Campeón adhesivo

Por Francisco Ruiz Espinosa

Andoni, no me hagas esto. No me falles. Precisamente hoy no, que nos jugamos la temporada, el ascenso, ¡la existencia! Tú, que siempre has estado ahí, seguro y triunfante, no me puedes dejar desamparado.

Que van ya cuatro cajas y sigues sin aparecer. Ahí están los tazos de los jugadores del Ajax de la Supercopa del 96, con sus formas redondeadas, el dvd de Montjuïc, las camisetas históricas que sacó Heraldo y los pines de los trofeos del Real Zaragoza. Treinta y cinco bufandas, incluso la gafe de la eliminatoria con el Austria de Viena, esparcidas como si hubiera explotado la caja que las contenía. Todo mi Diógenes zaragocista a modo de exposición entre la mesa, estanterías y sillas del despachito.

«¿Qué estás buscando?»

Estupefactos ante mi febril actividad arqueológica, la familia en pleno me observa  asomándose a la puerta. Los peques, bufanda en ristre, parecen ya impacientes. A ver cómo les explico yo que estoy buscando un cromo.

En concreto, el de Andoni Cedrún de la temporada 1993-1994. De una época en la que ya no tenía edad de coleccionar cromos, y para colmo repe.

Sin embargo, ese cromo y yo tenemos una relación larguísima, estable y feliz. Todo empezó en la final de la Copa del Rey de 1994. Justo antes de empezar la tanda de penaltis, como si fuese un chamán de algún tipo de magia ancestral, rebusqué entre el montón de repetidos el de Andoni, e improvisé una especie de altarcillo en la mesa de café del salón. Cada vez que un lanzador del Celta se disponía a lanzar, le imploraba al bueno de Cedrún. «Venga Andoni, que esta es tuya»

Aquella invocación funcionó. ¡Bien lo sabe Alejo! Pocos días después, plastifiqué aquella imagen para preservarla de los rigores del tiempo, y que permaneciese preparada para los próximos desafíos.

Desde entonces, este cromo me ha acompañado en todos los éxitos. Sobrevoló mi salón cuando el balón de Nayim caía a plomo en el cielo de París, empujó a Yordi mientras croqueteaba en el área de la Cartuja para levanarse y marcar, viajó conmigo a Barcelona a acabar con el Imperio Galáctico…

Me lo olvidé para la final del Bernabéu. Un fallo imperdonable, quizá fruto de la confianza. Aún hoy me devora el remordimiento.

Si Andoni tiene un palmarés a la altura de pocos, su imagen adhesiva es la bomba. A las dos Copas del Rey y una Recopa de Europa, añádele otras dos Copas del Rey y una Supercopa de España. Bueno, eso y tres partos exitosos. Porque ahí estuvo, de incógnito agazapado en mi cartera a modo de estampita, aportando su granito de arena. Menudo currículum.

Quizá el partido de hoy no tenga el prestigio al que está acostumbrado, pero dadas las circunstancias creo que es necesaria su presencia. Un ascenso ahora mismo es la vida, cualquier ayuda es poca.

A ver, quizá lo guardé con los libros, periódicos y revistas…

«¡No vamos a llegar!»

Tienen razón. Si no salimos ya, no entraremos a tiempo. Que hoy habrá follón. No pasa nada, no soy hombre supersticioso. Además, llevo la bufanda avispa, la camiseta del año de Brehme y, tras quince días a dieta de borraja y manzana, el pantalón que llevé en la final de Barcelona, que ahí lo tenía guardado para una situación como esta.

 

Ya estamos en nuestro sitio del Fondo Norte y no me acabo de sentir cómodo. Tengo un mal presentimiento. Mira que he entrado por el tercer torno empezando por la derecha y he subido las escaleras en diagonal, pero ni así me he quitado el nudo en el estómago. Si el pequeño no se hubiese empeñado en ponerse la bufanda a lo Rambo, como el día que perdimos contra el Girona, igual estaba más tranquilo.

Por lo menos traemos buen resultado de la ida. Un empate a cero justito, porque mira que nos apretó Osasuna. Parecía una recreación de los Sitios, a bombazo limpio en forma de balón colgado.  Además, el olor del césped mojado, los peques con las bufandas, el tifo y el himno a capella parece que me deshacen el nudo. Empiezo a creer. ¡Qué puñetas! ¡Somos los mejores!¡Esto está resuelto al descanso y el segundo tiempo es una fiesta!

 

A freír espárragos. Ya se han adelantado los navarros. ¿Pero cómo han podido dejarle tan suelto en el centro del área? ¡Si todos sabíamos que su fuerte eran los centros laterales para que remate su delantero centro!…Pues ya la hemos fastididado. Otro año más en Segunda. Eso si no desaparecemos. Si ya sabía yo que así imposible, que sin ese maldito cromo ni en mil años ganábamos hoy. Y encima el pequeño sigue con la bufanda anudada a la cabeza, a lo kamikaze. Así no vamos a remontar en la vida.

 

Se me está haciendo largo el descanso. No hemos llegado ni una sola vez a puerta, así empatar va a estar difícil. Es necesario un cambio táctico, con la mayor urgencia. Con esta disposición ya se ve que no vamos a ningún sitio. Ni una sola ocasión clara. Algo hay que hacer, como el día del Lugo. No hay que perder tiempo, tengo que tomar medidas drásticas.

«Cariño, por favor, cámbiale el sitio a Papá. Dile a tu hermano que se siente ahí en la derecha y tú en medio. ¿Seguro que te gusta llevar la bufanda así?».

¿Dónde estará el maldito cromo?…Ahora que caigo, ¿No se perdería en la mudanza? Más o menos coincide con el segundo año de Agapito. ¡Seguro que es eso! ¡Todo cuadraría! ¡Desaparece Andoni y con él se va la suerte! ¡Dejó de cuidar de la Puerta del Carmen y por ahí se coló la desgracia, la ignominia, el Apocalipsis!

Por eso tantos años de miserias. En su ausencia seguimos sin levantar cabeza, condenados en el infierno por años y años. ¡Y todo por mi culpa! Si hubiera cuidado de Andoni, si lo hubiera dejado con los álbumes de fotos, o en la caja de recuerdos familiares, o dentro de la caja del vídeo de la Recopa…

La ruina del Real Zaragoza sobre mis hombros…por culpa de mi desorden…

 

Diez minutos. Sólo diez minutos quedan. No empatamos ni jugando hasta mañana, qué espesura de ideas. Andoni, ¡por qué me has abandonado! Da igual que me haya cambiado el nudo de la bufanda y ahora lleve un perfecto Windsor. Ni siquiera poniéndome la gorra pese a ser noche cerrada. Nada sirve en tu ausencia. Hasta ahí llegamos, a la banda, y no nos vamos de nadie sin tu influencia mágica. Mira, por hablar, esta vez sí ha dejado sentado al defensor. ¡Ponla bien!….

¡Gol!

Lástima marcar tan tarde. Nadar para morir en la orilla. Si nos ha costado Dios y ayuda empatar. “¡Sí se puede!¡Sí se puede!¡Sí se puede!”¡Qué narices se va a poder sin Andoni, insensatos!

Por lo menos, con la celebración del gol, el mediano se ha quitado la bufanda de la cabeza y la lleva en la mano. Voy a hacer yo lo mismo, como cuando remontamos ante el Alavés.

 

Esta es nuestra última oportunidad. Está muy ladeada, la falta es casi como un córner. ¡Pero a qué espera el portero a subir! ¡Ay, Andoni! Si te tuviera aquí te estaría abrazando con todas mis fuerzas, a ver si tu mojo aparecía una vez más. Que nos va la vida en esto, y tú a saber dónde paras.

Gol. ¿Gol? ¡GOOOOOOOOOOOOOL!….¡Pero qué remate de nuestro portero! ¡Por toda la escuadra! ¡Ni Poyet los metía mejor! ¡Venid, peques venid! ¡Montonera! ¡Que Tebas me sancione si quiere, que me da igual! ¡Y pita el final! ¡Somos de Primera otra vez!

¡Qué alegría! Y todo ha sucedido sin Andoni. Quizá estaba siendo un poquito supersticioso, y toda la magia del Andoni adhesivo no ha sido más que una serie de casualidades. ¡Viaja libre, Andoni! ¡Descubre mundo! ¡Qué buen tiempo pasamos juntos!

Papá, se te ha caído la cartera al suelo”

¡Menos mal que este niño tiene ojos para todo! A punto he estado de volverme con ascenso pero sin cartera. Espera, ¿qué es esto que asoma entre los billetes?…

Apoyado sobre tu rodilla derecha, poniendo el balón en juego, mirando en lontananza qué sucede en el verde…aquí has estado todo este rato. En mi cartera, quizá desde la última vez que te necesité de verdad, y viniste conmigo de incógnito. Siempre supe que podía confiar en ti. Nunca me has fallado. ¡Somos de Primera, Andoni, volvemos a casa!