Una temporada de pasión

La temporada 2010-2011 se presenta para los aficionados al Real Zaragoza como un año lleno de incertidumbres y dudas, de pasión en el sentido más religioso de la palabra, un año de sufrimiento, tensión y emociones fuertes, aunque no como estos seguramente desearían.

Tras varias temporadas llenas de sobresaltos con descensos, ascensos y cuasi-descensos, la temporada que está a punto de empezar puede ser la de la confirmación definitiva de la medida real de un club instalado en la mediocridad deportiva, derivada de una pésima gestión económica y –lo que es más preocupante– social en los últimos lustros. Así se ha pasado de ser un club referente en el fútbol español y europeo a formar parte de la larga lista de equipos que vagan por los estadios de primera con más pena que gloria y cuya mayor aspiración es lograr cierta tranquilidad en la tabla, y evitar, de esta manera, coquetear con el descenso de categoría y los sobresaltos que ello provoca en sus respectivas aficiones.

Los primeros indicios de ello los encontramos en lo acontecido hasta ahora en la conformación de la plantilla que deberá defender el escudo del león en los próximos meses. Con más salidas que llegadas, la labor de la dirección deportiva del club hasta la fecha se ha desarrollado en un contexto de economía de guerra, que deja poco o ningún margen para la alegría y la generación de ilusión entre los seguidores del conjunto blanquillo. Más allá de la continuidad de Contini, que a la postre se convirtió en un nuevo culebrón de verano, como ocurre lamentablemente con todos y cada uno de los fichajes que emprende el conjunto aragonés en los últimos años –fruto de su descrédito en el mundo del fútbol actual y su crítica situación económica–, la actualidad está marcada por las continuas dificultades para cerrar fichajes de futbolistas que, en el mejor de los casos, tienen todavía que demostrar su verdadera valía y que por tanto distan mucho de ser estrellas del deporte rey. Muy revelador del estado de la situación actual es el hecho de que se pierdan contrataciones interesantes en favor de clubes que hasta la fecha podían considerarse de segundo nivel, como el Getafe, o incluso el recién ascendido Hércules.

La situación no pinta desde luego demasiado bien y salvo que se produzca un giro de los acontecimientos, altamente improbable por el estado económico del club, el Real Zaragoza de la temporada 2010-2011 contará con toda seguridad con una plantilla escasa en efectivos y claramente descompensada. Al aficionado de a pie que religiosamente paga su abono –subida tras subida– solo le quedará encomendarse al santoral al completo, rezar para que explote alguna de las perlas de la cantera y esperar que la divina providencia se alíe con su equipo. No faltarán los que digan que la situación no dista demasiado de la que atraviesan otros muchos equipos de primera, incluidos algunos ilustres históricos de la categoría. Parece no obstante que esto no supone un gran consuelo para la sufrida afición zaragocista, que puede aplicar sin duda las enseñanzas de nuestro refranero “Mal de muchos, consuelo de tontos”. Ante semejante panorama, con los despropósitos diarios de un club esperpéntico como el Real Zaragoza de Agapito Iglesias y otros sobresaltos que amenazan con conseguir que los corazones de los zaragocistas sean a prueba de bombas, solo cabe decir “Agárrense que vienen curvas”.

Por darklord.

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