Un recuerdo feliz

Por Saúl Sebastián García

Esta nueva derrota complica mucho las posibilidades de permanencia del Real Zaragoza, con las victorias de Sabadell y Cartagena, el conjunto maño pierde las opciones de depender de sí mismo para la última jornada. Desde la junta directiva del club no pueden asegurar la viabilidad del equipo en caso de…

Apago la televisión. Me quedo unos instantes apoyado sobre mi mano y me asomo a la ventana. Pasan dos o tres taxis vacíos. No hay nadie por la calle en este domingo que se acaba. La ciudad está triste.

La ciudad está triste y mi equipo se muere.

Doy vueltas por la casa.

Pero cómo vamos a bajar a segunda b, con lo que hemos sido.

Me siento.

Me vuelvo a poner de pie y doy más vueltas por la casa.

-No sé cómo todavía no te has cansado del fútbol, si solo te dan disgustos. -Me dice Pilar.
-Pues yo tampoco lo sé, pero es que hemos vivido tantas cosas…
-Bueno, al año que viene vuelven a subir ya verás.
-Pero es que a lo mejor no hay año que viene, el equipo puede desaparecer si baja. -Cojo aire y sigo hablando. -Sabes que es lo que más me molesta… No voy a tener ni un solo recuerdo feliz del Zaragoza con mi hijo… -digo con la voz entrecortada. – Voy a ir a dar una vuelta, a ver si así me despejo.
-Pues llévate a Martín, así le da el aire también. Ah, y háblale, que he leído que es muy bueno hablarles desde pequeños.
-Seguro que se pone a llorar si le hablo, todavía no he conseguido ni que me sonría. Yo creo que no me quiere.
-Venga no digas tonterías -dice Pilar mientras nos despacha.

Bajamos a la calle.

Está vacía, así que al menos no pareceré un loco hablando con un bebé.

-Mira Martín, esta es la calle Hernán Cortés y en esa casa viven los abuelos -conforme digo esto, Martín mira hacia el lado contrario. Vuelvo a intentarlo. -Y en esa panadería hacia donde miras ahora, hacen unas galletas que le gustan mucho a mamá -entonces Martín mira otra vez hacia el otro lado.

No solo no me hace caso, sino que parece que lo hace con toda la intención. Me doy momentáneamente por vencido.

Sigo empujando el carrito en silencio, pensando qué decirle al bebé, tratando de no pensar en el Zaragoza.

Atravesamos el cruce de la Avenida Goya, y pasamos frente a una tienda de audio y aparatos electrónicos. Entonces me doy cuenta de que algo ha llamado la atención de Martín.

-Mira que chulos los relojes casio -le digo a Martín. -Cuando seas mayor, te regalaré uno si todavía te gustan. -Martín protesta. No son los relojes lo que le llama la atención. Veo que fija la atención en otra parte del escaparate. -Esos aparatos se llaman transistores y sirven para escuchar los partidos del Zaragoza por la radio. -Martín los
mira boquiabierto.

Seguimos caminando.

-Sabes Martín, antes no ponían todos los partidos por la televisión, así que teníamos que escucharlos por la radio. Nos pasábamos el domingo escuchando el carrusel deportivo. Tu tío Alfredo los escuchaba por la radio incluso cuando iba a la Romareda. Era muy divertido, porque, aunque viera el gol en el campo, hasta que no lo escuchaba por la radio no lo celebraba.

Martín me mira ojiplático. Por primera vez he conseguido que me preste atención.

Le sigo contando más anécdotas aburridas sobre la radio. Me dura poco su atención y vuelve estar más atento de lo que ocurre alrededor. Seguimos caminando.

-Lo cierto Martín, es que de normal, me cuesta sacar conversación. Nunca he sido muy hablador. Pero los días que pierde el Zaragoza todavía menos. No imaginas lo mucho que duele ver a tu equipo así, después de todo lo que hemos vivido…

Martín me vuelve a mirar con atención. Creo que le gusta que le hable del Zaragoza. Así que ponemos rumbo hacia la Romareda.

-A mí el nombre de Martín, no te voy a mentir, nunca me ha gustado del todo, pero tu madre se empeñó, y ya sabes que es muy cabezona. Al final acabó pareciéndome bien cuando tu tío Daniel me dijo: “¿Martín? Claro, es un buen nombre, como Martín Galletti” Entonces recordé su derechazo para hacernos campeones contra el Madrid.
-Martín es un buen nombre-, me dijo.

Llegamos al entorno de la vieja Romareda, también vacío. Así que saco a Martín del carrito y lo cojo en brazos para que pueda ver mejor.

-Mira Martín, aquí es donde nos juntamos tus tíos Daniel y Miguel con nuestros amigos antes de los partidos. Se le llama “hacer previa”. Si nos animamos incluso cantamos canciones y recibimos al autobús con los jugadores. Muchas veces nos lo pasamos mejor aquí que dentro del estadio, porque una parte muy importante de venir a ver al Zaragoza, es juntarte con tus amigos. Y a veces hacer una buena previa hace que el partido sea mucho más soportable, aunque eso ya lo entenderás cuando seas mayor. Si todavía hay equipo, claro.

Martín parece contento y me agarra la mano. Sonrío por primera vez en toda la tarde.

-Vamos a acercarnos más al estadio, ¿vale?

Martín mira boquiabierto el estadio. Yo también.

Es una ruina, pero es la ruina más especial del mundo.

Comenzamos a dar la vuelta por todo el estadio.

-Es bonito, ¿verdad Martín? Pues si lo vieras con los cuatros focos encendidos… ¡Entonces parece que salga humo de dentro! Todavía recuerdo la primera vez que vine con el abuelo. Llegábamos tarde al partido, siempre llegábamos tarde a los partidos en verdad, ¡y eso que los abuelos viven a cinco minutos de aquí! Vivir cerca de los sitios es lo que te hace llegar tarde, siempre lo he pensado… Bueno, la primera vez que vine, como te digo, llegábamos tarde. Yo tiraba de la mano del abuelo, y él me decía que no me preocupara, que no nos íbamos a perder nada. Entonces entramos y me señaló al marcador, – 0 a 0, ¿lo ves?- Me dijo. Justo entonces pitó el árbitro, y un futbolista muy importante que se llamaba Aguado, remató de cabeza estupendamente un córner. Fue la primera vez que le vi marcar de cabeza. -Nos estaban esperando – Me dijo el abuelo después de celebrar el gol.
-Espero que pronto nos dejen volver a entrar, entonces, después de discutirlo con mamá, vendrás a tu primer partido.

Sigo contando varias historias mientras damos la vuelta al estadio. Martín las escucha con atención.

Ya ni siquiera pienso en que el club pueda desaparecer.

-Dentro de muchos años tú también tendrás un montón de historias para contar. Mucha gente dice que esto del fútbol son solo unos millonarios dando patadas a un balón. Pero esos millonarios son lo que menos importa. El fútbol para mí es juntarte con tus amigos y familiares, vivir un montón de cosas maravillosas, y pasados unos años, poder contárselas a alguien que las empieza a vivir, eso es para mí el fútbol -Le digo.
-Se hace tarde Martín, será mejor que volvamos a casa.

Vuelvo a meter a Martín en su carrito y comenzamos a ir hacia casa.

Martín se asoma del carrito y mira hacia la Romareda mientras empieza a protestar.

Miro mi reloj. Todavía da tiempo a una última historia.

– ¿Sabes que una vez fuimos campeones de Europa? – Martín se ha quedado callado otra vez y me vuelve a mirar con atención – Sí, como lo oyes. Campeones de Europa. Le ganamos la final al Arsenal, que es un equipo inglés muy importante, en un estadio de París, que es el sitio donde vienen los niños como tú. ¿Y sabes qué es lo mejor? –
Digo mientras dejo el carrito bloqueando la rueda entre dos baldosas sueltas de la Romareda y saco a Martín. –Un señor que se llama Nayim, metió un gol desde el centro del campo en el último segundo del partido. Mira, fue así- Entonces elevo a Martín todo lo alto que puedo y lo bajo rápidamente, dibujando la parábola perfecta del gol.

Y Martín me sonríe por primera vez.

Ahí está, nuestro primer recuerdo feliz.