Amigos de instituto

Por Jose Enrique Gutierrez Gimeno

Sonaba el despertador, era un 19 de Junio, y el último miércoles del curso que lo hacía a las 7:15 h.

Como solía ser habitual en él, se levanto como un resorte de la cama, una media sonrisa picarona se le dibujo en su rostro, pensando que hoy no iba ser un día cualquiera.

Con el ritual de todas las mañanas, primero fue al baño. Sintió un gran alivio fisiológico al hacer hueco en su vejiga. Se lavó la cara con agua fría y se humedeció ligeramente su cabello castaño, peinando a su vez esas características »greñas» que se deslizaban por su cuello.

Fran Pérez, no era especialmente presumido, ni mucho menos, pero como solía decir, le gustaba ir decente, como a cualquier adolescente de 17 años. Los pantalones vaqueros elásticos, las J’Hayber blancas, que igual le valían para jugar sus »pachangas» del recreo, como para salir de fiesta por la zona del Rollo los fines de semana, la »chupa» de cuero o la cazadora vaquera con ese borreguillo en la solapa, eran parte del atuendo típico de gran parte de los compañeros del Instituto de Fran, a los cuales les impregnaba un cierto aire de » macarrillas» en  los albores de los años 90.

Su madre Pilar, ya se encontraba en la cocina, calentando la leche en el cazo, y preparándole el almuerzo. – Buenos días hijo,  la leche ya esta caliente, cogete las galletas María del armario, el bocadillo ya lo tienes, esta tarde te haré una tortilla de patata para el fútbol.

Fran desayuno apresurado en su taza favorita, la cual llevaba impreso el escudo del Real Zaragoza, un buen vaso de leche con Cola-Cao, dos magdalenas, y galletas María las cuales manipulo como cartas de guiñote  que se disponen a barajar para comenzar un coto sobre el verde tapete.

Pilar, ama de casa tenía dos hijos, Iván de doce y Fran de diecisiete años, por los cuales se desvivía.

Su marido Antonio trabajaba  en la GM, hoy miércoles le tocaba turno de tarde.

– Adiós mamá que cada día voy más justo, le dio un beso en la mejilla y salio disparado con su mochila hacia la Plaza Aragón, a la espera de que llegará una de sus líneas, el 30 o el 40, que lo llevarán  lo antes posible a su destino.

Su Instituto, el Politécnico Virgen del Pilar se encontraba en Casablanca, junto al cauce del Canal Imperial de Aragón. El 30 fue el primer autobús en llegar a la parada. A rebosar como siempre, tuvo suerte, el conductor abrió sus puertas, pico su bono-bus y se quedó en el único hueco libre existente, entre las escaleras y el conductor.

Hoy miércoles había dos horas de Taller para comenzar, así que se dirigió hacia allí bajando las escaleras de las aulas que comunicaban con los Talleres. Aparte de compañeros de clase, un nexo común les unía a buena parte de sus amigos de clase, el de compartir su afición por el Real Zaragoza.

Pronto vislumbro a su compañero Juan José Cata, el cual con su mochila a la espalda llevaba puesta la camiseta blanquilla del Real Zaragoza, – Pues si que vas fresco Cata, le espeto Fran, – Buahh…de aquí a dos horas todo nos sobrará, y hoy Fran, hay que lucir zaragocismo… y al que no le guste…que no mire.

Cata era un tipo peculiar, el termostato en general no le funcionaba muy bien, pero era buena persona, y se vestía por los pies, aragonesista y zaragocista a partes iguales.

Llegó la hora del recreo, eran las 11:30 h. y el sol empezaba a manifestar que iba ser un día caluroso aunque a primera hora la chaqueta vaquera no había sido un estorbo.

Fran y Cata se juntaron con el resto de colegas de clase, los cuales iban a ir al partido. Sentándose en corro en la zona de hierba donde hace unos años ocupaban las antiguas piscinas del Instituto, empezaron a desenvolver sus bocatas, dando cuenta de sus respectivos almuerzos.

Abel Martínez el »Martí» y Javier Olmeda el »Risi», eran los otros colegas  que iban a ir al partido junto, a Oscar Salas. Este último tomo la palabra después de dar un buen bocado a su bocata de jamón con tomate, y en tono irónico pregunto – Bueno ¿que? ..habrá que pagarle a estos las entradas, digo…- Eso eso… , quinientas pelas por barba, aflojar la gallina, espeto Cata, – que junto al Risi fueron los encargados de ir a sacar las entradas,  – Que ya nos pegamos ayer buen rato haciendo cola, jetas.. adujo Risi. – Yo no llevo la pasta ahora dijo Martí, esta tarde os la pago, – Más te vale que si no te quedas sin entrada… le indico Cata.

-¿Había mucha cola? – Pregunto Salas, – Jodo petaca, ¿ que si había cola? nos pegamos una hora y media macho, la cola llegaba desde la taquillas a la puerta de entrada de los jugadores.

-Bueno tíos, habéis hecho una gran labor social, dijo Fran…riendo todo el grupo al unisono.

Una vez acabaron sus respectivos almuerzos, comento Fran, – Bueno, como ya esta todo el pescado vendido en clase, podemos echar un futbolin en el bar del Insti y unos botellines, y luego vamos al Amblas, a echar unos morteros ¿que os parece? El resto de cuadrilla con un claro gesto de conformidad asintió.

El Amblas era el bar típico de toda la vida en el barrio de las Delicias, con ese toque peculiar de los bares de antes, con sus sillas y mesas de fornica, techos altos, famoso por sus morteros de cerveza de medio litro a cien pesetas, sus croquetas de cocido o sus madejas, entre otros suculentos manjares caseros, y ese reloj del Real Zaragoza en la pared detrás de la barra, que marcaba las horas para conocimiento de la clientela.

Sobre la 13:00 h. llegaron al Bar, demandaron cinco morteros, cuatro croquetas de cocido casero y una madeja para Martí, y se sentaron alrededor de una mesa.

¿Como lo veis para esta tarde? Interrogo Salas. – Pues, chico… lo sacaremos adelante, llevamos buen resultado jugamos en casa y con el campo lleno… la Romareda es mucha Romareda. Dijo Cata. – Hombre hay que ser realistas, pero salir vivos de la Condomina fue un milagro, las pasamos de a metro…gracias a Cedrún, si no, estaríamos ahora mismo jodidos…la defensa fue un coladero, dijo Fran. – Y a Diaz Vega, que para una vez que el chuletilla este nos favorece, el mejor »pitolari» para jugar fuera de casa…dijo Martí. – Pues si… afirmaron el resto. – Bueno colegas, yo ya tengo la trompeta afinada, y el bombo de mi hermano, que me lo deja para ocasión, nos tenemos que hacer oír, dijo Cata, soltando una carcajada.

Apurando su mortero, Risi se levanto de su silla y se aproximo a la barra para pedir otra ronda. – A esta invito yo, dijo, sacándose un Ducados del bolsillo de su camisa negra.

¿Os gusta la alineación? Soltó al aire  Risi. – Pues hombre, con lo que hay tampoco da para mucho más.  En defensa se tienen que poner las pilas…Esteban y Belsué tienen que subir más la banda, y Julia y Aguado ya pueden atar al Aquino, ese tío es muy bueno, ojo con él. Arriba Pardeza e Higuera con Poyet, tienen que marcar la diferencia. Y el medio campo a ver…el chavalin Sanjuan con Víctor …tengo confianza, porque el Rumano…tiene calidad, mucho balón de Oro…pero jodo petaca…como no cuele alguna falta…argumento Salas.

El reloj zaragocista del Amblas marcaba las 14:15 h. después de los dos morteros los efectos de los mismos iban creciendo paulatinamente y la mejor decisión fue marchar a comer a casa.

Por la tarde, les esperaba la batalla más importante que iban a vivir como jóvenes seguidores zaragocistas. El partido de vuelta de la promoción contra el Real Murcia, para evitar el descenso a segunda división en la Romareda. Después del empate a cero en la Condomina , ya no había vuelta atrás, 90 minutos para salvar una nefasta temporada llena de despropósitos. Dos destinos posibles, permanecer en la élite o  descender a los infiernos, uno de ellos se atisbaba como el futuro en esos momentos tan inciertos del Real Zaragoza.

Eran las 15:15 h. cuando llego a casa, un tanto adormilado debido a las rondas previas. El resto de la familia ya había comido, y su padre ya había marchado a trabajar. – Ya es hora hijo… un poco tarde vienes hoy…me ha dicho tú padre que suerte para esta tarde, .- comento Pilar, – ya le fastidia no poder ir hoy al fútbol, pero era difícil que un día como hoy le cambiara algún compañero el turno, encima los compañeros que tiene más confianza son socios y también iban a ir al campo.

Ya me ha dicho que lo oirá por el transistor con los cascos.

Antonio era socio desde hace muchos años, el nº 443, lo cual siempre mencionaba con orgullo. Era un zaragocista de los de toda la vida, que había respirado zaragocismo desde muy  pequeño. Su padre, y abuelo de Fran, había trabajado de portero en el antiguo campo de Torrero, y el mismo se había encargado de transmitir esa pasión zaragocista a sus hijos, Fran e Iván.

Iván se encontraba viendo la televisión en el salón, mientras Fran apuraba su flan en la cocina.         – Pues tú padre ya me ha vuelto a repetir en la comida que porque no te has llevado a tu hermano al fútbol, con la ilusión que le hubiera hecho – le recalco su madre. –  Mama, ya sabes que voy con mis amigos, y no quiero estar pendiente de Iván, con el jaleo de gente que habrá hoy, que es muy pequeño, si acaban de decir que se han agotado las entradas. Además a buenas hora acaba, por lo menos serán las once de la noche…- Ya lo se hijo, le dije a tú padre que si hubiera podido él, aún, pero así, que era muy tarde para él, tiempo tendrá…

A las 18:00 h. cogió su bocata de tortilla de patatas envuelto en papel albal, y se despidió de su hermano, – Bueno hermanito, a las ocho ya te puedes poner la radio que conecta Radio Zaragoza en directo desde la Romareda, si ganamos ya te traeré un regalo…- Si, tú tienes mucho morro, te marchas con los amigos al fútbol y yo aquí me quedaré…- Le soltó su hermano con cierto aire de reproche.

Con un sonoro beso se despidió de su madre. – Hala hijo que disfrutéis, a ver si ganamos.

Al salir por la puerta de casa, se sintió por una vez importante. Como un torero al salir por la puerta grande del Coso de la Misericordia. Luciendo con orgullo su camiseta zaragocista, cual traje de luces, y su bufanda blanquiazul al cuello, como trofeo conseguido después de una gran faena.

Fran decidió desplazarse caminando y no coger el autobús. Era una tarde calurosa, y enseguida pudo palpar el gran ambiente que se vivía en las calles. Desde la Plaza Aragón, se empezaba a ver que era un día diferente. La Gran Vía y  Fernando el Católico, eran una marea blanquiazul de bufandas, camisetas y banderas de Aragón, con una única dirección, el Estadio Municipal de la Romareda.

Eran las 19:15 h. y la quedada en la puerta de entrada de acceso a los vestuarios para recibir a los jugadores no había defraudado, la respuesta había sido masiva, apareciendo las primeras bengalas.

Allí acudieron toda la cuadrilla, que había quedado anteriormente en las taquillas, donde era más fácil para poder verse entre la multitud. Pese al calor reinante todos portaban su bufandas colgadas al cuello, ondeandolas al viento cuando alguno de ellos, u otros aficionados, comenzaban algún cántico zaragocista. Juan José Cata con su bombo daba la nota musical a la cuadrilla.- Te dejo de encargado para que lleves la bandera de Aragón, eres nuestro abanderado, le dijo a Martí, cediéndole su bandera.

Salas choco la mano con Gustavo Poyet y con Esteban Gutiérrez, deseándoles ánimo. Martí, con un leve toque en el hombro les grito »a por ellos» a Dorin Mateut y a Iñigo Lizarralde, antes de adentrarse por la puerta de vestuarios, ante la multitud de fervientes seguidores.

Aún les dio tiempo de echarse unos botellines en el Bar Ribeiro, cerca del Parque Grande, junto al río Huerva.

Ya dentro del bar – Habéis visto a Dorin Mateut, ¿ pero que pequeñico es ? soltó Martí.

– Joder…ni que Pardeza midiera 1,90 m. – Que las mejores esencias vienen en tarros pequeños…dijo sonriendo el Risi, el cual precisamente no destacaba por su altura.

Apurando sus cervezas, Cata hizo el reparto de entradas, indicando que lo mejor era ir marchando al campo para pillar un buen sitio. Martí, saco de una bolsa de plástico una bota de vino de las tres Z, con tinto de Paniza cosechero. -A ver si no se nota mucho camuflada debajo de la bufanda, no creo que pierdan mucho tiempo hoy en cachear a la gente.

A las 20:00 h. abrieron las puertas del Fondo Norte  y el goteo fue constante. Media hora después el aspecto era de casi lleno.- Salas diviso una de los escasos asideros libres, a la derecha de la portería, y allí se ubicaron. Veinte minutos antes del inicio del partido ya no cabía un alfiler.

El calentamiento fue un espectáculo de cánticos y ánimos hacia el equipo local, hasta la retirada a los vestuarios.

La salida de los equipos al verde fue algo inolvidable, banderas de Aragón y del Real Zaragoza poblaban los graderíos, y las bufandas surcaban al aire, como palomas en la Plaza del Pilar huyendo despavoridas a causa del repique de las campanas de la Basílica. Las bengalas del Ligallo lucían poderosas detrás de la portería Murciana, vaticinando el infierno que se avecinaba sobre el equipo Pimentonero.

La densa humareda y alguna bengala arrojada al terreno de juego, provocaron un cierto retraso en el comienzo del partido.

Sus bufandas les sirvieron de protección, tapándose la boca y los ojos, ya que se encontraban unas filas más arriba y la humareda ascendía lentamente hacía su localidad.

Cata llevaba ya quince minutos antes de empezar el partido dándole al bombo sin descanso, haciéndose hueco entre los aficionados, ya que el espacio era minúsculo entre toda la hinchada que se encontraba en Gol de pie. – Yo creo que ha entrado más gente de la debida… dijo Fran.

A los cuatro minutos del comienzo del partido como una Pitonisa adivinando el futuro alrededor de su bola de cristal, Cata, en un breve descanso del guerrero, comento a los de su alrededor, – Estamos bien estamos bien, hemos entrado mejor al partido, estos están cagaos…es cuestión de tiempo.

Un minuto después  Poyet desato la locura con el primer gol. Llegando al descanso con un tanquilizador 3-1.

– Bueno, vamos a darle…empezaron a desenfundar sus bocadillos. – A ver si aguanta la cosa dijo el Risi, mientras mascullaba su bocadillo de tortilla de jamón. Venga esa bota vino… que no pare, le dijo el pastor al perro…- Soltó con recia voz,  mirando fijamente a Salas, el cual llevaba colgando la bota de su hombro derecho.

El partido finalizo 5-2, con goles por partida doble de Poyet y Pardeza, y uno del Paquete Higuera.

Con el pitido final la Romareda exploto de alegría. La pesadilla había finalizado.

Cata, Fran y Risi, no se pudieron reprimir,  e instintivamente sucumbieron a la iniciativa de los seguidores más osados del Fondo Norte que salvando el foso, saltaron al terreno de juego para celebrar la permanencia.

Veinte minutos después los jugadores abandonaron el campo, ante unas gradas en las que no se había movido nadie.

A la salida Fran, acordándose de su hermano Iván, se detuvo ante un tenderete de artículos del Real Zaragoza, y compro una bufanda azul y blanca, que rezaba – Real Zaragoza Siempre de Primera.

Y como no, tuvieron tiempo de celebrarlo, dirigiéndose al Chelus y posteriormente al Extra sin Filtro, sus bares de cabecera, en la zona del Rollo, compartiendo tragos, risas y alegría. Mañana jueves aún tendrían que madrugar para ir al Instituto, pero en esos momentos poco importaba.

Dándose un abrazo se despidieron. Pasaban de las dos de la madrugada, dentro de poco, volvería a sonar el despertador para reunirse en el Instituto, donde seguro iban a recordar los mejores momentos de una jornada inolvidable, que por muchos años que pasaran, iba a quedar grabada en sus memorias.