Historias de Alifantes

Por Fernando Quilez Fuertes

Me había empeñado en ver aquella exposición y cuando me pongo menudo soy yo. Mis sufridos amigos me seguían escaleras arriba del centro cívico, segunda sala a la derecha nos habían indicado, allí estaba el cartel anunciador “De los Alifantes a Los Magníficos”.

– Vaya tostón tío – dijo Luis uno de mis colegas cuando les sugerí visitar la exposición – pero si no conoceremos a nadie, a los anteriores a Nayim y Cedrún los conocerán en su casa.

– ¿Y Marcelino y Lapetra? – le replicó Gustavo.

– Estos son anteriores, que no os enteráis. Los Alifantes son los primeros que ascendieron al Zaragoza a primera – contesté en plan didáctico – lo que pasa que la guerra deshizo lo que iba para gran equipo.

– ¿Los “ali” qué?

– Los Alifantes, les decían eso porque en un partido en Barcelona decían que era imposible marcarles gol de lo grandes que eran, “son como Alifantes”, decían y les quedó el mote desde entonces.

Observaba como mis amigos se miraban y se encogían de hombros sabiendo que como siempre tenía razón en cuanto surgía una duda con nuestro equipo.

– ¿Eso también te lo ha contado tu abuelo? – largó Luis mientras le daba un codazo a Gustavo incitando su burla.

– Las batallitas del abuelo de Juan, capitulo mil y pico, no te digo – le apoyó Gustavo mientras empezaban a partirse de risa a mi costa.

Pasé de ellos, estaba acostumbrado a su guasa cuando les aclaraba algo de la historia de nuestro Zaragoza, al principio los sorprendía con tantos datos hasta que supieron que era la memoria de mi abuelo mi base de datos y pasaron a mofarse de los dos. La verdad es que mi abuelo era un IBM, como el mismo decía, entre sus recuerdos, sus libros y anotaciones que guardaba no había dato que se le escapara de los anales zaragocistas. Siempre que podía aprovechaba para revelarme algún acontecimiento o suceso zaragocista relacionado con el día en el que iba a verlo.

Ayer mismo me había soltado nada más verme, “Juan un día como hoy en 1936 consiguió el Zaragoza el ascenso a primera división por primera vez, un 19 de abril”. Yo intentaba siempre demostrarle interés a sus comentarios, algunos eran curiosísimos, otros no tanto. Por eso recordaba lo de los “Alifantes” que me había contado ayer, y la exposición que no estaría nada mal ir a verla, aunque ya sabía que el apenas salía de casa, “sus piernas”, decía “ya no me sostienen”.

Llevábamos un rato viendo fotos y datos muy bien distribuidos a lo largo de aquella enorme sala cuando algo despertó la curiosidad de Luis.

– Mira Juan aquí estás tú – me señaló un mural en el que se veían las fotos de los jugadores que componían la plantilla del Real Zaragoza del año 1956 – ese de ahí.

Busqué donde me decía y observé la foto de un jugador con el mismo nombre y apellido que yo, Juan Rubio, pero el segundo era otro.

– Casi, pero no, el segundo apellido no cuadra listo – contesté.

– Si y por aquel año como no jugara tu abuelo – soltó la gracia Gustavo.

Seguimos avanzando por los murales que explicaban cada temporada cuando un pensamiento me paralizó. Un presentimiento me hizo volver al mural del 56 y volví a fijarme en aquel jugador del año 56, Juan Rubio Morales…

– Juan que te pasa has visto al diablo o qué, venga que aún queda un montón de años y nos empezamos a hartar de “Alifantes” – me llamó Luis, pero yo seguía ensimismado con aquella foto, aquella cara.

– Míralo, acaba de descubrir al “Alifante”, alfa – esta vez era Gustavo el de la broma – ¡venga hombre!

No podía creer lo que veía, era el nombre y apellidos de mi abuelo, y el caso es que su cara me resultaba conocida, si no fuera porque mi abuelo no jugó al futbol diría que era él. Pero ¿y si había jugado al futbol? Y en el Zaragoza nada menos, me lo hubiera contado con pelos y señales. Intenté olvidar aquello, seguimos con la exposición pero no me quitaba de la cabeza aquella cara. Çomo no les molaba mucho a mis colegas no tuve problemas en acabar aquella excursión y dar un pretexto para ir a casa.

En cuanto llegué me lancé al ordenador y pedí al buscador información sobre aquel Juan Rubio…, el segundo apellido también era Morales. Me quedé helado, una de las fotos del tal Rubio portaba la sonrisa inconfundible de mi abuelo, nacido en Zaragoza y su fecha de nacimiento, no había duda era él. Pero ¿por qué nunca me había dicho nada?, si era más zaragocista que nadie, si incluso discutíamos por ver quién era más zaragocista.

Tenía que preguntárselo, tenía que comprobar que era él, me disponía a salir zumbando para su casa cuando me tropecé con mi madre que llegaba a casa.

– ¿Dónde vas con tanta prisa?

– Luego te lo explico – no quería perder un segundo, pero no pude resistir preguntarle – oye mamá, ¿tu sabías que el abuelo jugó al futbol?

– ¿por qué me preguntas eso?

– Pero ¿jugó o no?

– Creo que sí, pero no le gusta hablar de eso. De todos modos, pregúntaselo a él.

– A eso iba – y me lancé escaleras abajo, pensando en que mi madre acababa de destapar del todo mi curiosidad.

Cuando llegué mi abuelo estaba como siempre en su butacón orejero con sus gafas colgando y leyendo como siempre, esta vez era un libro. Antes de que pudiera decirle nada me sorprendió con una pregunta.

–  ¿Vienes de la exposición de los Alifantes? ¿Qué te ha parecido?

– Sorprendente, tenías que haberla visto – mi abuelo era una persona muy lúcida para su edad, rondaba los noventa, pero estaba en plena forma. Siempre estaba con un libro, un periódico o una revista en las manos, toda su vida había girado en torno a las letras. Cuando se jubiló no dejó de ir cada día a la universidad, más de una vez me llevó con él a su despacho cuando era un niño, todavía recuerdo aquellas montañas de libros y papeles y la devoción con que le trataban los otros profesores y alumnos que continuamente entraban a saludarlo.

– Me lo imagino.

– Lo que más me ha impresionado es el equipo del ascenso del año 56 – me quedé mirándole a ver qué cara ponía, tan solo se río y cabeceó como queriendo negar lo que oía.

– ¿Ya has descubierto mi secreto?

– Pero abuelo, ¿por qué no me has dicho nunca nada? ¿De verdad jugaste en el Zaragoza?, siempre has dicho que eras zaragocista, pero nunca que llegaras a jugar en el Zaragoza – la excitación podía conmigo – pero no lo entiendo, ya me puedes empezar a contar. Cuando se enteren mis amigos, anda que no voy a fardar de abuelo.

– Calma hombre, calma que no es para tanto.

– Como que calma, pero ¿cómo llegaste al Zaragoza? Ya me puedes contar todo – no cabía en mí de nerviosismo, en cambio mi abuelo no le daba la menor importancia, no comprendía nada.

– Pues llegué jugando en el barrio como todos chicos, un día me llamaron para hacer una prueba y me salió bien.

– Pero ¿cómo fue?, y ¿cuándo empezaste?, ¿de qué jugabas? – no podía con mi curiosidad, mientras mi abuelo tan tranquilo disfrutaba viéndome así.

– Ven, te enseñaré algo – le seguí a su despacho, últimamente apenas lo utilizaba, era su santuario, parecía una cueva oscura con sus paredes empapeladas por libros en innumerables estanterías. Más de un rato había pasado allí curioseando libros, pero me perdía entre tratados, tesis y estudios lingüísticos que me aburrían. Abrió uno de sus cajones y sacó un par de archivadores que me ofreció – llévate esto a casa y te lo miras, prefiero que lo veas tú a que me marees a preguntas.

Casi sin despedirme salí para mi casa con aquel tesoro bien sujeto bajo el brazo y me encerré en mi cuarto a curiosear a fondo aquel legado. Fui descubriendo hoja por hoja como mi abuelo minuciosamente había guardado recortes desde su edad juvenil de todos sus partidos. De los primeros años eran recortes del Noticiero y del Amanecer que por lo visto recogían las noticias del futbol regional. Fui viendo como jugó en el equipo del barrio de las Delicias, el Boscos Salesianos, hasta que debutó con el Zaragoza juvenil, pasando seguidamente al primer equipo.

Su debut con el primer equipo fue un once de septiembre del 56, allí estaba el Heraldo entero del martes y la Hoja del Lunes del día anterior, comenzaba la liga con el Zaragoza en segunda y en el campo de Torrero ganaba por 4-1 al Sabadell. Allí estaba Rubio, delantero destacado aquella tarde. Seguí con la hoja siguiente, iban sucediendo las jornadas en segunda. De pronto quise ver hasta donde llegó la trayectoria de mi abuelo y salté a las últimas hojas, había una señal en una de ellas que abrí al azar, aquella noticia me sobrecogió. El titular decía “Grave lesión de Rubio”, acompañado de una foto en la que mi abuelo era retirado en camilla con las manos tapándose la cara en una horrible expresión de dolor. La noticia se extendía explicando la fractura de tibia y peroné del delantero Rubio cuando se encontraba en un gran estado de forma. Una importante baja para el equipo… continuaba la crónica, pasé varias hojas, me temblaba la mano, unas cuantas más adelante volvió a dejarme el corazón helado. “Se complica la recuperación de Rubio, tras sufrir una nueva recaída”, en cada hoja eran peores las noticias sobre mi abuelo. La penúltima hoja era un escueto titular, “Rubio cuelga las botas”, se me encogió el corazón, no quise leer la entrevista que le seguía y pasé a la última hoja.

Se trataba de una carta, la fecha que la encabezaba era el 22 de enero de 1997, me sorprendió la fecha, era el día de mi décimo cumpleaños, y más me sorprendió el encabezamiento, “Para mi nieto Juan”, seguí leyendo

 “Acabas de cumplir diez años y veo, como no podía ser de otra manera, que te ha invadido el gusanillo del futbol. Con el tiempo descubrirás “mi secreto” y leerás estas líneas. Sí, fui futbolista, si, jugué en el Zaragoza, aunque apenas una temporada, pero fue un honor. Supongo que habrás hojeado las páginas anteriores, ya ves, se truncó mi carrera futbolística por una grave lesión y por no contar entonces con los adelantos médicos actuales. Pero no quiero que te pongas triste, únicamente quiero que aprendas antes que yo que la vida no se acaba en el primer tropezón. Me costó superarlo, pero siempre llega otra oportunidad si eres fuerte y sabes aprovecharla. Ya sabes que luego me especialicé en el estudio de la lengua y su evolución y encontré una palabra muy de moda ahora, la “resiliencia”. Quisiera que nunca te encontraras en ninguna situación traumática, pero si es así acuérdate de este viejo y de su palabra mágica. Ella me sacó del fondo y conseguí triunfar en otras facetas de la vida. Aquí está mi mayor trofeo, eres tú. “

   Tu abuelo