El cielo zaragocista

Por Manuel-Esteban López Lapuente

Más a menudo de lo que quisiera vengo sufriendo últimamente desvanecimientos por culpa de la desnutrición y la carencia de hierro en sangre.

El último desvanecimiento duró más de lo habitual pero tuve un despertar con sonrisa. Os lo tengo que contar, y más a los zaragocistas.

Dicen que cuando te mueres ves un túnel y al final se ve una luz y que alguno de tus parientes cercanos, ya fallecidos, viene a buscarte para hacer el recorrido. A mí me vinieron a buscar dos: mi padre y mi abuelo. Debieron verme cara de asombro y un temblor que recorría todo mi cuerpo porque me dijeron: “No tengas miedo. Vamos a llevarte a un lugar que nunca hubieras soñado pero que estamos seguros que te gustará”.

Según íbamos avanzando en el interior del túnel sonaba cada vez más fuerte el himno del Real Zaragoza. Y se me ocurrió preguntarles: “¿Vamos al fútbol?”.

“No, vamos a algo mucho mejor que un partido del Real Zaragoza. De los de antes, de cuando íbamos los tres juntos a La Romareda”, dijo mi abuelo.

Ya salíamos del túnel cuando la luz potente, como un foco de campo de concentración de película de la Segunda Guerra Mundial, me cegó. No podía distinguir ninguna imagen, pero el sonido me era familiar: “El Zaragoza vuelve a ganar, y el Fondo Norte…”

De repente, pude ver. Estábamos en una sala llena de pantallas gigantes y en todas ellas el Real Zaragoza jugaba un partido, del pasado o del futuro. No había ninguno del presente, como si el presente no existiera en este lugar.

En una de las pantallas estaba la final de Copa del Rey de 1993. Sí, la del “Uriazo”. El marcador aún estaba cero a cero. Cerca de la pantalla había una mesa con mandos y botones como la de una videoconsola de juegos recreativos de los ochenta. Y… no me lo podía creer. Allí, dominando el mando y los botones estaban dos aficionados del Real Zaragoza, sus caras me eran conocidas de verlos más de un prepartido en alguno de los bares cercanos a La Romareda. Uno de ellos apretó un botón y el disparo que dio el primer gol al Real Madrid salió fuera. Y entonces Urío se resbalaba. ¡Menudo tozolón! Y, desde ese momento, empezó a verse todo con los colores del Real Zaragoza. El dominio del juego fue aplastante, se llegaba con facilidad a la meta merengue y pronto llegó el primer gol, Belsué sube por la banda llega a la altura del área madridista y, en lugar de seguir hasta línea de fondo y centrar, traza la diagonal, penetra en el interior del área, llega a la altura del punto de penalti y de inapelable disparo marca gol. ¡Vaya golazo! El destino parece que quisiera devolvernos lo que nos quitó un arbitraje indigno… No pude seguir viendo más, me llamó la atención una frase que empezaba: “¡Rafa, me cago en mi madre…!” me giré y pude ver en otra pantalla a Mejuto, pero esta vez no le hacía caso a Rafa y no había ni penalty, ni expulsión, y pocos minutos después, Aguado marcaba un gol a la salida de un córner que había provocado la enésima internada de Gustavo López mostrando una vez más su dorsal a Fernando Couto.

Era como me dijo mi abuelo un lugar increíble, donde estaba disfrutando como hacía mucho tiempo, casi desde que Nayim impulsó aquel balón en parábola interminable que dió tiempo a pensar: “Gol, tiene que ser gol”.

Otro momento espectacular fue cuando no era Villar quien dejaba fuera de la Champions al Real Zaragoza para que la jugara el Real Madrid. La competición fue avanzando y el Real Zaragoza jugaba la final y… la ganaba, con golazo de Milosevic, que no se fue a Italia, se quedó para triunfar y seguir triunfando, temporada tras temporada. Y era para ver la Cara de Alfonso Solans, hijo, que hasta acabó por gustarle el fútbol de tanto ver ganar al Real Zaragoza… y no vendió… y Agapito nunca existió… y no bajamos a Segunda, ni nos convertimos en un equipo ramplón, humilde y del montón. Seguíamos siendo la orgullosa afición del equipo más grande de Aragón, España, Europa y el Mundo. No se concebía un evento futbolístico sin la presencia del Real Zaragoza, bien jugando o bien representado por sus jugadores en selecciones y celebraciones varias.

El karma, el karma… ¿qué karma? Justicia, por fin, Justicia, con mayúsculas. Este era el lugar que desea todo zaragocista para ser feliz. Una amplia sonrisa se dibujó en mi cara, era feliz en este “cielo zaragocista” y entonces… sentí una palmada en mi cara y aún con esa amplia sonrisa dibujada pregunté: “¿Qué? ¿Qué pasa?

Había vuelto en sí de mi desvanecimiento y esa felicidad que sentía desapareció de golpe ante la realidad, pero aún resonaba una canción en mi cabeza que me hizo volver a sonreir: “El Zaragoza vuelve a ganar, y el Fondo Norte no para de cantar”. Ahora sólo espero que esa Justicia, con mayúsculas, alguien se a capaz de hacerla realidad, algún zaragocista con tanto corazón como cartera, y dispuesto a hacernos felices a los zaragocistas en el presente.