presentación del equipo contra el Atalante de México, porque un directivo que te ha visto darle la tabarra a tu padre en los aledaños le dice al portero que nos deje pasar.

Son las luces del estadio, el murmullo de la gente. Los cánticos de los aficionados, las palmas de la grada. El latido de esta tierra. El aliento de una tradición de más de 80 años. De una gente que existió antes que nosotros, y que nos esperan en el cielo.Si entornas los ojos, casi se puede intuir la sombra de Los Magníficos, como un espectro que corretea entre el calentamiento de los jugadores del Mirandés, ignorantes de que pisan por encima de las huellas de Lapetra o Santos.

El fútbol es un caño de Pardeza, una galopada de Rubén Sosa, un quiebro de Savio o un remate de Poyet. Es Cedrún implorando volver al campo. Es el Paquete Higuera desafiándo al Bernabéu: “¡Esto es un gol, Hostia!”. Es ganarle 6-3 al Barça cuando se pensaban que venían a golear. Es Milito metiéndole 4 goles a Casillas. Es gritar el “Alé Zaragoza” a pleno pulmón cuando palmábamos 1-4, el día que el césped estaba “muy alto” para Guardiola.

El fútbol es…el fútbol no es nada.

Porque como los replicantes de la película “Blade Runner”, que suspiran por un minuto más de vida, podemos ir diciéndo eso de que “todos estos recuerdos quedarán perdidos como lágrimas en la lluvia”.

Porque en la vida, hay 2 tipos de personas: los que son como Octave Lapize y los que son como Henri Desgranges. Los soñadores y los aprovechados. Los que hacen y los que se aprovechan de los que hacen.

Y en el deporte, más concretamente en el fútbol, y más concretamente en esta tierra, los de la segunda clase han campado a sus anchas. Políticos, banqueros, abogados y periodistas de la más baja condición se han aprovechado de los sueños y el cariño que despierta este juego, encontrando su hábitat perfecto. A fuerza de parasitar, sin HACER (así, en mayúsculas) nada, se han lucrado a nuestra costa.

Mientras “sólo” robaban no importaba mucho. La gente decente teníamos alimento para nuestros estómagos y para nuestros corazones. El “Pan y circo” que se usa tanto en tono despectivo, como muestra del aborregamiento del aquél que es ajeno a las grandes causas. Como si un hombre de bien necesitara algo más que eso: comida, casa y pequeñas ilusiones, más el amor de la familia.

Pero ahora ya no roban, porque no queda nada que robar. Ahora directamente matan y, por lo tanto, acaban con algo más grande que nosotros mismos.

Para la historia quedará que lo hicieron por poder y por dinero. Pero eso es mentira y bien que lo saben.

La verdad es que lo hicieron porque no soportan la existencia de la gente digna. De aquellos que lo intentan, que tienen pequeños sueños y pequeñas esperanzas.

Porque necesitan agónicamente crear un mundo a imagen y semejanza de su decrepita alma. Un mundo en el que sólo existe el interés y el dinero.

Y así, y sólo así, poder disimular su miseria humana y soportarse a sí mismos.

Y por eso, como Octave Lapize en lo alto del Tourmalet, agotado, con la mirada llena de ira y los dientes apretados, os grito:

¡Asesinos!

Por RubenII.

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