Gloria siempre al León de Torrero

El pasado sábado el Real Zaragoza homenajeó a José Luis Violeta con motivo de cumplirse los 50 años de su debut con el Real Zaragoza en el inolvidable estadio de Pasarón, ese campo rústico y antiguo donde el Pontevedra de Irulegui, Cholo, Neme, Martin Esperanza, Odriozola, … hizo historia aguantando siete años en 1ª División. A lo largo de los más de 80 años de vida de nuestro Zaragoza, se han vestido con la zamarra del león rampante jugadores de primerísimo nivel, desde los legendarios Andrés Lerín, Alustiza, Murillo o Torres hasta Cani, Ander Herrera o los hermanos Milito, pasando por Seminario, los 5 magníficos, Arrúa, Diarte, Víctor, Pichi Alonso, Señor, Barbas, Aragón, Poyet, Esnaider , Milosevic y tantísimos más, pero dudo mucho que ninguno alcance el sentimiento zaragocista, el pundonor personal, y la profesionalidad a prueba de bomba de este zaragozano que tiene la humildad de reconocer que llegó al fútbol de pura casualidad.

Pero si sólo hablamos de la entrega y pundonor del viejo capitán zaragocista corremos el peligro de caer en el error de pensar que Violeta fue el típico jugador de garra, ese hombre de club que a base de correr los 90 minutos y no dar un balón por perdido se convierte en santo y seña de un equipo a pesar de tener limitaciones técnicas. Y es que Violeta era un jugador de clase, un hombre que sabía posicionarse, que nunca rifaba la pelota, que pasaba bien y disparaba con acierto. Comencé a seguir en serio al Zaragoza cuando el equipo descendió a segunda el año 1971, por lo que sólo puedo hablar con propiedad del León de Torrero a partir del duro año en segunda que siguió a la hecatombe, y me remito al excelente artículo publicado por Antón Castro en Heraldo para saber del Violeta de tiempos anteriores. Violeta fue el alma del equipo que a las órdenes de Rafa Iriondo regresó en un año a la máxima categoría, y lo siguió siendo incluso cuando los “Zaraguayos” dieron lustre a una nueva época de gloria. En aquellos años el Real Zaragoza, y no exagero un ápice, eran Violeta y diez más; recuerdo que algunos le llamaban el “Beckenbauer español” y no exageraban nada, pues Violeta representó como nadie en nuestra liga la figura del defensa libre, ese cuarto defensa que ahora se ha convertido en un segundo central y que entonces mostraba una clara vocación ofensiva. La imagen de José Luis Violeta saliendo de su área con la pelota controlada, lleno de fuerza, tirando del equipo e iniciando un ataque coherente y bien llevado la llevaré siempre en mi memoria.

En esa maravillosa época de los “Zaraguayos”, tan breve de duración como cargada de espectáculo, la fama se la llevaron, con todo merecimiento, Arrúa, Ocampos, Diarte, Soto, … esos jugadores llegados de allende los mares que se hincharon de meter goles y devolvieron a La Romareda el esplendor que faltaba desde que se marcharon, demasiado rápido, Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Pero detrás de ellos, dando seguridad, fortaleza y solidez al equipo había tres productos nacionales –dos de ellos aragoneses- que contribuyeron con tanto mérito como aquéllos a los éxitos del equipo que dirigía Carriega: Javier Planas, Pablo García Castany y José Luis Violeta, que tantas veces fue un centrocampista más que se sumaba a ese hambre insaciable de gol del equipo blanquillos de entonces.

Violeta tenía además ese don exclusivo de los grandes futbolistas , la capacidad reservada a los elegidos de aparecer en los momentos difíciles, de contribuir a solventar partidos que se han complicado. Grandes conocedores de la historia de nuestro club como Angel Aznar, José Luis Melero o el citado Antón Castro podrán contar mejor que yo unos cuantos ejemplos de lo que digo, yo ahora recuerdo tres. El primero de ellos fue el famoso partido de la niebla, un encuentro jugado en La Romareda poco antes de la Navidad de 1972, llegaba a Zaragoza la Unión Deportiva Las Palmas y el Zaragoza, que había comenzado muy bien la liga, andaba de bajada y tenía que vencer para no caer en zona peligrosa. El partido se jugó bajo una niebla espectacular: yo estaba en la mítica esquina de “Infantil” y solamente veía hasta medio campo, de hecho aún no comprendo cómo el árbitro –creo que era Urrestarazu- no suspendió el encuentro; el partido fue soso y sin oportunidades y ya avanzada la 2ª parte vimos que alguien había lanzado desde muy lejos un disparo durísimo al centro de la portería del que el meta canario Cervantes ni se enteró, el autor del disparo había sido Violeta, en un gesto de astucia y veteranía que dio a su equipo dos puntos vitales.

La segunda muestra de lo dicho ocurrió justo un año después, el Zaragoza se enfrentaba en casa al Valencia en el partido anterior al descanso navideño, otro encuentro trabado, que transcurría sin goles. El último cuarto de hora fue electrizante, con un gol de Rubial que parecía decisivo, pero que fue pronto neutralizado por el extremo argentino Valdez con una falta magistral. Todos andábamos resignados al empate cuando en los últimos extertores del encuentro Violeta recogió un balón en la esquina del área rival y lanzó un zapatazo espectacular que cruzó el área de Abelardo y entró con fuerza junto al poste contrario. Al día siguiente “Zaragoza Deportiva” titulaba: “El violetero le felicita las Pascuas”, y efectivamente la fe de Violeta nos las hizo más felices.

La temporada siguiente, allá por el mes de noviembre de 1974, el equipo de los “Zaraguayos”, forjado el año anterior, ya funcionaba por los campos de España como un auténtico gallito. Visitaba La Romareda un Celta que andaba a la cola de la clasificación, y aunque, no se si por lesión o sanción, no podía jugar el “Lobo” Diarte, el encuentro parecía sencillo. Pero como pasa tantas veces las cosas se torcieron y se llegó al descanso con los gallegos por delante por 1-2. Los primeros 20 minutos de la segunda mitad fueron un auténtico recital del de Torrero, quien posiblemente harto de la ineficacia y las dudas de sus compañeros se echó el equipo a la espalda, se fue para adelante y marcó dos golazos de auténtica furia que consiguieron enmendar la situación y darle la victoria al equipo.

Desde que en 1977 José Luis Violeta se retiró, hemos seguido disfrutando del juego de excelentes futbolistas, pero posiblemente no ha vuelto a aparecer alguien con esa capacidad de conseguir que la camiseta termine siendo inseparable del cuerpo y el alma. Merecido homenaje a alguien que fue y sigue siendo un grande del fútbol, un zaragocista del todo y una persona ejemplar.

Por Falçao.

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