Por Raúl Garcés Redondo
David Andrew Seaman se despierta la mañana del 10 de Mayo de 1995 en su habitación de hotel en París. Desayuna huevos revueltos con café y zumo de naranja y ojea la prensa. Esa noche su equipo, el Arsenal de Londres, se enfrenta a un equipo español, el Real Zaragoza, en la final de la Recopa de Europa.
Horas más tarde, en el Parque de los Príncipes, a pocos segundos para el final de la prórroga, un balón lanzado por Mohammed Alí Amar “Nayim” dibuja una parábola perfecta para terminar colándose en su portería.
Al día siguiente, David Andrew Seaman se levanta sin apetito. Un guardameta internacional debe saber afrontar las críticas, así que pide el periódico. Se enfrasca en una discusión con el empleado del servicio al considerar que éste le sube la prensa del día anterior. Disputa que da paso a un fuerte mareo cuando el botones le hace ver que se encuentran todavía a día 10.
No es capaz de entender lo que esta sucediendo pero en seguida le viene a la cabeza aquella película de Bill Murray. Y como aquel, tiene la oportunidad de cambiar el rumbo de los acontecimientos. Así pues cuando quede apenas un minuto para el pitido final, retrocederá unos pasos y logrará atajar sin dificultad el disparo del jugador ceutí.
Horas más tarde, un inoportuno tropiezo le lleva a caer y ver desde el suelo como el balón termina besando la red.
Al día siguiente, David Andrew Seamen se levanta temprano. Y todavía en pijama toma el ascensor para ir en busca de la prensa. No puede reprimir un grito de alegría cuando descubre que de nuevo es 10 de Mayo. Tiene otra oportunidad. Esta vez no arriesgará y permanecerá bajo palos.
Horas más tarde, el balón, al caer, resbala en sus guantes y sobrepasa llorando la línea de gol.
Al día siguiente, David Andrew Seaman desciende de dos en dos los escalones que separan las diferentes plantas del hotel. Cuando llega a la recepción, abre ansioso el periódico por la sección de deportes para leer: El Real Zaragoza se proclamó anoche campeón de la Recopa.