Los héroes de la Recopa

Por Saúl Sebastián García

Para no perder la costumbre, Miguel se levantó́ tarde y de mal humor. Lo primero que solía hacer Miguel era consultar las noticias sobre el Real Zaragoza, luego ya, se lavaba los dientes y la cara. Tras terminar su ritual mañanero, Miguel hizo lo que toda persona en 2020 debe hacer inmediatamente después de despertar, consultar su what ́s app. “Acuérdate de que hemos quedado a las 17:00 en el bar de los porches, no te olvides de la entrada” Decía el mensaje de Enrique.

Esa noche el Real Zaragoza se enfrentaba al Real Madrid en el partido de vuelta de la semifinal de la Copa del Rey. Como a muchos más, los días de partido, a Miguel, Enrique y Luis les resultaba imposible hacer cualquier cosa que no fuera pensar en el partido, por lo que, empezar la previa cuatro horas antes no era algo descabellado. -Puestos a no hacer nada, hagamos nada juntos- solía decir Enrique. Miguel se puso la camiseta de las noches de copa, la de Diego Milito por supuesto.

Cuando llegó ya estaban Enrique y Luis apurando su primer vaso.
-Hala maño que llegas tarde- dijo Luis,
-Si vas a pedirte una, tráenos un par, anda- dijo Enrique.
De buena gana aceptó Miguel.
-Qué pasa Bernardo, cómo ves el partido de hoy- dijo Miguel. Bernardo era el dueño del bar, con el que los tres guardaban una estrecha amistad.
-Algo bueno se nota en el ambiente, ya podéis controlar porque después del partido os toca buena celebración.
-Pues a ver si no se calienta mucho Enrique, que ya le conoces…

Cuando Miguel volvió con los tres vasos; Enrique, que ya empezaba a estar animado, estaba cantando: “con Falcón nananá, un estadio de primera división, nananá”. Era el mes de abril y se encontraban en medio de la campaña electoral de las elecciones municipales, uno de los candidatos había prometido la reforma de la Romareda y había centrado casi toda su campaña en pasear esa melodía por la ciudad.
-Ahora la voy a llevar todo el día en la cabeza, muchas gracias- Recriminó Luis.
-Es verdaderamente increíble como se pega la dichosa canción, fíjate tú que incluso estoy pensando en votarle- Dijo Miguel.
-Pero cómo vas a votar a ese si…- empezó Luis.
-¡NO!, nada de política, aquí en el fútbol no pinta nada.- Interrumpió Enrique.

La tarde siguió avanzando al ritmo que iban acumulándose los vasos en la mesa.
-Yo saldría con tres centrales y con carrileros doblando a los extremos, jugamos en casa y hay que ir a por todas- Decía Luis enérgicamente.
-Estás loco, jugamos en casa pero aun así jugamos contra el Madrid, no hay que darse por vencedor todavía- decía Miguel que intentaba ser la voz de la cordura, aunque en su interior pensara lo mismo que Luis.
Enrique estaba apoyado sobre su mano, con una sonrisa de oreja a oreja, mirando al infinito y siguiendo el ritmo con el pie de los primeros cánticos que se oían de fondo.

Llegó el autobús y la calle se lleno de humo y bufandas.
-Una más y entramos- Dijo Enrique.
-Pero solo una, Enrique, que si no…

La Romareda es un estadio mágico, y es capaz de variar en tamaño en función del ánimo de la afición. Si la afición aprieta, el estadio encoge ahogando al equipo rival, encoge arropando a los suyos. Miguel bien sabía bien esto, pues en cuanto cruzó los pasillos, sintió el estadio más pequeño que nunca.
-Hoy toca ganar. Creo que nos vamos a acordar mucho de este día.- Dijo antes de
comenzar a bajar los escalones para ocupar su sitio.
No sabía todavía cuanta razón tenía en sus palabras.

La Romareda hizo su magia y llevó al equipo en volandas. La final les esperaba.
Siguiente rival: Fútbol Club Barcelona. Era hora de celebrarlo.

Como suele ocurrir, la euforia desmedida suele provocar la irresponsabilidad, y su irresponsabilidad fue la de cerrar todos los bares que encontraron en dos kilómetros a la redonda, con la última parada en el punto de partida, el bar de los porches.
-Os sirvo la última y cierro- dijo Bernardo.
Después de tomar las tres últimas con ellos, Bernardo, quien ya se sentía parte de la celebración, en un suspiro de responsabilidad decidió cortar por lo sano.
-Os sirvo mi chupito especial y a casa.- Dijo Bernardo mientras sacaba tres chupitos de su propia creación a los que él había bautizado como matadragones.
También se les conocía como San Jorges. Así que San Jorge libró una última batalla, esta vez no fue contra un dragón sino contra tres zaragocistas eufóricos, los cuales son mucho más poderosos que cualquier criatura mítica. San Jorge decidió perdonarles la vida, pero a cambio les borró todos los recuerdos de la noche a los tres.

Luis fue el primero en despertar, “donde narices estoy” pensaba mientras estudiaba el lugar. Se asomó a una de las ventanas y vio el fondo norte de la Romareda, “debimos de venir a casa de Enrique después de la fiesta”, “Dios mío, necesito agua” y se dirigió a la cocina.
-¡JODER LA HOSTIA! -Gritó Luis lo suficientemente alto como para despertar a Miguel.
-Qué leches te pa… ¡LA VIRGEN! -gritó Miguel.
Enrique entró en la cocina mirando el móvil.
-No os lo vais a creer, alguien ha robado el trofeo de la Recopa- dijo.
-Enrique…- Dijo Miguel mientras señalaba el trofeo.

-¿Cómo demonios ha llegado esto aquí? No recuerdo nada desde que salimos de la Romareda.- Dijo Miguel.
-Yo lo último que recuerdo es a Bernardo sirviendo tres matadragones. Dijo Luis.
-Pues vayamos a desayunar a los porches, a intentar reconstruir la noche. Dijo Enrique
mientras miraba el trofeo.

Cuando entraron en el bar, Bernardo estaba de espaldas a la puerta, con el mando de la televisión en la mano y los brazos cruzados, mirando el avance informativo. Luis, Miguel y Enrique se quedaron detrás de él, viéndolo en silencio.
-La primera hipótesis que maneja la policía es la de que el robo ha sido cometido por profesionales, ya que no han dejado ningún rastro. Por el momento no se ha tenido acceso a las cámaras debido a la nueva ley de protección de datos y los trámites burocráticos que conlleva, se espera que en el plazo de quince días se tenga acceso a las grabaciones- Dijo la presentadora.

“Nunca creí que pensaría esto, pero, bendita burocracia”. Pensó Miguel.

-Menudos sinvergüenzas, robar así un símbolo de la ciudad…¿Verdad que sí?- Dijo Bernardo enfadado.
Ninguno de los tres dijo nada.
-Sí, chicos, yo también estoy sin palabras.
-Verás Bernardo. Creo que nosotros hemos robado el trofeo. -Dijo Enrique.
Se hizo nuevamente el silencio.

-Vale, definitivamente, tenéis que devolver la copa. Dijo Bernardo serio.
-Pero no nos volverán a dejar entrar al estadio. Dijo Luis.
-Y si no venimos al estadio tampoco vendremos a hacer la previa. Dijo Miguel.
-Bueno, entonces tenéis que devolver el trofeo sin dejar rastro. Dijo Bernardo pensando en su negocio.
-Si ganamos la copa volverán a abrir las vitrinas, esa es la oportunidad. Dijo Enrique.
-Entonces hay que ganar la final a toda costa. Creo que tengo un plan.

Tras jugárselo a una partida de guiñote, Miguel fue el elegido para ejecutar la primera y más complicada parte del plan. Tenía que infiltrarse en el hotel de concentración del FC. Barcelona.

Por casualidades del destino, el encargado de preparar gran parte del catering era el propietario de un secadero de jamones en Calamocha, el cual debía algún que otro favor a Bernardo, por lo que no puso problemas en ser cómplice.
-Estaba a punto de arruinarme cuando el Zaragoza fichó a aquel jugador japonés, entonces aproveché para vender jamones en Japón con el escudo del Zaragoza, Bernardo fue quien me dio la idea, le debo la vida.- Contaba emocionado a Miguel mientras se dirigían hacia Madrid con su furgoneta.

Una vez dentro, tendría que ejecutar la segunda parte del plan. Tras desechar múltiples opciones, decidieron que lo mejor sería emitir un mensaje subliminal en el hilo musical de las habitaciones mientras los jugadores dormían. La melodía de la campaña electoral de Jorge Falcón fue la elegida, ya que en Zaragoza todo el mundo la conocía y no sería difícil que durante el partido fuera cantada al menos una vez. Esto conseguiría que los jugadores rivales se volvieran locos.

No fue difícil conseguir introducir la canción en el hilo musical, pues era verdadera la devoción que se profesaba al jamón de Teruel en aquel hotel de Madrid, por lo que Miguel con su camiseta de Calamocha es jamón, pudo pasear por todo el hotel a placer siendo saludado por cada empleado con el que se cruzaba, sin que ninguno se cuestionara lo que hacía Miguel por allí.

Al día siguiente cuando entrevistaron a uno de los jugadores del Barcelona, declaró lo siguiente: “No debemos confiarnos ni un solo momento, el Zaragoza es un buen equipo y además pronto van a tener un estadio de primera división, por lo que juegan con una motivación extra.”
El plan estaba funcionando.

Una vez dentro del estadio, Luis y Enrique tenían que cumplir con su parte del plan. Tenían que conseguir que al menos por un momento se escuchara la canción, lo cual despistaría a los jugadores del Barcelona. No fue realmente complicado, pues cuando una gran concentración de personas está tan animada como lo suele estar la afición zaragocista en las grandes citas, esa afición canta lo que sea.

Tras conseguir entonarla dos veces se empezaron a ver los resultados, ya que no se recuerda ningún partido del Barcelona en el que sus jugadores fallaran tantos pases. El Real Zaragoza hizo su juego fácil y se llevó el trofeo por tres goles a cero. Tocaba celebrar de nuevo.

Volvieron a Zaragoza. Solo quedaba la fase final del plan, devolver el trofeo.

-Traen el trofeo a las 12:30 por lo que abrirán las vitrinas unos minutos antes. –Dijo Enrique asomando un ojo entre la cortina y la ventana mirando a las oficinas del club.
-Luis, tienes que conseguir hacer saltar la alarma de incendios, entonces Enrique gritará
“FUEGO”, en medio de la confusión yo devolveré el trofeo y saldremos corriendo.

Se preparaban para salir por la puerta cuando sonó el teléfono.

-Poned las noticias en seguida. Dijo Bernardo

“En busca de los héroes zaragocistas” ponía en el pie de la pantalla mientras se emitían unas imágenes en las que se veía como dos hombres vestidos de negro y encapuchados sacaban el trofeo del museo, tras sacarlo echaban a correr tras verse sorprendidos por Luis, Miguel y Enrique, quienes recuperaban el trofeo.

-Entonces todo esto que hemos hecho, nos lo podríamos haber evitado.- Dijo Miguel mirando al trofeo.
-Si lo piensas bien, hemos recuperado el trofeo y además hemos hecho que traigan otro. Dijo Luis sonriendo.
-En cierto modo, siempre soñé con hacer campeón al Zaragoza. -Dijo Miguel
-Esto hay que celebrarlo. -Dijo Enrique.