SD Amorebieta 1 – 1 Real Zaragoza | Crónica

SD Amorebieta 1 – 1 Real Zaragoza | Crónica

La sombra que hace sombra

Recogemos del suelo el punto que se le cayó al partido y lo guardamos con el orgullo herido. Esto lo hacemos después de confrontar nuestras fuerzas con un equipo menor que mostró una tenacidad y una fiereza deportiva encomiable. Hasta envidiable. Porque no podemos dejar de aplaudir el esfuerzo mostrado por el Amorebieta, que llegó a jugar con un jugador menos 25 minutos y fue capaz, incluso, de amenazar el resultado final. 

El partido que jugó el Real Zaragoza en Lezama fue un pequeño monumento a la incapacidad. Los chicos de Jim dieron muestras de escasez de energía, ni renovable ni no renovable, como si un dedo todopoderoso hubiese desactivado el suministro a un grupo que hace unos días nos había vuelto a convencer de su valía. Un falta de vigor que vuelve a instalarnos en Territorio Duda. Sí, ya sé que alguien dirá que pasamos de la gran sequía a la gran remojada, pero es que esto es, todavía, fútbol y desde hace más de 150 años los hinchas se conducen al amparo de las sensaciones. Y el domingo, con toda certeza, estas fueron sido negativas. 

Las instalaciones de Lezama, código cantera, acogieron a unos contendientes que protagonizaron un inicio de partido feúcho, al ralentí, con acciones desconectadas pero que reunidas en un ecosistema inhóspito aún dieron para mantener la atención. En esas estábamos cuando, en medio del consabido chaparrón, Álvaro dispuso de una buena ocasión para batir a Marino, pero su chut, aunque nació fuerte, murió previsible. Fue una bonita señal, de más mérito por cuanto el centro del campo zaragocista no se hacía con los remos de la gabarra de interior que remaba con brío y decisión. 

Pero decíamos antes que esto es fútbol, y por tanto hablamos de algo que no obedece a casi ningún código. Con muy poco puesto sobre el césped el Real Zaragoza alargó un balón que llegó a los pies de Vada. El argentino, guardián de ciertas esencias del fútbol de siempre, elevó el cuero por encima del arquero rival y lo arrimó al palo lateral. El rebote lo recogió Álvaro, que cobró el gol que iluminaba la oscura tarde vizcaína. Banderas al viento y la ilusión de recuperar el pulso. Sin embargo, este equipo se deshace con demasiada facilidad. Pocos minutos después le pitaron una falta en la línea de tres cuartos y el flan tomate se mostró en todo su esplendor. Es cierto que la falta era de chirigota, pero nadie cambia el curso de los ríos porque sí. Su ejecución, de manual de cadetes, fue simple pero efectiva. Una mala defensa, un torpe gesto de Jair y gol. 

Levantar el ánimo tras ese traspiés le iba a costar al Zaragoza un mundo, el mismo que recorrió Elcano hace casi 500 años. Y no lo iba a tener fácil. Este equipo acusa los golpes con una profundidad difícil de explicar y este sí es un asunto de profunda esencia, pues en esta categoría sobreviven los fuertes de mente, los robustos de espíritu. Y los chicos de Jim, hoy por hoy, no lo son. 

Lo que ocurrió hasta el descanso no merece mención. Un par de ocasiones, una por cada escuadra, de esas que casi ni te esperas que se produzcan y que, por supuesto, no se convierten, porque la calidad no siempre es el argumento de estos equipos. Incluso se puede dar que llegue un gol gracias a un disparo mal ejecutado, como sucedió en el minuto 40 cuando Peña disparó y el balón rebotó en el larguero como podía haber ido dentro de la red de un atónito Cristian. 

Tras el descanso se reprodujo el argumento del primer tiempo. Parecía que ambos equipos se apuntaban al “que aquí no pase nada” y eso sí supieron hacerlo bien. El discurso de Jim había calado hondo en sus muchachos y los vascos de Amorebieta tampoco estaban para dar pasos adelante, así que lo que teníamos entre manos era un puñado de gestos técnicos de poco nivel y temor a equivocarnos. Si durante los primero 45 minutos no habíamos visto a Bermejo, ni a Vada, ni a Álvaro, ni a Chavarría, ni, por supuesto, a Petrovic, en la prolongación la tenue luz de los primeros minutos se apagó del todo. 

Pasaron veinte minutos hasta que se produjo una jugada de peligro, en esta ocasión por parte de los locales. Su protagonista fue Orozko, que no culminó el contraataque para bien del Zaragoza. Lo que sí hizo fue darle una patada muy fea a Vada, lo que le valió la roja directa. ¿Buena noticia? No: muy mala. Porque ese fue el momento en que el partido se acabó.  

Resultó que el Amorebieta se acomodó en una defensa de hierro de altos hornos y le dijo al mundo que ese era su universo. Y no solo eso, sino que fue cuando más y mejor atacó a un Zaragoza ausente, insípido, atragantado en su propia apatía. Lo que se supone ventaja se convirtió en obstáculo. Incluso los animosos zaragocistas que  abarrotaron   Lezama llegaron a molestarse con la actitud de los suyos y es que no había horizonte por el que suspirar. Incluso Jim estuvo lento en sus decisiones: le costó mucho poner a Eguaras en el campo, una de las pocas balas que tenía en el banquillo para virar la nave, y removió las piezas buscando oro en medio de los Monegros. Lo que alguien tendría que haberle dicho es que el término viene de Montes Negros, no de El Dorado. 

Entró también Narváez, extrañamente suplente, y luego Adrián y Azón y James, pero todos ellos cuando quedaban minutos para acabar. No se cambia un partido con ese margen tan estrecho, ¿no? Porque en ese punto lo único que cabía esperar era una acción de esas que se dan cuando menos lo esperas: un córner, un penalti, quizás una falta. Y esta llegó en el minuto 89. Narváez cayó en el borde del área y ahí estaba la oportunidad. Pero no la calidad, no la clase, no el talento. James chutó y el balón rebotó en la barrera con la inocencia que nos sobra y que nos está matando. 

El partido murió como había vivido: absurda, penosamente. El equipo no supo afrontar un encuentro hecho para la batalla, el esfuerzo supremo, la fortaleza en los choques. Fueron dos puntos abandonados en el camino entre el valle y la montaña que nos habrían venido muy bien para sostener el relato, débil pero posible, que nos ubica en el límite del bien y del mal. Por el contrario, llegamos al tramo final del año con tres partidos ante tres equipos que no se andan con bromas. Como dice Agnus Nicoll hablando de cosas mucho más serias: “Nos preparamos para lo peor, pero esperando lo mejor”.

Ficha técnica

SD Amorebieta:
Marino; Aldalur, Luengo, Markel Lozano, Óscar Gil, Seguin; Olaetxea (Bilbao, 66), Larrucea, Álvaro Peña (Markel Lozano, 82); Obieta (Guruzeta, 72) y Orozko.

Real Zaragoza:
Cristian Álvarez; Gámez, Francés, Jair, Chavarría; Petrovic (Adrián González, 81), Francho, Vada (Igbekeme, 87); Bermejo (Narváez, 77), Sainz (Eguaras, 77); y Álvaro Giménez (Azón, 81).

Goles:
0-1, min.17: Álvaro Giménez. 1-1, min. 24: Jair, en propia puerta.

Árbitro:
De la Fuente Ramos (Comité Castellano-leonés). Expulsó con roja directa a Orozko (67) por agresión a Vada. Amonestó a Aldalur (28), Óscar Gil (53), Jair (71), Larrucea (89) e Igbekeme (90).

Incidencias:
Partido de la Jornada 18 de LaLiga SmartBank 2021-22 disputado en Lezama ante 1.00 espectadores.

Puntuaciones

Cristian: 2. Recibir un gol de un compañero descoloca. Incierto.
Gámez: 2. Fue perdiendo sustancia. Su pase de gol, muy bueno. En defensa, discreto.
Jair: 1. Desorientado e inseguro. El autogol fue un grave error.
Francés: 3. El mejor de la defensa. Tuvo gestos muy buenos.
Chavarría: 1. Buen comienzo pero muy breve. No tuvo un buen día.
Petrovic: 2. Su parsimonia es un arma de doble filo. De cara, gana. Hacia atrás, pierde.
Francho: 1. Uno de sus partidos más incompletos. No rentabiliza su esfuerzo.
Bermejo: 0. No se acaba de entender. Amaga pero casi nunca da. Insustancial.
Vada: 1. Mal partido. Gaseoso, vapor de agua.
Sainz: 1. No se ha recuperado del éxito ante el Sporting. Cada día aporta menos.
Álvaro: 2. Estuvo muy activo los primeros veinte minutos. Tuvo una gran ocasión y goleó. Después, muy poco.
Narváez: S. C.
Eguaras: S. C.
Adrián: S. C.
Azón: S. C.
James: S. C.

por arrúa 10 (Real Zaragoza, Aire Azul)
@japbello

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