En el convulso, sobresaltado y definitivamente triste 2014 se cumplen cincuenta años de las primeras alegrías en forma de títulos del Real Zaragoza. Los triunfos en las finales de la Copa de Ferias (24 de junio, ante el Valencia) y la Copa de España (5 de julio, frente al Atlético de Madrid) de la campaña 1963-1964 auparon al equipo a la cima del fútbol español y europeo y supusieron los primeros eslabones en una cadena de éxitos de los que la afición zaragocista siempre se sentirá orgullosa.
La celebración de las bodas de oro de estos dos acontecimientos deportivos debería constituir un motivo de júbilo. Para los zaragocistas, aquellos magníficos años de la década de los 60 se convirtieron en la base a partir de la cual edificar su particular teatro de los sueños. Quienes vivieron esa época en las gradas de La Romareda conservan recuerdos perennes de un Real Zaragoza moderno, exquisito, capaz de tumbar a los rivales más poderosos y de erigirse en uno de los principales viveros de la selección. Para las generaciones posteriores, el nombre de los Magníficos despierta olas de profunda admiración y respeto.
Cincuenta años más tarde puede parecer una contradicción y hasta una osadía celebrar aquellos triunfos. Sin embargo, y a pesar de estar sumido en un lógico estado de depresión debido a la más grave crisis institucional y deportiva de la larga trayectoria del club, el zaragocismo está obligado a mantener vivo el recuerdo de quienes trabajaron, tanto en los despachos como en los terrenos de juego, por conseguir que el Real Zaragoza fuese un equipo respetado y admirado en el panorama futbolístico nacional e internacional.
1964 puede catalogarse sin temor al error como el mejor año en la historia del Real Zaragoza. De forma objetiva, la consecución de los dos primeros títulos, la excelente campaña liguera y la considerable aportación de jugadores a la selección permiten apostar por esa condición. De forma subjetiva, en 1964 se ratifica la presencia del club en la élite, con victorias de notable prestigio que consolidan el proyecto comenzado a construir unos años antes.
No es habitual analizar el rendimiento de un equipo atendiendo a su desempeño en un ejercicio natural, desgajándolo de las temporadas deportivas, pero el estudio de los doce meses transcurridos entre enero y diciembre de 1964 aporta una excelente visión que reafirma el papel protagonista del Real Zaragoza. Tampoco se pretende aquí elaborar un minucioso repaso, por otra parte ya presentado de forma magistral en los documentos que conforman el especial ’50 aniversario’ de Aupazaragoza.com.
Entre el 5 de enero y el 27 de diciembre de 1964, el Real Zaragoza disputa cincuenta partidos oficiales, con veintinueve victorias, diez empates y once derrotas, 101 goles a favor y 58 en contra. El periodo se abre y se cierra en La Romareda, con dos rotundas victorias ante dos de los rivales más potentes de la época, el Valencia (5-1) y el Atlético de Madrid (3-1). En medio, un carrusel de éxitos salpicados de pequeñas decepciones, idas y venidas de entrenadores, el debut oficial de los Cinco Magníficos, dos excepcionales campañas en la Copa de Ferias y en la Copa de España, la consolidación del modelo directivo inaugurado por Faustino Ferrer y proseguido por Waldo Marco, la proverbial fortaleza como local y la también la proverbial ‘ligereza’ en determinados desplazamientos, la afrenta del ‘caso Cortizo’, los primeros viajes masivos de los aficionados y las primeras manifestaciones colectivas de júbilo en la plaza del Pilar.
Pequeñas historias dentro de un gran relato en el que se encadenan episodios fundamentales en el proceso creativo del Real Zaragoza de los Magníficos. Entre ellos, traído aquí por su trascendencia, el capítulo fundamental de la eliminación de la Juventus en los cuartos de final de la Copa de Ferias después de dos encuentros trepidantes en los que el club aragonés, entonces dirigido por Antonio Ramallets, supo mostrar dos caras antagónicas pero igualmente triunfantes. Una versión ofensiva y alegre para superar en La Romareda al espléndido cuadro italiano (3-2) y un modelo defensivo y sufrido para sostener el empate a cero en Turín.
Esa eliminatoria ante la Juventus de Sívori, Del Sol, Salvadore, Nené y demás permitió al Real Zaragoza dar un salto de gigante, en sus aspiraciones y en su reputación. Alcanzar en su segunda participación europea las semifinales y hacerlo tras derrotar a un grande del continente, sabiendo sufrir en ciento ochenta minutos de máxima exigencia, propició que los jugadores se supieran, ya definitivamente, en el camino correcto hacia el éxito.
El 22 de abril de 1964 se produce un nuevo acontecimiento esencial para entender este periodo y su influencia futura: la aparición de la mejor delantera de la historia del Real Zaragoza y una de las delanteras imprescindibles en el fútbol español. La asunción de Canario-Santos-Marcelino-Villa-Lapetra y su trascendencia en los éxitos del club han sido conveniente y recientemente glosados, por lo que apenas cabe adjuntar un apunte de admiración hacia unos jugadores que entendieron la necesidad de agradar a los aficionados. Más allá de los títulos conseguidos en esa Edad de Oro del zaragocismo, es el compromiso de sus futbolistas hacia los aspectos más lúdicos y vistosos del juego lo que convierte a este grupo en irrepetible.
Bautizada en octubre de 1964 como la delantera de los Cinco Magníficos, un sobrenombre que pronto hizo fortuna y que ha atravesado el tiempo para perpetuarse en la leyenda, Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra son la mejor carta de presentación de un Real Zaragoza prodigioso en futbolistas y en personas. Yarza, Santamaría, Reija, Violeta, Isasi, Pepín, Duca, Cortizo, Sigi, Pais, Endériz… Abruma la nómina y sorprende la concentración de talento en un mismo vestuario, un talento futbolístico acompañado de unas personalidades arrolladoras, pues el Real Zaragoza de los 60 no solo reunió a unos futbolistas extraordinarios sino que disfrutó de una generación de genios más allá de los terrenos deportivos.
Entre enero y diciembre de 1964, la alineación tipo manejada por Antonio Ramallets, Luis Belló y Roque Olsen, los tres entrenadores que se sucedieron en aquellos cincuenta partidos mágicos, estaba formada por Yarza (44 presencias); Cortizo (46), Santamaría (41), Reija (42); Isasi (42), Pepín (42); Canario (45), Santos (33), Marcelino (49), Villa (35), Lapetra (45). Además, participaron en esos doce meses mágicos Duca (22), Pais (14), Endériz (13), Violeta (12), Sigi (8), Cardoso (7), Zubiaurre (7), Encontra (3) y Julito (1).
En lo que respecta a la nómina de goleadores, comanda la lista Villa, autor de 19 goles, al que siguen Marcelino (17), Lapetra y Santos (12), Canario (11), Isasi (8), Duca (7), Sigi (4), Encontra, Endériz, Violeta (2) y Pais y Pepín (1).
Datos, historias, recuerdos de 1964, sin duda el mejor año de la historia del Real Zaragoza, cuando un grupo de futbolistas inolvidables permitieron a los zaragocistas ondear orgullosos sus banderas. Cincuenta años después aquellas banderas heredadas de nuestros padres, de nuestros abuelos, descansan fatigadas de tanto ir y venir, en las alegrías (Madrid, Montjuic, París) y en la enfermedad (Logroño, Valencia, Getafe), lastradas por tanta ignominia, aturdidas por tanta confusión.
Hoy, cincuenta años después, cuando apenas quedan fuerzas para mantener en pie esas banderas, es más necesario que nunca sentirse orgulloso de pertenecer y querer al Real Zaragoza, porque solo amando al Real Zaragoza se puede comprender el verdadero significado de esa gloriosa letanía que comienza así: Yarza, Cortizo, Santamaría, Reija…
Aúpa Zaragoza
Por Rafael Rojas