El campo de Torrero, Avispa y Blanquillo

El primer gran escenario zaragozano dedicado a la práctica futbolística se construyó con la ayuda de todos los socios y directivos del Iberia, quienes tras explanar durante el verano de 1923 el llamado Monte de los Olivos, un pedregal desnivelado que, abarcando la superficie correspondiente a las actuales parcelas situadas entre las calles Lasierra Purroy, Monzón y Honorio García Condoy, fue comprado a razón de 10 céntimos de peseta el metro cuadrado, procedieron a construir unos vestuarios y una tribuna de madera. Para ello se constituyó la Sociedad Campo de Deporte de Torrero integrada por los iberistas Alejandro Infiesta, Luis y José María Gayarre, Modesto Sanz, José María Muniesa, Antonio Sánchel Candial, Luis Ferrer y el entrañable Benjamín Simón quien aportó su enorme energía, capacidad de trabajo y presencia permanente hasta su jubilación. El campo de Torrero, cuyo nombre procedía de una familia de Luna que se asentó allí en el siglo XIV, de gran capacidad y desde el cual el Iberia muestra su poder, se inauguró el 7 de octubre de ese mismo año con un partido amistoso frente al Osasuna que venció 1-4. El recién llegado a la alcaldía de la ciudad, militante de la organización Unión Patriótica único partido legal durante la dictadura primorriverista, D. Juan Fabiani y Díaz de Cabra y el futuro golpista José Sanjurjo, Gobernador Civil en la Provincia, presidieron el Palco de autoridades. Durante nueve años sería la “Catedral gualdinegra”.

En 1924 se colocó el césped, tan novedoso en España, como el graderío de cemento armado que circundaba todo el campo. En la Preferencia, detrás de un amplio pasillo, se levantaban cinco largas gradas, precedidas de doce palcos. Cuando se fundó el Real Zaragoza, en marzo de 1932, el aforo permitía albergar a 8.000 espectadores. Su primer partido oficial disputado en Torrero, el 20 de dicho mes, tuvo el alegre desenlace de una victoria por 4-0 al Valladolid. A partir de esta fecha, sería el Real Zaragoza quien durante 34 años ofreciera su fútbol sobre este terreno.

La Guerra Civil no ocasionó grandes desperfectos como en otros campos, aunque Luis Gayarre tuvo que retirar unas 200 granadas de mano esparcidas por el césped. En 1943 se amplió en 4 metros la altura de la grada de General, lo que dejó la capacidad en 15.020 plazas, 4932 de ellos sentados, que disfrutaron del juego del equipo y también conocieron la tragedia del 11 de septiembre de 1949 cuando una gran tromba de agua antes del comienzo del partido frente al Badalona derribó un trozo de la tapia de General ocasionando la muerte de un aficionado y siete heridos.

La Primera División comenzaba a ser muy competitiva y los equipos precisaban enormes estadios, (una máxima capacidad de 20.000 espectadores no daba para convertir al Zaragoza en un club grande), donde poder acomodar al mucho público que se daba cita en los partidos. Así que, en el año 41 el alcalde de Zaragoza, Francisco Caballero Ibáñez, empezó a barajar la posibilidad de construir un campo nuevo. El 9 de febrero de 1951, el Dr. Abril, presidente del Real Zaragoza, C.D. dio el siguiente paso en busca de la construcción de un nuevo campo, aceptando la opción de compra del estadio de Torrero, para, con el campo en posesión, poder venderlo en busca del saneamiento económico del club y usarlo como cambio de moneda para poder afrontar retos futuros.

Durante el verano de 1954, el presidente Cesáreo Alierta vende el campo de Torrero, con lo recaudado sufraga totalmente la deuda, ficha nuevos jugadores y acomete el diseño de un nuevo estadio, manteniendo una cláusula por la que el Real Zaragoza, C.D., durante cinco años disfruta de su uso mientras afronta la construcción del nuevo campo con más capacidad para albergar a su creciente masa social. Estaba claro que había que construir un campo nuevo pues a diferencia del fútbol actual, en el que los presupuestos de los equipos se nutren básicamente de sus derechos televisivos, anteriormente las taquillas eran la base económica de los clubes, por lo que el Real Zaragoza C.D. comenzaba a necesitar un nuevo campo con más aforo. A más aforo, más recaudación y tras un último partido oficial de eliminatoria de copa en el que se empató a cero frente a la Real Sociedad el 28 de abril de 1957 el Estadio de La Romareda, sería inaugurado el 8 de septiembre del mismo año, venciendo los zaragozistas a los pamplonicas por 4 a 3.

Hasta finales de los 80 del pasado siglo aún se pudieron ver los restos del campo de fútbol de Torrero, aunque ya sólo quedaba un imponente graderío de cemento en mitad de un solar. Pero eso es otra Historia que en próximas entregas … continuará…

Ánchel Cortés.
Productor y Académico de Televisión
Abonado del Real Zaragoza nº 1.625.