La eterna pregunta

Por Romualdo Prat Navarro

-¿Pero qué tienes que entender? Es mi decisión. Parece que te fastidie.
-Es que aquí lo tienes todo. Eres el mejor ingeniero agrónomo, cortas la hierba con el estilo más depurado y, desde pequeño, todo el mundo ha asumido que como tú no ha habido otro. Elegiste a la novia que quisiste. Tienes un montón de hijos… y ahora así, sin más ni más, dices que te vas dos semanas a aprender.
-¿Qué pasa cos?… ¿Qué pasa Nino, ya está éste machacándote de nuevo, no? Mira Gus, ya vale. Ayer fui diplomática pero ya no me callo más. Si tú tuvieras su capacidad y pudieras también lo harías. Porque vives los partidos igual que nosotros. Para los tres es más que una profesión. Déjalo en paz.
-Está bien… ya vale. Sé que parece una locura pero es que sólo se vive una vez y estoy en el ecuador de mi vida. O lo hago ahora o no lo haré nunca.
-A veces me gustaría ser una araña. Están tan tranquilas ahí arriba, en la cubierta, viendo los partidos sin que nadie les moleste.
-Ya, claro. Tú siempre fijándote en lo que te conviene. Casi todas sufren de insuficiencia respiratoria a causa del humo de los puros que se atizan los de abajo y cuando hacen el repaso de pintura les deshacen las cuevas y fallecen la mayoría. Suerte que esta gente no se aplica y les come la roña.
-Sí pero desde casa muchas veces no puedo ver nada. Se ha hecho socio uno justo encima de la mía. Me tapan sus piernas.
-De verdad Gus. Vete a cascala. Por favor Nino, sigue.
-No creáis que no me llena el oficio. Rasurar la hierba de La Romareda es la sensación más plena que alguien puede disfrutar. Sobre todo después que la repasan con la maquinaria… justo en ese momento en que vamos a darle el toque definitivo, el toque final…
-Sí, sí,… ese sabor… cerrar los ojos y…ese olor…y esa sensación de humedad que la acompaña con el rocío de la mañana… ¿qué me decís?
-Co, qué pasada… ¿Os cuento algo? Hace más de veinte generaciones uno de mis tíos tatarabuelos, el tío Celedonio después de su jornada radía la línea de fondo desde el córner de la Feria hasta el poste izquierdo, se tragaba hasta la cal. Su mujer, mi tía-tatarabuela, era la única que lo sabía. Él le daba la brasa noche tras noche imaginándose una jugada en la que un alien de los nuestros la conducía recta por ese carril para dar un pase final de la muerte a gol. Finalmente hizo buena la teoría de la visualización. Porque le llevó media vida, pero un día vio aparecer al Paquete Higuera y no sólo se recorrió veinte metros de cal, sino que fue capaz de hacer dos caños antes de dársela a Gay para que la empujara.
-Pues mi padre murió de la emoción. Por eso mi madre no nos dejó asomarnos hasta que fuimos mayores. Fue en el tercero, en el de Willian José. No pudo aguantar la emoción y se olvidó de las normas de prevención de riesgos. Empezó a saltar por las gradas hasta que cayó en el puro de uno de los domingueros. Los hermanos éramos aún larvas. Ni siquiera nos quedó pensión porque sólo llevaba cotizadas tres semanas y ocurrió fuera de horas de
-No me extraña que prefieras ser araña. Pero son complejos. Los seres vivos nunca estamos contentos con lo que tenemos.
-Les pasa también a los humanos. A estos sí que no los entiendo. Pueden ver evolucionar temporada a temporada al equipo, muchos hasta vieron a los magníficos. Pero siempre se están quejando de cualquier tontería. O se matan entre ellos absurdamente. A mediodía he cruzado la plaza y he visto en la tele de la residencia de los abuelos la que han liado hoy en Bruselas.
-Sin embargo para nosotros una temporada es una vida. Cuatro estaciones para nacer, crecer, reproducirnos y morir. Coherentes que somos.
-Por eso gusta tanto el fútbol. En noventa minutos se representa una pequeña historia que basta para entender una vida. Se trata de comprimir el tiempo, que se nos escapa, para degustarlo a través de un juego, como cuando críos.
-Hala tira, Nino. Ahora puedes seguir con lo de que quizás el espacio es cierto que se puede doblar, que es flexible y que el tiempo vuelve a coincidir…
-Si fuera así yo sé dónde querría aparecer…
-Evidentemente a ras de hierba en aquello de Galletti…
-Pues yo sobre el marcador simultáneo para ver las galopadas de Rico con los calcetines abajo y la melena rizada al viento… ¡me lo han contado tantas veces!
-Yo a ras de hierba, sí, pero hace diez generaciones, en el momento de la ejecución de aquel sombrero y posterior obús en el sexto de Ewerthon…
-Pues espero que ahora me vayas comprendiendo, que veas de qué va todo esto. Fíjate que el dominguero que se sienta sobre mi casa cuando sube la escalera aún hace el gesto de avanzar la mano derecha hacia arriba. Los hermanos nos reíamos de él cuando lo veíamos subir. Cuando era pequeño mi madre me dijo que había cosas que no podía aún comprender. Y ayer me contó la siguiente historia que le transmitieron sus padres: durante muchas generaciones, se sentaba encima de nuestra casa un cojito. Este tuvo un hijo al cual agarraba de la mano para que no se le cayera por la grada. Aquel crío es el tonto dominguero que aún sube avanzando la mano derecha de manera refleja.
-Pues sí que es tonto, sí. Gilipollas profundo.
-Esto va de emociones, Gus. Tenemos suerte de poder vivir en los apartamentos que levantaron en el 57, por mucho que debamos compartir espacio con restos de pipas o la parte de mugre correspondiente. Todo gracias a la Virgen de la Santa Almohadilla Desplegable, que nos permite pasar desapercibidos y poder planificar una vida independiente tal cual la queramos. Y eso es lo que quiero. No quiero ser una araña a la espera de lo que la suerte me depare. Yo la suerte la quiero perseguir, como decía Pichi Alonso.
-Una vez vino el equipo nacional. Imagino que si volviera a pasar tendríamos el corazón dividido.
-Claro, pues eso digo. Que yo no puedo esperar a que venga el Grasshoppers como en los tiempos de Rubial. Tengo ya mi plan cerrado.
-¿Y cómo es la cosa?
-Bueno… el máster es de reciente implantación y sólo conozco la parte teórica, ya sabéis, teoría de las clorofilas, densidades de los estomas, variedad de cutículas del envés… es una ampliación de lo que vimos en la carrera, pero claro, al ser la cuna del fútbol me imagino que la parte práctica será sorprendente. Y lo que más ilusión me hace es poder vivir allí, en la residencia de estudiantes de la grada sur de White Hart Line. Podré catar el aroma de la hierba que pisó Nayim.
-Desde luego siempre hemos sido más reconocidos en Inglaterra que en España.
-Así es. Al viejo estadio le queda poco, porque allí también proyectan levantar uno nuevo. Lo mismo que pasa con Stanford Bridge, donde tenemos también dos días de seminarios prácticos. En el descanso me recorreré la diagonal que hizo Santi Aragón, je, je.
-¿Esta es la credencial de la beca de aceptación?… fíjate, va a tu nombre, hasta lleva tu dirección: “Tribuna Cubierta Fila 6 Número 83”…
-A ver. Os voy a contar algo, como se suele decir “por si me pasa algo” ¿No os habéis nunca fijado que en los últimos minutos de los partidos solemos meter el gol definitivo de la victoria en la portería de gol de pie? Pues resulta que mientras todos hacéis la konga al final de la verbena en la noche previa a los partidos… yo he recogido la costumbre de mi familia de rader en dirección norte las últimas briznas de los brotes nacidos en la noche, los más tiernos, desde el punto de penalti hasta ambos postes. Ya sabéis… los metros finales donde se decide todo.
-Así que…aquel de Simarro, ja, ja…
-Tenéis que relevarme en la función. Este año la cosa andará por los 70 puntos y tenemos que empujar para que nuestros hijos puedan ver al equipo en primera.
-Pero algo más tiene que haber. Como decía Jeanette, ¿por qué te vas?
-Quiero cumplir el sueño completo. Quiero saber diseñar la hierba de La Romareda más allá de las líneas rectas a lo largo y a lo ancho. Quiero pasar las noches en vela modelando las hebras para que desde la tribuna luzcan la cara de Violeta, la melena de Diarte, la mirada aguda de Señor, la sonrisa de Cani…
-¡Qué bien suena! ¿Y algo más?
-Pues sí. Siempre me he preguntado algo a lo que no he obtenido respuesta. Casualmente fue lo mismo que le oí murmurar en voz baja el otro día durante el partido contra el Albacete al hijo del cojito. Y pretendo resolverla tomando un tren hasta Leeds en el domingo de descanso. Ese día hay partido en Ellan Road. Bajaré a la hierba, me concentraré, cerraré los ojos, y al cielo le haré la pregunta que nunca pude hacerle a mi padre… papá, pero dime realmente… ¿tan bueno era Lapetra?