Cuestión de confianza

Toca apretarse el cinturón; los tiempos vienen complicados y la situación económica del Real Zaragoza exige austeridad, recortes presupuestarios y pies de plomo. Las consecuencias de la economía de guerra las conocemos todos: necesidad de obtener dinero vendiendo jugadores, restricciones enormes a la hora de adquirirlos y, como consecuencia lógica, importante limitación de las aspiraciones deportivas del equipo. vamos, que el Real Zaragoza se ha convertido, de la noche a la mañana, en un club modesto, de perfil bajo y con la mente puesta en una sufrida permanencia. 

Nuestra ilusión, la del compungido aficionado de a pie, no debería verse afectada por esta nueva situación; los incondicionales del Real Zaragoza, como los de cualquier otro equipo, somos capaces de descubrir razones para ilusionarnos en todo tipo de coyunturas, y ahora que no va a haber ni fichajes de relumbrón, ni promesas de brillantez clasificatoria, que es posible que se nos lleven a los pocos activos valiosos de la plantilla y que las perspectivas clasificatorias de los próximos años van a estar muy cercanas a los puestos que conducen al abismo, somos capaces de recargar nuestras pilas ante la posibilidad de que jóvenes que han brillado en las selecciones inferiores como Ramiro Mayor, Laguardia o Kevin Lacruz puedan hacerlo con el primer equipo, con la perspectiva de reavivar hazañas coperas con victorias inesperadas, o incluso de romper pronósticos y emular lo que años anteriores han hecho equipos como Osasuna, Recreativo, Racing o, más recientemente, Mallorca. La afición del Zaragoza no ha fallado nunca y en los últimos años, durante los que ha sido permanentemente sometida a prueba, ha madurado lo que no se sabe. Por eso, al plantear Agapito Iglesias la llegada del momento de lanzarse a los botes, no nos asustamos y nos mostramos dispuestos a encarar con valentía y hasta con ambición la travesía del desierto. 

Pero a la ilusión, seamos sinceros, algunos –me parece que bastantes- no añadimos la confianza; hay demasiados agujeros negros en la aún breve historia del “agapitismo” como para enfrentarnos a las vacas flacas con certezas y seguridades; no sabemos si estamos ante un enfoque serio o ante una huída hacia delante, si quienes nos informan de planes para 6 años han atado los cabos o se han limitado a elaborar un documento ambiguo, maquillado y sometido a los vaivenes de la suerte … en definitiva, si con estos propósitos que aparentan transparencia no se hace sino seguir jugando a la ruleta rusa. 

No nos queda otro remedio que aceptar las decisiones de los dirigentes que comanda Agapito Iglesias, y los zaragocistas habremos de seguir acudiendo al campo y animando al equipo con ilusión y deseos de recobrar viejos esplendores, pero no nos pueden pedir carta blanca, necesitamos hechos que demuestren que han aprendido de los errores pasados –frase que ya se ha repetido varias veces, pero que no ha sido confirmada por las obras-, que hay propósito de enmienda, porque a los aficionados nos deben un perdón y un desagravio y, sobre todo, que lo que inspira a nuestros dirigentes es un profundo zaragocismo, algo que tenemos los aficionados –“agapitistas” y “no agapitistas”- y que exigimos sea el alma que inspire a quienes llevan las riendas del equipo. A muchos nos falta confianza, pero estamos dispuestos a recuperarla, pero lo queremos hacer ya, desde el primer momento, con las primeras decisiones que van a marcar el sentido de una temporada que comenzará mucho más pronto de lo que parece.

Por Falçao.

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