En cierre por liquidación

El próximo día 19 tendrá lugar la Junta General Ordinaria de Accionistas del Real Zaragoza, S.A.D., en principio el acto más importante del año para cualquier sociedad, por cuanto supone dar cuenta al conjunto de sus copropietarios (13.651 en total) de la gestión realizada por el Consejo de Administración de la entidad. En el caso del Real Zaragoza, la reunión, tristemente, no deja de ser una obligación legal que el Consejo realiza sin interés alguno en dar cuenta de nada, sin fomentar la participación de sus accionistas y con el único deseo que pase lo antes posible y a poder ser con escasa o nula repercusión mediática, dado que todo lo que ahí se pueda dar a conocer solamente disparará, aún más si cabe, las alarmas del Zaragocismo acerca del futuro de esta octogenaria entidad.

A pesar de todo ello, la junta del próximo día 19 se erige, en mi opinión, en la más importante de los últimos años, posiblemente de su historia, al poder ser la última en la vida de un club que fue fundado allá por 1932, y que está al borde de la desaparición.

Seguramente algunos me tacharán de alarmista, de agorero o catastrofista. A todos ellos simplemente les invito a que echen un vistazo, no hace falta un estudio demasiado profundo en absoluto, de las cuentas que va a presentar el Consejo para su aprobación en la Junta para darse cuenta de la crítica, seguramente irreversible, situación económica y patrimonial por la que atraviesa la entidad. Tal es la gravedad de la cuestión que las propias cuentas presentadas llevan a concluir, de una manera categórica, que salvo milagro, el Real Zaragoza no sobrevivirá a esta temporada, independientemente del resultado deportivo que se alcance en el mes de junio de 2014.

Sin entrar en farragosos análisis contables y financieros de las cifras presentadas podemos decir a grandes rasgos que las obligaciones que el Real Zaragoza debe hacer frente a corto plazo, esto es, durante la temporada 2013-2014, superan con creces su capacidad de generación de ingresos, algo que ni siquiera el ansiado regreso a la categoría de oro del fútbol español podría resolver, en tanto en cuanto los mayores ingresos que ello reportaría a la entidad se materializarían bien entrado 2014. La conclusión de ello es inmediata: la sociedad va a incumplir antes de finalizar la temporada el Convenio de Acreedores que fue aprobado en mayo de 2012, lo cual la llevará de manera irremediable, salvo milagro, a su liquidación y, por tanto, desaparición.

Cabria realizarse innumerables preguntas al respecto, sirvan como ejemplo las siguientes: ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo es posible que en el primer año de aplicación real del Convenio, estando en suspenso por el descenso a Segunda de todos los pagos del mismo, salvo los créditos privilegiados, ya estemos al borde la liquidación? ¿En que se gastó los no desdeñables ingresos que tuvo la entidad el pasado año, con el contrato televisivo más alto de su historia, para que gran parte del pago de las retribuciones de la plantilla deportiva hayan tenido que afrontarse con recursos propios de esta temporada?…

Sin duda, la presencia de aficionados críticos en la Junta de Accionistas de la próxima semana puede arrojar algo de luz a todas estas cuestiones que están en la mente de todos, como ya pasara en Juntas pasadas, de ahí la necesidad de lograr la mayor presencia posible de estos a través de delegaciones de representación de los más de 13.000 pequeños accionistas, aficionados de a pie en su mayoría, que cuentan con un número insuficiente de acciones como para asistir a la Junta por sí mismos, pero que sí pueden ayudar a la causa permitiendo que otros lo hagan en su nombre. Animo por ello a quienes no lo hayan hecho todavía a que deleguen su representación en los diferentes grupos que han puesto en marcha una campaña de hacer un frente común para asistir a la Junta de Accionistas como Movimiento Avispa, Aupazaragoza.com, etc.

Pero la cuestión que quiero abordar en este artículo no es tanto el cómo hemos llegado hasta aquí sino precisamente que pasaría en caso de impago de las obligaciones que se deben afrontar y que algún acreedor instase a la consiguiente liquidación de la entidad.

Existe cierta percepción general en el Zaragocismo de que el Real Zaragoza nunca desaparecerá, no se sabe por qué misteriosa razón. Al fin y al cabo el Real Zaragoza no deja de ser una empresa, una sociedad anónima más, que por tanto se rige por las mismas normas que las otras, y que, en caso de no poder afrontar sus obligaciones, se liquidaría como tantas otras empresas españolas que han tenido la desgracia de caer en lo que hasta hace poco se venía a llamar suspensión de pagos. Por cierto que no sería el primer club de fútbol que terminase desapareciendo, y no me refiero únicamente a equipos modestos sino también a algún que otro histórico, también del fútbol europeo.

En la mente de los aficionados, y también de muchos periodistas de esta ciudad, creo que está la idea, errónea en mi opinión, de que en el último momento, cuando la situación sea de vida o muerte llegará un buen samaritano, en forma de institución pública (Gobierno de Aragón y Ayuntamiento de Zaragoza entiendo) o de grupo de empresarios, o de jeque árabe o multimillonario ruso o similar, y salve in extremis al club, haciéndose cargo de él, su abultada deuda y sus no pequeños problemas.

Nada más lejos de la realidad. En caso de que se produzca el casi irreversible proceso de liquidación de la sociedad, el margen de maniobra será mínimo, pasando la salvación únicamente por conseguir la cantidad equivalente a la deuda de quien instase a la liquidación, algo que en el contexto actual de crisis económica se hace especialmente difícil, más aún para el caso del Real Zaragoza, una entidad que no es atractiva en absoluto y cuyo futuro es bastante negro, no solo a corto sino también a medio y largo plazo. El caso del Real Oviedo puede ser, sin duda, el espejo en el que los zaragocistas nos podemos mirar, un club que se salvó en el último minuto gracias a la intervención de un multimillonario mexicano y cuyo caso difícilmente se podría repetir. Hay que ser conscientes de que la situación del Real Zaragoza es pesima, con una deuda tan grande que su supervivencia sea tan dudosa para que alguien de fuera, sin relación sentimental alguna con el club, pueda llegar a arriesgar su fortuna en semejante empresa. Desgraciadamente los grandes patrimonios aragoneses, y que por tanto más afinidad podrían tener con el Real Zaragoza, estando por ello más dispuestos a aportar recursos para su salvación, han demostrado, en no pocas ocasiones, su nulo interés a la hora de apoyar y sostener a una entidad tan simbólica para los aragoneses, por lo que no es previsible tampoco que pudieran ser ese salvavidas de emergencia en el momento en el que se inste a la liquidación del club.

Las instituciones, otra de las variables de la ecuación, ni pueden ni deben dedicar dinero a salvar entidades privadas como el Real Zaragoza, ni lo harán, especialmente en el contexto actual de descrédito general de la entidad, y ante la ausencia prácticamente total, salvo ciertos reductos, de presión social suficiente que les obligue a intervenir. El papel de las instituciones era otro, y pasaba por propiciar la salida de máximo accionista en el momento más propicio para ello, que no fue otro que en el momento en el que salió adelante la propuesta anticipada de convenio. Desgraciadamente esa oportunidad ya pasó y no se dieron los pasos oportunos para forzar la venta a los diferentes grupos empresariales que sí se interesaron en firme por hacerse con el club y a los que Agapito Iglesias nunca tuvo interés alguno en vender, a pesar de sus repetidas declaraciones en las que negaba ofertas de compra. Valga recordar el caso del Club Baloncesto Zaragoza, el cual se vio abocado a perder su plaza en la liga ACB sin que actuase institución alguna al respecto, en un contexto económico mucho más favorable que el actual.

Las entidades de crédito aragonesas ante la disyuntiva de ver como las deudas que el club tiene con ellas pasasen en gran parte a ser prácticamente incobrables podrían, como ya sucediese con el Valencia C.F., hacerse cargo de la entidad y entrar a formar parte de su accionariado, bien directamente, bien a través de alguna fórmula indirecta. Lamentablemente tampoco son buenos tiempos para ellas, inmersas en procesos de fusión y reducción de su exposición al riesgo, lo cual, junto con el resultado de la experiencia valencianista, me lleva a concluir que tal vez preferirán perder parte de lo prestado antes que meterse en el berenjenal que supondría gestionar el Real Zaragoza y sacarlo adelante.

Solamente nos quedaría la propia afición, la que al final sostiene el chiringuito, como último recurso para evitar la desaparición, algo harto difícil porque supondría, como ya he dicho antes, que esta aportase una cantidad bastante importante de dinero, en un periodo muy corto de tiempo, algo que hay que reconocer no se ha producido en todo el periodo que arranca en el momento en el que el Real Zaragoza se convirtió en Sociedad Anónima Deportiva hasta la fecha, y que en el contexto actual de crisis económica, y de espantada general de la afición por el cansancio producido por 7 largos años de Agapitismo, es todavía más improbable que ocurra.

Con todo ello la desaparición, es en mi opinión, prácticamente un hecho. Tal vez se podría haber evitado si se hubiese vendido la entidad a personas responsables y con capacidad de gestión en su momento, con tiempo suficiente para llevar a cabo las medidas necesarias para evitar el desastre. O si el máximo accionista hubiese cedido por un precio simbólico a la propia afición el control del club para permitir que ésta aportase recursos adicionales para salvar la delicada situación económica de la entidad.

Sin embargo nada de esto ha ocurrido, por inactividad tanto de instituciones, medios de comunicación, empresarios locales, entidades de crédito, y también, por qué no decirlo, de la propia afición, que no se ha constituido en un grupo de presión significativo que obligase a los anteriores a actuar en ese sentido.

Pero tampoco podemos obviar que de ello también tiene gran culpa el propio máximo accionista, el cual no parece tener demasiado interés en vender una entidad que está abocada a la ruina y la desaparición. Algo curioso, dado que parece obvio que siempre será mejor ganar algo, por poco que sea que perder todo lo “invertido” en la sociedad en cuestión. Uno empieza a darle credibilidad a la teoría de que tal vez, para algunas personas, lo más conveniente sea que el Real Zaragoza desaparezca y con él toda evidencia que pueda explicar cómo hemos llegado a esta situación. Es cada vez más evidente, en mi opinión, que nos encontremos ante una estrategia premeditada de orquestar una desaparición programada en el tiempo, que pueda ser vendida a los ojos de la opinión pública como inevitable y fruto de la desgracia deportiva, que para una SAD lleva con el tiempo de manera irremediable, a la económica y a la liquidación.

Si ello sucediese, quien se cuestionaría el grado de responsabilidad de los propios gestores en la propia desaparición, o por qué se ha podido producir dicha desaparición en un lapso de tiempo tan breve desde la firma del Convenio de Acreedores y si la declaración del mismo como fortuito fue correcta, así como la actuación en general de los Administradores Concursales y la Jueza responsable del concurso, o que intereses hubo en su momento para aupar a la propiedad del Real Zaragoza a Agapito Iglesias, en una operación de alto contenido político, y otras cuestiones que pasarían a mejor vida, bien por el luto en el que se sumiría la propia afición, bien por las iniciativas que, con toda seguridad, se llevarían a cabo para devolver el fútbol de primer nivel a la nuestra ciudad y que centrarían la atención de medios, instituciones y aficionados.

En todo caso, y hasta que esta desaparición sea un hecho, es nuestro deber como aficionados, luchar para evitar que ello se produzca, por muy escasas sean las probabilidades de ello, así como intentar arrojar luz al mar de tinieblas en las que se ha sumido la gestión del Real Zaragoza en esta oscura etapa de su historia que no es otra que el Agapitismo, y para ello tenemos una cita ineludible e importantísima que no es otra que la Junta General Ordinaria del próximo día 19, por muy inútil que nos parezca la asistencia a la misma y los temas que en ella se traten, puesto que aunque no se marquen goles en la misma, de su resultado depende la supervivencia del Real Zaragoza, y por tanto lo que pase en el césped de La Romareda en el futuro, si existe claro.

Por Darklord.

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