Una tarjeta de visita | La Lupa

Atlético Madrid 0 – 1 Real Zaragoza

El Real Zaragoza que se presentó en el Vicente Calderón no era el equipo más eficaz ni tampoco el más temido, pero era un equipo valiente. Acudía a la cita dispuesto a presentar unas credenciales, un desafío a la liga, una propuesta que pasaba en suma por plantarle batalla a un equipo poderoso, conocido, de Madrid, aspirante perpetuo a puestos europeos. Cuando uno viaja a la casa de gente así, corre el riesgo de que le suceda como a Tom Hagen cuando va a la mansión de Woltz, multimillonario de la industria cinematográfica, a pedir un favor para Johnny Fontane, ahijado de su jefe, “Don Corleone”, también llamado El Padrino. Hagen sólo recibe el desprecio de un Woltz relamido de sí mismo, confiado en sus influencias y corto de miras hacia “El Don”. Este decide poner fin al tema presentando una singular tarjeta de visita: a la mañana siguiente, Woltz se despierta con una sorpresa. La aún caliente cabeza de Karthoum, su caballo de carreras de 600.000 dólares, reposa al pie de su cama. Todo un golpe de efecto. Ni que decir tiene que Johnny Fontane consiguió el empleo.

Sin necesidad de recurrir a tan truculentos y expeditivos métodos, nuestro equipo se presentó en la capital para batir a un rival directo. Humildes, pero sin perder nunca la dignidad ni el atrevimiento, funcionaron como un conjunto realmente serio y concentrado durante los 90 minutos. Algo que se echaba en falta en los últimos tiempos en este Zaragoza de dos caras. Victor sorprendió de inicio con la inclusión de Lafita. No tanto con la de Movilla, dada la necesidad de ayudar a Zapater en el sostenimiento del centro del campo. El ejeano, jugador de campo que más minutos ha jugado esta temporada, volvió a ser el sólido puntal que el equipo necesitaba. Sólo es cuestión de tiempo que sea llamado a vestir la camiseta de la absoluta. Una camiseta que tampoco le sobraría a Sergio Fernández, que anuló al endiosado, ineficaz y de paso internacional niño Torres.

El partido, a pesar de carecer de brillantez, no fue aburrido, Se enfrentaban dos conjuntos ambiciosos y equilibrados, con bajas, pero también con buenos jugadores. Los locales llevaban la iniciativa, y de vez en cuando, a ráfagas, los visitantes tomaban el control de la pelota. Era un partido muy físico y poco a poco, el desgaste iba haciendo mella en ambos, si bien el Zaragoza parecía sostenerse un poco mejor hacia las postrimerías del encuentro. No colaboró a ello un trío arbitral tendencioso y proclive, que perdonó hasta cuatro tarjetas a los rojiblancos. En un partido con pocas locuras, el Atlético fue quien más ocasiones tuvo. Pero se encontró con un gran César en nuestra portería, que al fin tuvo esa actuación brillante que tanto le hacía falta.

Victor Fernández, además de ser un buen entrenador, y de conectar con los gustos futbolísticos de esta su/nuestra parroquia, además de ello tiene fortuna. Ayer, no sólo consiguió que su equipo no encajase ningún gol por despiste, sino que además vió como uno de los cambios postreros, Oscar, que apenas estuvo seis minutos en el terreno de juego, resultaba el estilete decisivo para la victoria. Las decisiones en los cambios suelen ser algo complicado. Muchos entrenadores se han caracterizado por equivocarse en esa faceta. Sin embargo y a veces sin saber por qué, salen bien o muy bien.

Quizás sea por la misma razón por la que ayer el equipo logró la victoria a pesar de no tener a Aimar o a Celades, o por la misma razón por la que, a pesar de ser incapaces en ataque, la defensa estuvo muy bien, o por la misma razón por la que todos los jugadores se apiñaban al final, presas de una enfervorecida alegría: hay equipo, y eso es lo más importante, porque ya no se depende tanto de la excelencia individual, y además, se sabe adonde se va. Y adonde se va es hacia cosas grandes.

Y ahí es donde estamos, entre los grandes. Que luego pueda llegar el tiempo de las decepciones, pues ya lo asumiríamos, pero de momento las cosas están saliendo como queríamos todos que salieran desde un principio, y hay que disfrutar. Hasta ahora habíamos vivido buenos partidos y un par de derrotas evitables, pero faltaba esa piedra de toque de visitar a un equipo de nombre y presentarle nuestros respetos, nuestra tarjeta de visita, y llevarnos los tres puntos.

Por Ron Peter

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