Hace tiempo…
Lo recuerdo como si fuera ayer mismo, de la mano de mi padre y un primo de este. Princesa Sofía hacia abajo. Recuerdo ese increíble mastodonte de cemento remodelado poco tiempo antes para celebrarse la Copa del Mundo de España 82. Un domingo frío en Barcelona aquél 4 de diciembre de 1983. Muchos zaragocistas por los alrededores del Camp Nou cosa que me sorprendió y muy buen ambiente entre aficiones generalizado. Nos sentamos en el segundo graderío. En el césped ya estaban calentando los que harían cambiar mis preferencias futbolísticas. Ya no miraba a las estrellas que jugaban en el Fútbol Cub Barcelona de la época. Prestaba atención a lo que me decía el primo de mi padre (mucho más entendido en fútbol), el nombre de uno, el nombre de otro. Valdano, Amarilla, Vitaller… Juan Señor. El jugador que me hizo sentir el zaragocismo por primera vez como un sentimiento real, como algo que te identifica, algo que sientes como tuyo. El partido fue disputado, con un Vitaller excelso, una delantera que metía el miedo en los culés que nos rodeaban, un centro del campo mitad pulmón, mitad técnico… pero por encima de todo un TODO-CAMPISTA. Ahora estaba defendiendo, ahora conducía el balón, ahora sacaba un golpe franco, se desdoblaba desde la banda derecha con una potencia increíble. Recuerdo a un hombre que estaba delante de nosotros, como, desesperado, gritaba en catalán las excelencias de Señor y de todo el Real Zaragoza, reprochando la actitud de su Barça. Pudo decantarse para cualquier lado de la balanza, pero el partido acabó empate a cero. Pero lo recuerdo como un partido entretenido, de los que hacen aficionarte al fútbol. Salí del campo orgulloso y sabiendo, pese a mi corta edad, que yo era un zaragocista más.
De ahí en adelante, otras gloriosas tardes de zaragocismo en el Camp Nou. Sigo recordando lecciones futbolísticas de Señor, Fraile, Güerri, Rubén Sosa o Juan Carlos en los 80. Partidos en los que siempre plantábamos cara y éramos considerados un equipo que tenía una idea de fútbol vistoso y de calidad. Los 90 se inician con muy buenos partidos en el Camp Nou. Incluso el año que jugamos la promoción de descenso, casi dimos la sorpresa. Fue en esos momentos cuando se forjó el equipo al que solo los árbitros, en la mayoría de ocasiones, impedían conseguir algo positivo en territorio culé. Solo recuerdo un repaso barcelonista con todas las letras, la temporada 93-94. Un Real Zaragoza dubitativo, en construcción. Pero ya estaban en la plantilla todos esos jugadores que nos levaron a la gloria de París y que partido a partido se compenetraron cada vez más e hicieron tan felices y orgullosos a todos los zaragocistas. Si bien en la temporada de la Recopa caímos en liga 3-0, meses antes, un 30 de Agosto, dimos una verdadera lección de orgullo, pundonor y buen juego a un Camp Nou que despidió a los blanquillos con sonora ovación. Cedrún, Belsué, Cáceres, Aguado, Aragón, Poyet, Higuera, Esnaider, Pardeza primero, Milosevic, Kily, Gustavo López o Garitano después.
Se iniciaba la década pasada con un espectacular partido en el que a falta de 10 minutos vencíamos 2-4 con un magistral Esnaider, con Jose Ignacio, Acuña o Juanele en plan crack. Lástima de Rivaldo y su gol en el minuto 90. Ese día, de nuevo, los blanquillos salieron del estadio azulgrana entre aplausos. A mediados de la década, clamorosas ayudas arbitrales para defensa de intereses azulgranas… y de ahí hasta la temporada del descenso. Aquel día me prometí a mi mismo no volver nunca más al Camp Nou tras todo lo que tuve que oír y soportar tras la brutal entrada de Touré a Matuzalem.
Pero no, volví de nuevo la temporada del ascenso, la del vergonzoso 6-1, y la pasada…y el sábado 19 volveré a estar ahí…pero no iré con la sensación de antaño, de no hace tantos años, partidos en los que sabías que remabas en contra de un gran equipo y de las habituales ayudas arbitrales… pero estabas orgulloso a la finalización del partido, las derrotas casi nunca ofendían ni avergonzaban.
Por Luisca.
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