May Tenth

Por Jaime Oriz Almansa

Es difícil explicar a cualquier persona que no está dentro del mundo de las finanzas cuál es mi trabajo: Gestor de valores climáticos en fondos de inversión. Dentro de la entidad financiera en la que tengo mi puesto de ejecutivo junior, con sede en Manhattan, en el Midtown (los jefes del banco desde su implantación en Nueva York creyeron que era más conveniente alejar la sede unas cuantas calles más arriba de Wall Street para “desenfocar” sus actuaciones), desarrollo junto con otros dos gestores un fondo de inversión dentro de mi empresa, que está siendo muy bien valorado por los clientes y por las entidades de valoración de fondos, puesto que en la última actualización de rendimiento en la categoría de renta variable ecología, alcanzó un 25,5 % de rentabilidad anual y con un patrimonio muy por encima de los 15 millones de dólares.

Mi trabajo consiste en captar, almacenar, clasificar, analizar y transformar cualquier tipo de dato climáticos requerido e interactuar con otras aplicaciones que utilicen estos datos (modelos hidrológicos, modelos de previsión, sistemas de información…), y con esa información, adelantarme a las propuestas de inversiones en valores climáticos y ambientales al resto de los fondos, para que la rentabilidad sea mayor en el nuestro. Por ejemplo, si tengo conocimiento que determinada empresa tiene previsto la construcción de una planta de energía solar en el Mar del Norte, tengo que proporcionar la información suficiente a la empresa para que el Fondo apueste por esa planta y, por tanto, los inversores puedan verse beneficiados de mi gestión.

A mis 35 años me puedo considerar un triunfador, por el momento. Vivo sólo en Brooklyn en un amplio apartamento, con los adelantos tecnológicos que se puedan imaginar y con las comodidades precisas para un soltero con pretensiones. Soy un “Bachelor Degree” o licenciado en ingeniería aeronáutica en el MIT, con un expediente académico impoluto, que me sirvió para que mi primera oferta de trabajo viniese del mundo de las finanzas, que buscan ingenieros en vez de corredores con el aumento de las transacciones electrónicas. Anteriormente he señalado lo del triunfador momentáneo, porque en este mundo de la gestión financiera puedes estar arriba y abajo en cuestión de meses, y por eso tengo mi propio plan para el futuro, que es una empresa de mi creación, con el curioso nombre de “May Tenth”.

La actividad de esta empresa, que la inicié con un capital de 15.000 dólares, no es muy frenética. Ni siquiera tiene un tipo de actividad definido, puesto que en realidad consiste en el traspaso de valores de mis propuestas para el fondo, que, en vez de llegar a los clientes, efectúo las operaciones adecuadas y nada relevantes para desviar esos beneficios a mi empresa, siempre en pequeñas cantidades que no resulten visibles para los compañeros que control n los movimientos del fondo.

Pero…ese plan de futuro cambió de objetivo bruscamente…Tiene que ver con la historia de mi vida.

Mi padre es de Zaragoza, es un químico que realizó toda su carrera en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, de la que era Profesor Titular, hasta que le llegó una oferta irrechazable en sus condiciones económicas y vitales de una empresa química cercana a Pittsburgh, y allí se trasladó en 1988, cuando tenía 3 años. Mi vida se ha desarrollado en la costa este, primero con mi familia en Pittsburgh, luego conseguí, con mis destacadas notas, una plaza en el Instituto Tecnológico de Massachussets, el famoso y antecitado MIT, y posteriormente llegó mi entrada en el mundo financiero.

Lo que siempre he mantenido orgulloso es mi afición, heredada de mi padre, al fútbol, y a un equipo en concreto, el Real Zaragoza. Mi padre seguía abonándose cada temporada, aunque difícilmente iba a acudir a La Romareda, y desde la proliferación de las televisiones por cable y de los canales deportivos, hemos visto todos y cada uno de los partidos de nuestro equipo, en mis primeros años juntos, y posteriormente por separado, y comentábamos al final de cada choque nuestras impresiones, se imponía la cercanía y el conocimiento de la relación padre-hijo a partir de la afición común al Real Zaragoza. Sufríamos con los sinsabores de las últimos dos lustros y medio y la pregunta de cuándo iba a finalizar este calvario zaragocista nos la realizábamos en un extraño silencio interior.

Mis padres decidieron volver a Zaragoza tras la jubilación de ambos, en 2014. Sus dos hijos nos quedamos en Estados Unidos, mi hermana pequeña y americana en San Francisco y yo en Nueva York, pero seguimos en contacto habitual con nuestros progenitores, e incluso tengo la sana costumbre de visitar Zaragoza durante todos los veranos.

Este último verano de 2019 observé que mi padre tenía un aspecto menos saludable. No quería decirme su verdadera situación clínica, pero cuando llevaba 4 días en Zaragoza se lo pregunté directamente:

– Papá, sé que te ocurre algo grave y también sé que puede ser lo suficiente para no querer decírmelo…por favor, cuéntamelo.

– Te lo pensaba contar al final de tu visita…por lo que, dado tu interés, voy a acortar plazos. Tengo cáncer de próstata. No está avanzado y se ha cogido presuntamente a tiempo, pero he empezado hace 3 semanas con la quimio y estoy empezando a encontrarme bastante flojo. No quiero que os preocupéis tu hermana y tú en exceso, pero también entiendo que ocultarlo es injusto para vosotros.

– Por supuesto que sí, papá, y que me lo hayas contado me hace sentir mejor porque sé cómo puedo ayudarte, apoyarte, animarte…

– También sé de otra forma de ayudarme, que además sería una actuación por tu parte que agradecería toda Zaragoza…

– Ya me dirás de que forma tan ejemplar podría ayudarte a ti y además convertirme en un benefactor de esta ciudad.

– Hijo mío, sé de tu sociedad fantasma, tengo mis métodos para conseguir información… También conozco tu capacidad de trabajo y de utilizar algunos atajos para que tus ingresos crezcan considerablemente. Sé que la empresa para la que te dejas los cuernos trabajando es especialmente corrupta, luchan contra los vertidos y en cambio se aprovechan de los que se realizan en el Mar del Norte y en Terranova. Tú lo sabes, no hace falta que me lo confirmes. Lo que te pido es que, utilizando tus enormes “conocimientos” en valores de gestión climática, consigas importantes inversores para las plantas de energía eólica en Escocia, y hagas las “triquiñuelas” adecuadas para desviar unos millones de dólares a tu sociedad.

– Lo que me propones, papá, es muy peligroso. Soy capaz de conseguir desvíos de fondos en cantidades medias, pero nunca importantes, eso me puede llevar a ser juzgado. Puedo intentarlo, pero…quiero saber cuál sería el fin por el que tendría que jugarme el pellejo y que me podría llevar a la cárcel…

– El Real Zaragoza se muere, hijo. Sabes que tiene una deuda exagerada, que se ha ido recortando, pero una temporada más en segunda división sería definitiva para su desaparición. Hace falta un inversor que afloje los millones necesarios para rebajar la deuda considerablemente y que permita pensar en un futuro en primera división. Hijo, ambos somos zaragocistas hasta la muerte, no dejemos que se muera lo que tanto queremos.

La capacidad de convicción de mi padre fue absoluta. En cuanto retorné a Manhattan comencé mis movimientos para conseguir que los grandes inversores en valores climáticos encontrasen muy interesante invertir en esos parques eólicos del Mar del Norte. Mis jornadas de trabajo eran de 14 horas, hablaba, enviaba mensajes por Telegram, emails, etc., luchando para que la energía eólica se convirtiese en la base esencial, no sólo de las renovables, sino de cualquier tipo de energía. Iba convenciendo a más y más inversores de que los fondos que trabajamos son lo mejor en cuanto a la sostenibilidad y, lo más decisivo, en cuanto a un futuro esplendor económico de las renovables.

De esta forma, conseguí personalmente a partir de mi cuenta de clientes, que las inversiones en estos parques eólicos alcanzasen una cifra récord, de 78 millones de dólares, de los que la empresa que me pagaba con solvencia y que actuaba con corrupta eficacia, certificó solamente 39 millones, que pasaron a engrosar un fondo de renta  variable y de importantes ganancias, que recientemente se creó para esta inversión climática.

Los otros 39 millones de dólares…no quiero explicar los artificios contables, las extrañas transacciones y los vericuetos que realicé para trasladar esa cantidad a una empresa desconocida y de mínimo tamaño…pero lo conseguí sin que saltasen las alarmas del regulador de Wall Street.

Esperé a que se calmasen las aguas de la operación y se convirtiese en otro fondo más para obtener buenos dividendos. Una vez que percibí que el peligro del chivatazo electrónico se evaporaba, y con el sostén económico de mi empresa, informé al Real Zaragoza SAD de mi intención de comprar un gran paquete de acciones, y poner a disposición del club 36 millones de euros (tras la conversión del dólar a euro), que irían directamente a pagar la deuda del club y a salvar el futuro económico y deportivo del club.

Mi padre se sintió más que orgulloso de su hijo, lo que siempre buscaba, su aceptación. Logré que su último sueño, ver al Real Zaragoza jugando en primera división, se produjese, y además con una situación inmejorable en todos los aspectos. Qué felicidad en tiempos tan tristes.

Si quieren saber más de mi empresa “May Tenth”, puedo adjuntarles la dirección web, puesto que se han mejorado mucho sus prestaciones tras un “ligero” impulso económico. Pero si van buscando información rápida no la encontrarán en la página de inicio, en la “Home”, puesto que sólo aparece un estadio antiguo y cutre, pero que es el más bello del mundo, y más cuando está lleno de espectadores, La Romareda.