En la actualidad estamos acostumbrados a ver como, año tras año, se menosprecia el torneo copero, se fijan sus eliminatorias en función de las competiciones europeas, equipos que la tratan como segunda o tercera opción, finales que no se sabe ni dónde ni cuándo se van a disputar, etc.
Sin embargo, hace cincuenta años, la Copa era un torneo de primera importancia y, quizá, el más destacado de toda la temporada, como ya había comprobado el Real Zaragoza un año antes, cuando perdió la final frente al FC Barcelona.
Por entonces, la Copa de España se disputaba una vez finalizada la competición liguera, a excepción de la primera ronda, donde no entraban aún equipos de Primera División, jugándose la mayoría de partidos en fin de semana y fijándose la final en la ciudad en la que residía el Jefe del Estado.
Sin embargo, la edición disputada en 1964 se prolongó desde el 3 de mayo al 5 de julio por la celebración de la, por entonces, segunda Copa de Naciones Europeas, organizada y ganada por España entre el 17 y 21 de junio. Esta circunstancia hizo que se interrumpieran las eliminatorias coperas tras la ida de la semifinal, debiendo jugarse la vuelta cuatro días después de la final de la Copa de Ferias, lo que suscitó las quejas tanto del Real Zaragoza como del Valencia.
En cuanto al formato, todas las eliminatorias eran a doble partido y los goles a domicilio no se privilegiaban en caso de empate global, debiéndose disputar un tercer encuentro de desempate en el campo del equipo que ganase el correspondiente sorteo.
En ella participaban un total de cuarenta y ocho equipos: los dieciséis de Primera División y los treinta y dos de la segunda categoría, divida por entonces en dos grupos de dieciséis equipos, enfrentándose en primera ronda exclusivamente los equipos del Grupo I frente a los del Grupo II.
Esta eliminatoria de 1/32 de Final fue disputada el 27 de octubre y el 1 de diciembre de 1963, aunque hicieron falta tres partidos de desempate fijados en enero de 1964, dilucidándose los dieciséis equipos que se incorporarían a la siguiente ronda y se enfrentarían a los integrantes de la Primera División.
A su vez, hay que recordar que por entonces, la Copa de España no podían disputarla jugadores extranjeros, lo que hacía que se igualase respecto a los equipos con más posibilidades y habría la oportunidad de nacionalizar a otros para no restar efectivos a la plantilla, como era el caso de los brasileños Duca y Canario, y del peruano Sigi.
El rival que deparó el sorteo de dieciseisavos para el Real Zaragoza fue el Mallorca, tercer clasificado del Grupo II de Segunda División y que había eliminado previamente al Racing, denominado por entonces Real Santander por la legislación del régimen.
La ida se disputó el domingo 3 de mayo en el antiguo estadio Luís Sitjar, aunque debido a la categoría del rival, desde Zaragoza se veía el partido como un mero partido de entrenamiento para suplentes y para recuperar moral.
De hecho, Waldo Marco tuvo que hacer frente, días antes, a los rumores que colocaban a Roque Olsen como futuro entrenador zaragocista para la próxima temporada, diciendo que no había nada al respecto y que eran “cosas de los tratantes de futbolistas y demás piezas del balón. Tienen que colocar a sus clientes y hacen todo lo posible por encarecerlos y por colocarlos (…). Es una especie de trágala que de ningún modo aceptaría yo, porque en todo caso ahorraría al club la comisión que cobran (…) puede haber la oferta de algún tratante, no de Olsen sino de Olsen y cuarenta más de los que estén en sus listas”.
El partido se saldó con un 0-2, destacando la reaparición de Santamaría y la buena labor de Pepín como lateral de emergencia, aunque apenas hubo trabajo defensivo para el conjunto zaragocista. Marcelino fue el encargado de abrir el marcador en el minuto 31, que tras un preciso pase de Canario, quedó delante del portero tras sacarle cinco metros a sus defensores antes de controlar el balón.
El partido, que desde entonces fue dominado por las combinaciones de Lapetra y Santos por la zona central, fue sentenciado en el minuto 74 con un gol de Canario a la media vuelta. De esta forma, no sólo se había ganado el partido de forma clara, sino que la eliminatoria quedaba aparentemente sentenciada.
Por parte del Real Zaragoza formaron Yarza; Pepín, Santamaría, Reija; Isasi, País; Canario, Santos, Marcelino, Duca y Lapetra; mientras que por el Mallorca participaron Asenjo; Arqué, Bolao, Doro; Forteza, Moreno; Coque, Fiol, Sampedro, Lerma y Ordaz.
En el partido de vuelta, celebrado en La Romareda el 10 de mayo, futura fecha sagrada, destacaba la baja de Lapetra por precaución y la enorme igualdad entre ambos equipos, hasta el punto que Luis Belló afirmó posteriormente que, “de haberse jugado dos meses antes, hubiera pasado el Mallorca”.
De hecho, pese a la ventaja adquirida en la ida, la afición era exigente en cada partido y exigía ganar los dos títulos a los que se optaba, abroncando al equipo después de que, al minuto 10, el Mallorca hubiera igualado la eliminatoria tras los goles de Lozano y Sampedro.
Este sorprendente parcial no fue perdonado pese a que a la media hora de juego Sigi convirtiera un penalti señalado sobre Marcelino y que, en el minuto 82, el ariete gallego marcara el segundo de cabeza tras un centro de Canario, destacando las discretas actuaciones de Cardoso y Pepín.
Por parte del Real Zaragoza jugaron Cardoso; Cortizo, Pepín, Reija; País, Isasi; Canario, Santos, Marcelino, Sigi y Endériz; alineando el Mallorca a Asenjo; Arqué, Bolao, Doro; Forteza, Moreno; Coque, Lerma, Fiol, Sampedro y Lozano.
En cualquier caso, el Real Zaragoza había pasado su eliminatoria y ya esperaba rival octavos de final, pero el hecho de no haber solventado ya la eliminatoria con el Lieja y la enorme pañolada con la que se despidió el equipo tras el ridículo frente al Mallorca, precipitó la destitución de Ramallets la noche del martes 11 de mayo, aunque en ello también influyó que el enfrentamiento copero entre el Hércules y el Elche necesitase de un tercer partido, pues existían fuertes rumores sobre su marcha al conjunto ilicitano, posible rival de Copa.
La decisión se tomó, según declaraciones de la época, principalmente para evitar que pudiera repetirse la situación vivida con César y el Barcelona, con las lógicas suspicacias que podían haber surgido, anunciándose al día siguiente que Luis Belló se encargaría del equipo hasta final de temporada.
Tras el cambio de entrenador, tan inesperado como reclamado por la afición a lo largo de la temporada, se llegaba a la eliminatoria de octavos de final contra el Oviedo, antepenúltimo clasificado que se salvó del descenso al vencer en la promoción al Hércules y que había eliminado al Onteniente en la ronda anterior.
Pese a su mala temporada y aparente debilidad, el partido cobró especial relevancia por ser el debut de Luis Belló como técnico zaragocista, y a la postre sería un punto de inflexión para reconducir el juego al gusto de la afición y ganar confianza para afrontar con seguridad lo que quedaba de competición.
El partido de ida se disputó en La Romareda el domingo 17 de mayo, a las 18:00 horas, comentándose durante esos días la sorprendente supervivencia de cuatro equipos de Segunda División a esas alturas del torneo, aunque ello no restaba prestigio a la Copa.
Contra todo pronóstico, el encuentro se saldó con la máxima goleada de la historia obtenida por el Real Zaragoza hasta la fecha, un 6-0 gracias a un juego distinto pese a que Belló sólo hubiera dirigido cuatro entrenos, destacando especialmente la labor en la dirección del juego de Duca.
De hecho, los dos primeros goles fueron de dicho jugador, marcando el primero a los cinco minutos y el segundo en el 38 de la primera mitad, tras recoger un rechace a tiro de Canario. Ya en la segunda parte vino la exhibición zaragocista, siendo Santos el protagonista absoluto, pues en el minuto 52 asistió a Marcelino para lograr el tercer tanto, marcó el cuarto de la tarde a Madriles, portero suplente que tuvo que salir por lesión del titular, volvió a dar otro gol a Canario, y cerró el marcador con el sexto y último gol; aunque las crónicas también destacaron a Lapetra, autor de tres asistencias de gol.
Por parte del Real Zaragoza formaron Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, País; Canario, Duca, Marcelino, Santos y Lapetra; jugando por parte del Oviedo Alarcia (Madriles); Toni, Datzira Marigil; Iguarán, Icazurriaga; Girón, José Luis, Miguel, Matito y José María.
El partido de vuelta se disputó tres días después, el miércoles 20 de mayo, un partido sin historia que sirvió para que reaparecieran jugadores como Pepín, Zubiaurre y Violeta, logrando un empate a tres goles en el Carlos Tartiere.
La primera parte se saldó con un contundente 1-3, merced a los goles de País, a los once minutos desde fuera del área, Canario, que en dudosa posición de fuera de juego marcó el 1-2, y Santos, que en el minuto 33 aumentó la ventaja tras una jugada llevada por Lapetra y País.
Así pues, ante un global de 9-1, la relajación llegó al equipo y permitió que el Oviedo empatara el partido en la segunda mitad, dosificando fuerzas de cara al decisivo mes y medio de competición que les quedaba.
Por el Real Zaragoza jugaron Yarza; Cortizo, Pepín, Zubiaurre; Isasi, Violeta; Canario, País, Marcelino, Santos y Lapetra; y por el Oviedo disputaron el partido Madriles; Baterrechea, Alfonso, Marigil; Matito, Icazurriaga; Maxi, Alcorta, Miguel, Villalba y José María.
El rival que deparó el sorteo en cuartos de final fue el Hércules, único equipo que quedaba de Segunda División, categoría en la que finalizó en segunda posición y que venía de eliminar a Hospitalet, Elche y Valladolid; aunque desde la directiva del Real Zaragoza se había manifestado que se prefería al equipo pucelano para la eliminatoria.
El partido de ida se disputó el 24 de mayo en Alicante, en el campo de La Florida (anteriormente conocido como La Viña), y la anécdota fue que, un día antes, se dio a conocer que la Federación volvía a multar a Marcelino por “desconsideración con el público”, actitud en la que, según los informadores, reincidía por cuarta ocasión.
El partido en esta ocasión fue bastante discreto, teniendo que esperar a la segunda parte para que, jugando contra diez por lesión, Santos lograra el definitivo 0-1, en posición dudosa y ante la queja general del público, pues el Hércules había hecho méritos para adelantarse.
Sin embargo, hay que destacar que en el minuto 23, el árbitro principal anuló un gol a Santos por teórica fuera de juego pese a que el linier no señalase nada.
El Real Zaragoza formó con Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; País, Pepín; Canario, Duca, Marcelino, Santos y Lapetra; mientras que el Hércules alineó a Bilbao; Bayo, Martínez Oliva, Quetu; Vila Torres; Ramón, Paqui, Arana, Ricardo García y José Juan.
La vuelta se disputó el domingo 31 de mayo en La Romareda a las 18:30 horas, y pese a partir con ventaja, el Real Zaragoza no se confió y solventó el partido con un contundente 3-0, aunque hubo que esperar hasta los minutos finales de la primera parte para que el equipo zaragocista anotase los dos primeros tantos.
De hecho, lo meritorio fue el nivel mostrado tan sólo tres días después de haber disputado el partido de desempate contra el Lieja. Así pues, el primer gol lo logró Santos en el minuto 40 a pase de Duca, y el segundo fue obra de Marcelino al filo del descanso tras una bonita jugada de Sigi, y el tercero y último fue logrado por Duca en el minuto 75, de nuevo a pase de Sigi. A su vez, las crónicas destacaron la seguridad defensiva aportada por Santamaría y Pepín, la buena conexión lograda entre Santos y Marcelino para desatascar el ataque, y la falta de ritmo de Villa, aún renqueante de su lesión.
Por el Real Zaragoza jugaron Yarza; Cortizo, Santamaría, Zubiaurre; Violeta, Pepín; Duca, Santos, Marcelina, Villa y Sigi; mientras que el Hércules alineó a Gómez; Simó, López Aranda, Quetu; Candela, Campos; Torres I; R. García, Santander, Balasch y Pío.
El equipo que se enfrentaría al Real Zaragoza en semifinales fue el Barcelona, segundo clasificado en el torneo liguero y actual campeón de la competición, habiendo eliminado en la presente edición al Tenerife, Córdoba y Español.
Este duelo se extendería a lo largo de veintiocho días, disputándose entre medio la Copa de Naciones Europeas y la final de la Copa de Ferias, situación anómala y que permitía al conjunto catalán una mayor concentración y descanso. Sea como fuere, lo cierto es que esa contingencia no impidió que el Real Zaragoza no sólo pasase la eliminatoria, sino que una vez más, deslumbrase con su estilo de juego y actitud.
La ida se disputó el 6 de junio en el Estadio del CF Barcelona (antiguo nombre del Camp Nou), al que se llegaba con la baja por lesión de Reija y la duda de Lapetra, y que se saldó con un inmerecido 3-2.
El partido se inició con un gol de Fusté que llenó de dudas al Real Zaragoza, aunque logró imponerse desde el minuto 15 y empató el encuentro pasada la media hora de juego gracias a una falta lanzada por Pepín; sin embargo, en la jugada inicial de la segunda mitad, Fusté volvió a poner por delante al Barcelona. Pese a todo, el equipo blanquillo se repuso y a punto estuvo de lograr de nuevo el empate, siendo anulado un gol aparentemente legal a Marcelino, y en la jugada siguiente Kocsis puso el 3-1 en el marcador ante una estirada memorable de Yarza, que nada pudo hacer.
El segundo gol zaragocista lo lograría Duca en el minuto 80, tras anotar un penalti por mano provocado por una acción de Canario, y aunque el equipo siguió intentándolo, el marcador ya no se movería más, encontrando el larguero una vaselina lanzada por Duca cuando moría el partido.
Así pues, el Real Zaragoza había perdido por la mínima pero dejando una imagen magnífica, por lo que el optimismo de cara a la vuelta era la sensación dominante tanto en la plantilla como en los aficionados, pese a la lesión con la que se retiró Cortizo del partido.
Por parte del Real Zaragoza jugaron Yarza; Cortizo, Santamaria, Zubiaurre; Isasi, Pepín; Canario, Duca, Marcelino, Villa y Santos; mientras que por el Barcelona disputaron el partido Sadurny; Benítez, Olivella, Eladio; Vergés, Fusté; Zaballa, Kocsis, Zaldúa, Pereda y Re.
Como hemos dicho, para la vuelta hubo que esperar hasta el domingo 28 de junio, disputada en La Romareda a las 19:00 horas, pues el Barcelona no accedió a retrasar el partido un día, tal y como se solicitó por parte del Real Zaragoza.
Así pues, el partido se afrontaba con la baja de Duca, lesionado cuatro días antes en la final de la Copa de Ferias, y la recuperación a última hora de Pepín, cuya participación se veía fundamental en un encuentro que, en la época, fue más valorado que el título recientemente ganado.
Se necesitaban dos goles para remontar la eliminatoria y un 2-0 fue el resultado obtenido, ambos tantos logrados por Isasi tras una demostración de buen juego e intensidad frente a un Barcelona que especuló demasiado con su mínima ventaja.
El Real Zaragoza saltó al campo decidido a solventar cuanto antes la eliminatoria, fallando Villa algunas ocasiones claras, anulándose de nuevo un gol a Santos y no señalizándose una peligrosísima falta al borde del área barcelonista; todo ello en los primeros quince minutos del encuentro.
El primer gol llegaría por fin en el minuto 20 tras un saque de esquina botado por Canario y rematado por Villa, que tras ser despejado por el portero culé, Marcelino recoge para asistir a Isasi, que coloca el 1-0; anulándose poco después un gol a Pereda tras una jugada previamente invalidada que apenas fue protestada.
Sin embargo, en la segunda mitad el partido se atascó mientras el Real Zaragoza buscaba insistentemente la portería rival, anulándole otro gol a Santos por fuera de juego, algo que empezaba a ser costumbre ya contra el Barcelona.
Cuando se daba por hecho que haría falta otro partido de desempate, en el último minuto del partido Lapetra sacó un corner desde la derecha que remató Isasi a portería, anotando el gol que daba el pase al conjunto zaragocista a su segunda final consecutiva, ante una afición, ahora sí, extasiada.
De esta forma tan heroica se cerraba una eliminatoria memorable en la que el Real Zaragoza fue muy superior, tanto en juego como en ocasiones, al Barcelona, y en la que demostró una fortaleza física y mental que presagiaba el éxito en la inminente final copera.
Por parte zaragocista jugaron Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Pepin, Isasi; Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra; mientras que el Barcelona alineó a Sadurny; Benítez, Olivella, Gracia; Vergés, Fusté; Zaballa, Kocsis, Zaldúa, Pereda y Ré.
De la final poco se puede comentar que no se haya sido dicho, contando con un sucinto resumen del partido que, pese a su brevedad, es lo único que tenemos de la consecución de nuestra primera Copa de EspañaAtlético de Madrid, llegaba tras haber finalizado la Liga como séptimo clasificado, pero firmando una brillante trayectoria copera tras eliminar al Málaga, Celta, Madrid y Valencia.
Se había despertado una gran expectación en torno al partido, bautizándose desde la prensa como “la final inédita” y con cierta incógnita alrededor del Real Zaragoza, pues Luis Belló anunció por televisión que Lapetra estaba lesionado y desde la capital se comentaba que Marcelino ficharía a final de temporada por el Madrid, aunque el propio delantero se encargó de desmentirlo dos días antes asegurando que “no jugaré con el Real Madrid la próxima temporada. Ni tampoco con ningún otro club, pues estoy decidido a no moverme del Zaragoza”.
La final se disputó el domingo 5 de julio en el Santiago Bernabeu a las 20:30 horas ante unos 75.000 espectadoras, cifra que contrasta con los apenas 10.000 que se dieron cita para presenciar la final de la Copa de Ferias, y el Real Zaragoza pudo alinear finalmente a su once de gala: Yarza; Cortizo, Santamaría, Reija; Isasi, Pepín; Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, segunda vez que jugaban los Cinco Magníficos en el torneo copero; mientras que el Atlético de Madrid presentaba a Medinabeytia; Rivilla, Griffa, Calleja; Ramiro, Glaría; Cardona, Martínez Jayo, Jones, Adelardo y Collar.
El partido se inició bajo dominio atlético, aunque rápidamente el Real Zaragoza se hizo con el control e impuso su ritmo, logrando el 1-0 en el minuto 18 gracias al inolvidable gol de parábola de Lapetra, desorientando por completo al portero y tocando en el palo largo antes de traspasar la línea de gol; aunque lo que no se suele comentar es que recibió el balón tras una portentosa internada por banda de Reija, tras sortear a varios rivales.
La ventaja hizo que el conjunto zaragocista tuviera más moral si cabe y, quince minutos después, Villa puso el 2-0 en el marcador con un tiro cruzado ante el que nada pudo hacer Medinabeytia, tras haber sido asistido de cabeza por Marcelino.
La segunda mitad no fue tan brillante ni del agrado de la afición, pues el Real Zaragoza se replegó casi por completo para conservar la renta de dos goles y destacando la figura de Yarza, que pese a recortar distancias en el minuto 71 gracias a Cardona, que recogió un tiro al larguero de Griffa, intervino decisivamente en dos ocasiones para evitar el empate.
Así pues, tras noventa minutos de intensidad, sacrificio y, sobre todo, buen fútbol, el Real Zaragoza conquistaba su primera Copa de España, primer título nacional, recogiendo el trofeo el capitán zaragocista, Enrique Yarza, entre la ovación de todo el público asistente, zaragocista, atlético o neutral.
De hecho, Sabino Barinaga, entrenador del Atlético de Madrid, declaró al final del partido que “el Real Zaragoza es un gran equipo y un excelente campeón”, muestra de la superioridad mostrada por el cuadro zaragocista y ejemplificada, durante noventa minutos, por los célebres Cinco Magníficos.
Se había ganado con ello un puesto de honor dentro del palmarés de la Copa, y con ello, el derecho a disputar la siguiente edición de la por entonces llamada Eurocopa de Campeones de Copa, nuestra querida Recopa, cuyo sorteo se celebraría al día siguiente y que depararía nuevas tardes de gloria para nuestro Real Zaragoza, aunque eso es ya otra historia.