Dos chicarrones del norte que se hicieron zaragocistas

Manolo Nieves vino a Zaragoza en 1967 procedente de la Unión Popular de Langreo, un equipo asturiano que por aquellos años militaba en 2ª División; creo recordar que en el precio que pagó el equipo aragonés por Nieves se incluyó la cesión de Javier Planas, la gran promesa del filial que luego triunfaría por todo lo alto junto al propio Nieves, y Rangil, un lateral zurdo del que nunca más se supo.

Tras la retirada del legendario Enrique Yarza, el puesto de portero en el Zaragoza no tenía propietario fijo y Nieves llegó al club como una gran promesa, un serio aspirante a reeditar las glorias de aquél. Enseguida se vio que el de Manolo Nieves era un fichaje rentable, por mucho que mientras formó parte de la plantilla del primer equipo de Aragón hubo de pelear la titularidad con metas del nivel del cántabro Alarcia, el vizcaíno Izcoa, el guipuzcoano Irazusta, su paisano Junquera, venido del Real Madrid, y Manolo Villanova, un aragonés que llegó al Zaragoza para jugar su última época profesional. Nieves era muy ágil, un auténtico gato, capaz de hacer unas palomitas espectaculares y actuar con una rapidez llamativa. Nieves solía vestir un sobrio jersey verde, aunque recuerdo haberle visto también de rojo y de azul, algo que en su día contrastó con Irazusta que comenzó a lucir un jersey azul con franja horizontal oscura y otro verde en el que la franja era vertical, algo que hoy en día no llamaría la atención pero que entonces era toda una novedad. 

Del asturiano recuerdo muy especialmente un encuentro televisado en el Bernabeu (temporada 1972-73) en el que consiguió mantener la puerta a cero frente a los Pirri, Amancio, Santillana, Velázquez… con un muestrario de «paradones» que le convirtieron en el héroe de la noche: aún figura en mi retina una doble parada, cuando tras rechazar un disparo que iba dirigido a su izquierda el balón lo recogió a la derecha el medio navarro Zoco que lo empujó hacia portería y cuando el gol parecía inevitable el meta zaragocista apareció como por arte de magia para repeler de nuevo la pelota. Al domingo siguiente, en el que el Español se presentaba como líder en La Romareda, Nieves volvió a ser el salvador, pues con 1-0 en el marcador le paró un penalty al malogrado Glaría, quien no solía fallar ninguno.

Nieves fue junto a Juan Luis Irazusta el portero que hizo historia con el equipo de los zaraguayos; el nombre de Nieves incoaba una alineación que los zaragocistas nos aprendimos de carrerilla: Nieves, Rico, González, Blanco… Con Arrúa, Diarte y cía Nieves vivió momentos gloriosos, como el 6-1 al Real Madrid, el subcampeonato de Liga, las brillantes eliminatorias de UEFA frente a Vitoria de Setúbal y Grassophers, la presencia del gran Pelé en La Romareda o la final de la Copa del Rey frente al Atlético de Madrid, y también momentos tan duros como la noche negra de Moenchengladbach, que sufrió desde el banquillo, el enfrentamiento entre Arrúa y Jordao en un año que terminó en descenso, o el drama del fallecimiento de Jesús Castejón, directivo con José Angel Zalba, en La Rosaleda.

Nieves, al retirarse, pasó a formar parte del staff técnico del club, donde ha trabajado como segundo entrenador y como preparador de porteros, posición en la que fue capaz de sacar un buen número de jugadores de la cantera que han dado un excelente resultado en diversos equipos: Sánchez Broto, Laínez, Rubén Falcón, Moso, Rubén Pérez… Entre las imágenes que nunca se irán de la retina de cualquier zaragocista está, al nivel de la de Víctor Fernández yendo de aquí para allá, la de Cáceres encima de la portería de Seaman o la de Poyet al borde del ataque de nervios, la de Nieves dando saltos de alegría en el Parque de los Príncipes de París tras conseguir Nayim ese gol milagroso que le dio la Recopa al Zaragoza; era entonces el asturiano segundo de Víctor Fernández y disfrutó con protagonismo principal del mayor éxito del Zaragoza en toda su historia, porque la gloria de París no fue exclusiva de Víctor Fernández, Esnaider, Aragón, Pardaza, Nayim… también tuvieron su arte y su parte personajes que, como Nieves, hicieron posible en la sombra que se cumpliera un sueño.

Andoni Cedrún llegó al Zaragoza mucho después; el hijo de Carmelo Cedrún llegó a jugar en el Athletic, y aunque en su primera temporada fue alineado en 21 ocasiones, la llegada de Andoni Zubizarreta le condenó al banquillo, acabando cedido en el Cádiz en 1983. En la Tacita de Plata Cedrún recuperó oportunidades y confianza y en el verano de 1984 la directiva que entonces presidía Armando Sisqués lo adquirió en propiedad para el Zaragoza. Cedrún le quitó el puesto a un Vitaller tan ágil como irregular y vivió en nuestra ciudad doce años inolvidables, convirtiéndose en un zaragocista más y quedándose a vivir aquí tras jugar una última temporada como profesional en el Logroñés.

El público se identificó con el vasco desde el primer día, y es que Andoni poseía todo lo necesario para conquistar al exigente aficionado zaragocista: un compromiso innegociable, una entrega en el campo ejemplar, una valentía casi temeraria, simpatía a raudales y unas cualidades innatas para defender la portería de un equipo de primera. Desde la atalaya de su portería el meta de Durango ha visto como jugaban con sus mismos colores jugadores de la talla de Señor, Barbas, Rubén Sosa, Higuera, Sirakov, Pardeza, Poyet, Cáceres, Aragón, Nayim, Aguado, Esnaider, Morientes… auténticos fenómenos junto a los cuales Cedrún siempre estuvo a la altura. En medio de grandes goleadores, centrocampistas de unas cualidades técnicas excepcionales, defensas que no desentonarían en los grandes de Europa, Andoni Cedrún fue siempre uno de los líderes del equipo, dentro y fuera del campo.

Cualquier aficionado con más de 30 años podría aportar un buen número de momentos inolvidables, por eso el miedo a tener omisiones imperdonables hace difícil traer recuerdos. En la mente de todos están los trofeos conseguidos con Cedrún a la cabeza de la alineación zaragocista: una Copa del Rey -1986- que hacía 20 años que no se traía al Pilar, otra -1994- en la que tanto tuvo que ver al parar a Alejo el último penalti del rival y sacar con un escorzo increíble un cabezazo del ex zaragocista Salva, y por supuesto, la Recopa de París, un título que un año antes había prometido conseguir desde el balcón del Ayuntamiento, y que todos le vimos disfrutar como un zaragozano más. En nuestras retinas quedarán siempre las celebraciones de un hombre cuyo corazón es tan grande como su altura.

Tampoco puede quedar en el tintero la histórica tanda de penaltis en la primera eliminatoria de la Recopa 1986-87 frente a la Roma, en la que cuando tras el fallo de García Cortés todo parecía perdido y Andoni le paró los dos últimos lanzamientos a los dos mejores jugadores de los italianos, el polaco Boniek y el actual mister madridista Carlo Ancelotti. Y tampoco olvidaremos aquella escena suya en el Bernabeu, cuando conmocionado y sangrando por la cabeza se rebelaba ante el Doctor Villanueva, a quien exigía le dejase saltar de nuevo al terreno de juego para disputar los minutos de descuento. Posiblemente esta imagen refleje perfectamente el espíritu de Andoni Cedrún, su personalidad apasionada, entregada y, por encima de todo, su zaragocismo ejemplar, capaz de llegar a lo heroico.

En la historia zaragocista de Cedrún también hay momentos difíciles, como el ostracismo al que le sometió Radomir Antic, quien trajo para sustituirle al paraguayo José Luis Chilavert, un hombre famoso y polémico que llevó dos años al banquillo a Cedrún, cuando aquél ni era mejor ni tenía el carisma de éste. También me viene a la cabeza ese gol increíble en el Carlos Belmonte, un tanto que nos costó el partido y en el que Cedrún demostró, al reconocer su fallo, que su honestidad también era gigante, un mal trago que quedó enseguida olvidado cuando una semana después el Real Zaragoza endosaba un inolvidable 6-3 al F.C. Barcelona.

A Cedrún, como a todos, le llegó la hora de marcharse, pero como además de bueno es inteligente se quedó en Zaragoza, donde desde los medios de comunicación y toda clase de foros se ha convertido en una de las voces más autorizadas del zaragocismo.

Manolo Nieves y Andoni Cedrún recibirán esta semana el trofeo “León Zaragocista” que desde hace años entrega Aupazaragoza.com en sus Trofeos “Memotiva”; Manolo Villanova, José Luis Violeta, los Cinco Magníficos, Nayim y Luis Costa los recibieron en su día, Nieves y Cedrún están sin duda a la altura de todos ellos y son hoy en día dos auténticas referencias en el zaragocismo, auténticos símbolos de lo que debe de ser este club y lo que deben ser aquellos que se incluyen en su nómina. Ya están mayores para vestirse de corto, pero su presencia es, hoy más que nunca, necesaria en nuestro club.

Por Falçao.

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